- Envío 1: Villa Talar, introducción y origen.
- Envío 2: Primeras acciones de la Asociación de Fomento de Villa Talar.
- Envío 3: El fin de 1919 y comienzos del año 20
- Envío 4: El año 20.
- Envío 5: Algo sobre los primeros años veinte
- Envío 6: 1924. Balance y promesas
- Envío 7: Hasta llegar a 1927
Villa Talar
Un aporte sobre los orígenes y primeros años de un barrio
casi desaparecido de Buenos Aires
por Marcelo J. Bourdeu
Envío V
Algo sobre los primeros años veinte
A comienzos de 1921 uno de los varios problemas menores de los talarenses era -imagino- cómo sobrevivir al verano. A la hora de «la fresca» se acababan los problemas porque Villa Talar, Devoto, Villa del Parque y aledaños era -y en mi juventud siguió siendo- una de esas zonas en las que la supremacía de la naturaleza se notaba en la piel. Recuerdo que todavía en los años 60, volviendo del centro al terminar el día, bastaba cruzar el puente de la Av. San Martín para que todos se sintieran claramente envueltos por un aire fresco saludable, reparador y hasta perfumado. No idealizo, simplemente había muchos más jardines y menos concreto que en años posteriores y que hoy.
Pero en 1921, durante el día, había que ingeniárselas. El aire acondicionado no existía y los ventiladores eran raros. Los de techo, hace un tiempo resucitados, giraban solamente en algunos lugares públicos y -por lo que sé- eran caros para las casas de familia. Cada tanto, el hielero, en reparto domiciliario, entregaba las barras que se conservaban envueltas en arpillera para enfriar bebida y alimentos en las heladeras de entonces, un mueble de madera con patas y tres o cuatro compartimentos forrados de zinc…. Sumada a los muchos árboles y al pasto abundante, la arquitectura ayudaba: techos altos, patios, aleros, ventanas que se podía con tranquilidad mantener abiertas, pisos con frecuencia elevados…
No conocí la casa de mi abuelo en ese entonces, en Pedro Morán 3140 / 3146, entre Cuenca y Helguera. Sé que no tenía lujos, aunque era lo suficientemente amplia para una familia de diez personas: mi abuelo, su madre y su segunda esposa: «Memé» Helena; cuatro hijas: mis tías Emma, Martha, Lila y Margarita; dos varones: mi tío Alberto y mi padre y tocayo y una querida sobrina que vivió años con ellos, mi «tía» Margot Gaye. Mucha gente, es cierto, pero esas «muchedumbres» eran entonces algo bastante habitual.
La casa era del estilo que muchos porteños mayores conocemos: dos patios, el primero rodeado por la sala, el comedor, la cocina; el segundo por las habitaciones y más atrás el baño, muy lejano en las noches de invierno. Al fondo había una huerta pequeña donde se cultivaba algo de lo que se comía. Durante muchos años, tiempo atrás, cuando hacía tiempo que la casa no pertenecía ya a la familia, me prometí reiteradamente tomarle una foto, cosa que, como era joven, nunca hice. Hacia los cuarenta, creo, se instaló allí una escuela y algunas décadas después se presentó -infaltable- la piqueta demoledora. Hoy hay allí un edificio de departamentos. Solamente un par de fotos, como la que se muestra, permiten hoy entrever como eran esas casas. Pero salvo por lo personal y emotivo, este pequeño recuerdo nada tiene de original. ¡Cuántas personas pueden contar lo mismo!
Pero volvamos al verano de 1921 y el modo de soportar el verano y entretenerse. Para el 9 de enero, la Asociación de Fomento de Villa Talar organizó una «fiesta campestre» a realizar en las playas de Olivos. La comisión directiva dispuso que varios «tranvías expresos» condujeran a los asistentes al lugar. Allí había programados una serie de «números interesantes» con premios de importancia. También, como frecuentemente ocurría, estaba previsto que una orquesta amenizara la fiesta. Uno puede imaginarse a las señoras con ropas frescas pero abundantes y simpáticos sombreritos y a los señores con trajes de verano y ranchos, o gorras tipo «borsalino» (o «de golf»), pero con infaltables moñitos o corbatas. Lamentablemente, mi recorte de «El Oeste» es del mismo día 9 y no podemos saber si los excursionistas lo pasaron bien o si una lluvia imprevista estropeó la fiesta. Deseemos retrospectivamente que todo haya ocurrido como deseaban.
El 4 de marzo «La República» permitía apreciar algún avance burocrático. En la sección Municipales, expresaba: «Con el fin de iniciar en la brevedad posible la ejecución de la apertura de la avenida Nazca de Tres Cruces a avenida San Martín, la intendencia ha remitido una nota al ministro del Interior solicitando la entrega de la superficie de 5.924,74 metros cuadrados de terreno, que en su oportunidad cedió el gobierno a la comuna con ese fin.» Esta apertura sería la que separaría los terrenos del parque de Agronomía del triangulo del Instituto de Medicina Experimental, hoy Instituto de Oncología Ángel H. Roffo.
«La enumeración de las calles que por el presente proyecto se manda pavimentar y la vinculación que ellas tienen en la unión de arterias importantes como Avenida Tres Cruces, Los Incas y América, justifican de manera elocuente la presentación de este proyecto.»
«Unir Villa Devoto con Urquiza y con Belgrano es un alto pensamiento edilicio que no trepidamos en auspiciar en mérito a los importantes beneficios que prestarían a esas poblaciones, facilitando su vialidad y mejorando sensiblemente sus vías de comunicación»
Quienes así se expresaban eran los concejales Remigio Iriondo, J. J. Díaz Arana y Virgilio Tedín Uriburu, al suscribir un proyecto de Ordenanza a girarse a la Comisión de Obras Públicas y Seguridad, según consta en el «Boletín Taquigráfico del Consejo Deliberante» del 29 de marzo de 1921. (Remigio Iriondo tuvo abundante actuación en la parroquia de San Bernardo y fue autor de algún curioso proyecto edilicio que en otra oportunidad comentaremos). El artículo de fondo del proyecto referido decía así: «El D. E. procederá a pavimentar con adoquines de granito y base de hormigón de acuerdo con la ley de la materia y ordenanzas vigentes, las siguientes calles: Tres Cruces, desde Avenida San Martín hasta Constituyentes. Constituyentes, desde Tres Cruces hasta Avenida América. Avenida de los Incas, desde Tres Cruces y Constituyentes hasta Triunvirato.» En base a los fundamentos antes citados, los concejales esperaban contar con la cooperación de sus colegas para traducir en realidad lo que ese momento era sólo una aspiración vecinal.
La irregularidad de los recortes nos obliga a pasar por alto, a pesar nuestro, a todo el año 1923 y a la mayor parte del 24. Tenemos que hacer de cuenta, al menos aquí y ahora, que Villa Talar no existió en ese lapso…
El 31 de agosto 1924 se realizó en el Instituto de Medicina Experimental y con la asistencia de numerosos socios, la asamblea extraordinaria de la Asociación Cultural de Villa del Parque, Devoto y Talar. Se sometió a consideración de los socios la Memoria del ejercicio anterior, la que resultó aprobada sin observación. Según nos comenta «La Razón», esta entidad realizaba, como es obvio, actos culturales, en especial conferencias sobre temas científicos, sociales, económicos y de divulgación de conocimientos para combatir el cáncer y otras enfermedades. En el ejercicio social considerado en esta oportunidad, adicionalmente, se hicieron, homenajes a la fundadora de la institución, Sra. Helena Larroque de Roffo -fallecida tempranamente en febrero de ese año- y gestiones ante el Consejo Nacional de Educación para obtener la creación de una escuela nocturna de varones en Villa del Parque.
Es justo detenerse un poco en la figura de la Sra. de Roffo y en su obra. Era entrerriana, nacida en 1883 e hija de un abogado. Estudió medicina pero no llegó a recibirse aunque en la Facultad conoció a quien sería su esposo, el Dr. Ángel H. Roffo. Éste fue un reputado especialista en cáncer – sobre este mal fue su tesis doctoral- y su esposa colaboró activamente en sus estudios e investigaciones. Juntos fundaron el Instituto de Medicina Experimental (hoy Instituto Oncológico) y la Liga Argentina de lucha contra el cáncer. La Sra. de Roffo fundó, como ya dijimos, y trabajó además activamente en la Asociación Cultural de Villa del Parque, Devoto y Talar cuya asamblea reseñamos. Hoy el Instituto, la entonces «Escuela de Nurses» y hoy de Enfermería, la Fundación y la Asociación Cultural Social y Biblioteca Popular Helena Larroque de Roffo con sus múltiples actividades forman un complejo que honra la labor tan destacada de este matrimonio.
Volviendo a la asamblea que tratábamos, uno de los hechos más recordables es que, ante iniciativas complementarias de los vecinos Biedma y Golpe, se aprobó por unanimidad que la Asociación llevara en adelante el nombre de la señora de Roffo. Se tomaron además otras decisiones y se eligió a las nuevas autoridades. Las informaciones sobre esta asamblea corresponden a notas de «La Razón» de ese mes de septiembre. Reproducimos aquí el correspondiente al día 6.
En esos mismos días la A.F.V.T. celebró su asamblea societaria, aprobó sus balances y renovó autoridades como reseña otra nota del mismo periódico y fecha.
Reservamos para un próximo contacto algunos detalles de lo realizado en el período y otros hechos de esta década.