Corregime si estoy equivocado. Te imagino en tu Añatuya, santiagueña ella, que no es mía sino tuya. Veo un pibe, bien pibe, y un rrope, bien perro, de ladero cómplice de travesuras. Ciudad ferroviaria, que te vio nacer un 1º de noviembre de 1907. El silbo de tren, presagia la llegada del hijo prodigo. En el medio de la pebetada, con cortos bancados por el tirador, y de zapatos, te imagino, transpirando la musculosa en pos de la pelotita. Tu físico derrochaba la opulencia, del que los que juegan porque es el dueño del fútbol, ó porque la mueven bien, no hay tutía. Quedate tranquilo, a vos, te manyo y te inserto entre los gorditos que la escolaseaban.
Te imagino, en esas interminables tardes de lluvia, contemplando, ventana mediante, el campo cada vez más “Verde Esperanza”, como adelanto de nacimiento, justo al año de tu nacimiento y el mismo día, del club de tus amores, allá en la porteña Pompeya, que va a ser tuya. Te manyo, piantándole a los jovatos, buscando la complicidad del gomía, sí, el sapo que se te aparece revoloteando en la laguna vecina, que acompaña, esperando el tristón envejecimiento del día. De seguro, en rueda familiar, de mate en mate, haciendo más llevadera la búsqueda de la luna que siempre está, y que asoma para saludarte. La fichás, y parece decirte, salgo para vos, par iluminar tu vida. Solo te queda añorar que amanezca, con melancólico dejo y soñar, soñar. Toda tu vida fue un sueño del que algún días vas a despertar y aparecerás de seguro, por Pompeya, Patricios y Boedo, el Sur de tus amores. Barba, seguí soñando, dale, que tu sueño nos hace feliz.
“Noches, noches de mi pueblo,/donde los recuerdos salen a rondar, /Noches llenas de fragancia/Noches de la infancia que no vuelven más.
Calles llenas de misterio/Donde están los sueños de juventud. /Luna, luna de mi pueblo
Cuando me halle lejos, buscaré tu luz….
Noches, noches provincianas /Junto a mi ventana, maduré la fe. /Noche de mi pueblo viejo /Siento que me alejo, que no volveré…. (“Noches Provincianas”. Manzi-Piana)
Me doy cuenta y comprendo el amor imperecedero por Santiago, que acompañó tu vida y lo volcaste en letras. Si hasta te imaginaste, el amor con delantal y trenzas sueltas que no tuviste y le robaste en el sendero el sobe que no fue. Volviste, lo buscaste, lo encontraste, y fue:
Llegabas por el sendero/Delantal y trenzas sueltas…./Volví por caminos blancos,
Volví sin poder llegar…/Tristeza de haber querido/Tu rubor en un sendero…/Volví por los caminos muertos,/Volví sin poder llegar. /Grité con tu nombre bueno,/ Lloré sin saber llorar. (“Milonga Triste” Manzi-Piana)
El amor matinal inconcluso en tu “Añamía”, ese cariño por el terruño primero, no ensombreció tu denuncia sobre la expoliación que marginó y sumió en la indigencia a su gente, que es la “Tuya”.
“… Santiago del Estero es una víctima de la política del litoral; como todas sus hermanas mediterráneas….Sostengo que su economía ha sido víctima de la política ferrocarrilera y que el ferrocarril sólo fue a mi tierra a sacar, sin dejar nada. Sostengo, también, que en cuarenta años de explotación del monte, se produjo la decadencia terrible de Santiago…” (1) (Poemas, Prosa y Cuentos Cortos de Homero Manzi. Corregidor. 1998. Mi Visita, pág. 46)
No tengo dudas que tu infancia, con sus componentes, tiene la premonición de tu barrio de tango, más campo que ciudad por aquellos tiempos, y que el Pompeya ferroviario, poblado del misterio que su luna develará, buscando en vano la del terruño que nunca olvidarás, tiene algo de tu Añatuya que de cuore imaginás. Y que el barrilete ausente en Santiago, lo remontaste entre tranway y tranway en Garay y Danel, del Boedo prepotente que se mete de hecho como cuña entre San Cristóbal y Almagro. El cable de la luz de la esquina, logística necesaria de la elevación, fue testigo del sueño cumplido, que lo imaginaste en un tren volador con forma de sol, que llevaba consigno la esperanza del pibe
“…Canto el ritmo del tren sobre los rieles,/acompañando una canción sencilla/y tiro una pelota de papeles,/sobre el paisaje de la ventanilla./El mismo sol con su calor intenso/recortando su cola en la barranca,/volverá a ser un barrilete inmenso/remontado en el cielo de la pampa (2) (Poemas, Prosa y Cuentos Cortos de Homero Manzi. Corregidor. 1998. Tren, pág. 79)
Decime si, la soledad y el ladrido de la Pompeya juvenil, no es otra cosa, que la misma cosa, que el misterio del rrope de las sombras y la pagura que brota de la soledad de las noches santiagueñas, amortiguadas por el amor de padre y en el rrioba por el amor escondido en el portón.
Un ladrido de perros a la luna./El amor escondido en un portón./Y los sapos redoblando en la laguna,/Y a lo lejos la voz del bandoneón. .” (“Barrio de Tango” Manzi-Troilo)
“… Voy a sentir un silencioso miedo/después que el perro de las sombras ladre/y haré otra vez de cuenta que me quedo/dormido en las rodillas de mi padre (3) (Poemas, Prosa y Cuentos Cortos de Homero Manzi. Corregidor. 1998. Tren, pág. 79)
Y no atrevas a desmentir, que el “farol balanceando en la barrera”, de tu Pompeya es el tu Añatuya
“..Ya junto a una estación vendrá la noche/trayendo en ancas su olorcito a pastos,/y el chirriar de las ruedas de algún coche,/que se va desbordando de canastos./¡La candidez del alma que se asombra/recibirá el rigor de dos ultrajes…!/¡El ojo de un farol que está en la sombra/y el pito que se clava en el paisaje…! (4) (Poemas, Prosa y Cuentos Cortos de Homero Manzi. Corregidor. 1998. Tren, pág. 79)
Y, el silbo del tren, que arrima a tu Boedo el viento sur de tu Pompeya ¿no es sinonimia de compañía infantil de tu pueblo ferrocarrilero?, segurola, y quizás, te apoliyes ‘Silbando’, anticipadamente, el tango con música de Cátulo, que Pepe, indefectiblemente, letra le dará. Cátulo, que va a ser tu amigo y ya conocés sin haberlo todavía manyado. Y él te conoce sin haberte visto, y te espera, para ir juntos a caminar, ya mozos, Cochabamba al este en busca del Comité de la octava de Oruro y 24 de noviembre. (5) (“Jauretche y su Época…” pag. 261 .Galasso, N. Ed. P. Lillo.1985).
Y No me digas, que del Luppi del internado, al fichar por Centenera la barrera y el farol balancéndose cruzando la diagonal de la Perito, no son remembranzas de sensaciones misteriosas del piante de Añatuya del tren que fue, y esperás que vuelva, para alguna vez volver, pues siempre está volviendo, como vos Homero.
“Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, /durmiéndose al costado del terraplén./Un farol balanceando en la barrera/Y el misterio de adiós que siembra el tren. (“Barrio de Tango” Manzi-Troilo)
Y tu Añatuya, fue tu Santiago que nunca olvidaste. ¡Qué tipo fiel a sus raíces! A pesar de los pocos años vividos de purrete, que compensaste como pudiste y cuando pudiste recorriéndola en profundidad ya mayor. Tu provincia siempre está presente, como también lo está tu Sur. Y cuando el terruño matinal te necesitó dijiste presente, “aquí estoy como hijo pródigo para servirte”, claro, con lo tuyo y en lo tuyo, que fue y es la palabra imperecedera.
Y Ante la extraordinaria sequía que envolvió a tu provincia a fines del 37’ principio del 38’, la palabra se transformó en denuncia, Que no fue una “compaña de mendicidad”, como la calificó el fantasioso mosquetero socialista que nunca llegó a ser cuchillero. Y denunciaste, pues
“hay que hacer llegar al pueblo todos los dolores concretos para que no continúe nuestra oligarquía usufructuando con la mentira de una prosperidad que sólo se ve en los balances del puerto”
Y no te amilanaste y seguiste denunciando, aunque a la clase dominante y sus aliados de derecha y de izquierda le retorciera la zapan. Sabías que les iba a caer mal y le ibas a caer mal y que implicaba tu marginación en las publicaciones que manejaban, y persististe de puro paisano corajudo y guapo arrabalero. Conjunción, que muy pocos argentinos pueden exhibir con el orgullo que vos exhibías.
“…Es necesario que los lectores vomiten de asco y de vergüenza frente a la realidad de Santiago del Estero, provincia olvidada por la oligarquía y que, como todas sus hermanas del interior, soporta desde que las instituciones se centralizaron en el puerto desalmado y traficante que sólo se ocupa del buscar su propia prosperidad en desmedro directo de la felicidad de todos, una larga penuria, cuyo fin habrá de ser –tal vez- el fin de la vida misma….”
Y fundamentaste tu posición, y vaya se la fundamentaste:
….Señalaré algunos fenómenos irrebatibles: El paisano santiageño, de espíritu sedentario, fue convertido en nómade, por la costumbre de ir detrás del trabajo.. Fue arrancado de sus labores habituales, agricultura, ganadería e industria menos, para ser enganchado al obraje…Fue alejado de sus centros naturales, junto con su familia, privando con ello a los hijos de educación…Se lo llevó a vivir en pésimas condiciones de higiene…Se le estableció la ruda tarea del hacha no por jornada de horas normales sino por tarea o rendimiento…Se le estableció la obligación de consumir en la proveeduría del obraje…Se hacía el enganche de peones en los centros más poblados, donde socios frecuentes de los comisarios compraban los brazos con el adelanto de cantidades casi fabulosas para esa gente y que eran absorbidos en pocas horas por el prostíbulo y el despacho de pésimas bebida. La plata hay que gastarla adelantada, si total la pagan adelantada. Hay que comprar con ella el alcoholismo, la venérea, la sífilis, que también son manifestaciones del progreso…
Y propusiste y vaya si propusiste,
“Hoy, esa región tiene que desandar muchos años de civilización. Rehacer su agricultura, crear su ganadería…. Vencer los intereses creados de los pueblos fabricados en zonas antinaturales y acostumbrar a la población del campo a comer, a educarse y a luchar contra el raquitismo, la tuberculosis, la tracoma y las venéreas. A destruir la fama de haraganería que le hicieron los que se enriquecieron con su trabajo…” (5 bis) (“Homero Manzi y su tiempo” pag. 183 a 186 . Salas, Horacio. Ed. Vergara. 2007)
Te fuiste muy pronto y muy joven, querido Gordo. Fuiste un hombre que acumuló la virtudes del rescate de lo santiagueño, de lo porteño, en suma de lo nacional, cosa, que pocos argentinos se pueden dar el lujo.
Chau, nos vemos en El Japonés de tu esquina.