Ricardo Lopa: Te Imagino Homero. BOEDO al SUR y el ‘cole’

De la noma de la gorda buena de Dorita, los cortos, bancados por tiradores, prolijito lope engominado engalanado con el jopo de estilo, Viérase La Dora, no te dejaba ni respirar, la recomendación del tío Domingo Prestera, era, como quien dice, una orden. No obstante, presentías, y estabas en lo cierto, que el fichaje a algún mocito, no le faltaba de pasalacua a la hermana. Te imagino de guardapolvo blanco, y, el morfi de refuerzo en el bolsillo. Antes de doblar la esquina, presentís la deseada aparición, del amiguito del banco de al lado, sí, el del pantalón remendado, y vos, de trajecito debajo del delantal, como tratando de ocultarlo, para no lastimarlo.  ¡cómo lo querías!
 “Si yo tuviera un sánguche de queso, un jarrito de lata, un guardapolvo blanco… haría una excursión al Jardín, … y el flaquito del banco de al lado con los pantalones remendados… Yo quisiera que vayan todos, todos los que fueron ayer, con los mismos trajecitos, con el mismo orgullo y con la misma sencillez… (“Jardín Zoológico”. Poemas, Prosa y Cuentos Cortos. H. Manzi. Ed. Corregidor)
 
Se mandaban, de la casa familiar de Garay 3251, límite borroso, por aquellos tiempos, entre San Cristóbal y Patricios, ahí nomás esperando al futuro Boedo, cruzaban el querido pasaje Danel, hasta 24 de Noviembre y al 1536, recalabas en la Olegario V. Andrade, tu inicial escuelita porteña, segurola, que muy a pesar tuyo.
Indefectiblemente, como todo pibe, te imagino, locamente encariñado con tu maestra, que a pesar de ser de muchos, era tuya sola. La aceptabas como era, en las buenas y en las malas, pero humana y querendona. Sin comprender, la comprendías, pues a veces la vida, de pura amarreta, y tu “seño” fue número puesto, escamotea la imprescindible compañía del amor varonil. Vos lo amortiguaste, con tu afecto infantil.
“…Maestrita malhumorada por culpa de la soltería, pero sin embargo humana como una hermanita. Queremos ir contigo y no con la directora, que casi siempre es una señora mayestática e incomprensiva. Tú irías con los zapatos gastados, yo con los trompudos de charol…“(Jardín Zoológico”…. Idem)
 
Y Cátulo, te esperó. Para terminar la primaria, allá por el 15’, te piantaste para la José M. Gutierrez, de Rioja 1846 y Garro, ojo, siempre atornillado en el blanco guardapolvo almidonado, custodiado por la vieja Ángela, por ese entonces, radicada definitivamente en nuestra ciudad, junto a papá Luis. ¿Qué misterioso atractivo tendría la cuadra del cole? Tipos, de esos que no se empardan, pasaron por sus veredas. Por ahí nomás, justo enfrente, Rioja 1861, estaba la guarida de la barra anarca que capitaneaba el aguafuertista Facio Hebecquer, donde abrevaron, entre otros, aquel repartidor de carbón boquense Benito Quinquela Martín, que con agudeza proletaria semblanteó a su barrio. También, Juan de Dios Filiberto, supo ser asiduo concurrente a la tertulia, por el Caminito, inspirado en la malévola Olta del Chacho riojano (Letras de Tango, Selección 1897/1981, J. Gobello nº 7, contratapa), que lo traía de La Boca del Riachuelo, al Malevaje, del novel Parque de los Patricios todavía con olor a vaho que heredó del matadero, con su Pañuelito al cuello y un Clavel del Aire en el ojal.
De seguro, que siendo vos pibe y él mocito, no habrá faltado el encontronazo inadvertido, con ese ser pequeño de estatura, pero con un cerebro y corazón descomunal que supo cobijar y describir a Buenos Aires y a su gente como nadie. Simplemente, el raje al paquetudo del hermano Armando y el cruce de Rioja, era toda la acción que debía emplear Enrique para, también, frecuentar la bohemia de los del ‘cuarto piso de los de enfrente’. Ah, el grupo, fue el antecedente inmediato del de Boedo y al sotipe, le decían ‘Discepolín’, “que al son de cada tango te presiento con tu talento enorme y tu nariz…”
Discepolín, aquél que supo “tener más años que kilos”, aquél que Pensó y Dijo lo que Pensó, aquél que inventó y le dijo a Mordisquito: “ Hacéte una recorrida desde el quebracho de Charata…hasta las ballenas de Ushuaia, ¡y todo es tuyo! Zonzo. ¿No ves que todo es tuyo, ..y, además, es gordo?… La tierra, la dimensión, los tres climas, las frutas así de grandes, los cereales así de altos,  ¡todo es gordo!… Menos yo….No me digas que seguís teniendo motivos o pretextos para ser terco…. Lo serás de labios para afuera….Adentro, ¡yo sé que estás conmigo! ¡Bah!…¡ A mí no me la vas a contar! (Enrique Santos Discépolo. Mordisquito ¡a mí no me la vas a contar! VII. Ed. Realidad Política. 1986)
“La gente se te arrima con su montón de penas/y tú las acaricias casi con un temblor…/Te duele como propia la cicatriz ajena: /aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor./La pista se ha poblado al ruido de la orquesta…/Se abrazan bajo el foco de muñecos de aserrín…/¿No ves que están bailando? ¿No ves que están de fiesta?/Vamos, que todo duele, viejo Discepolín” (“Discepolín”, tango. Manzi-Troilo) 
Fue un adiós al amigo, que le chamuyaste por fono al Gordo y ahí nomás salió, con la terrible, pero inevitable seguridad, de encontrarse en unos meses cinchando por la causa nacional, desde allá.
 
Te imagino Homero, revoloteando en un picado en el Pasaje Danel, queriendo ser Onzari, Laguna o Chiesa, los campeones el 21 de la Asociación Argentina con el globo en el chope.
“…Duró poco la vida del guardapolvo blanco/y del partido aleve en la cancha de piedra/cuando volvía al hogar y allí, en el primer patio,/buscaba en la canilla el chorro de agua fresca…” “Treinta Años”. Poemas, Prosa y Cuentos Cortos. H.Manzi.Ed.Corregidor)
 
Chau siesta y raje al autito de la cana botoneado, mientras María, la vecina negra de efímero paso, la que nunca jodió, cerraba los ojos en Carnaval.
“ Bruna, bruna nació María….y será la reina cuando …cumpla quince años./Te llamaremos, Negra María../Negra María, que abriste/Los ojos en Carnaval…/Ay qué triste fue tu destino, ángel de mota, clavel moreno !…Te lloraremos Negra María …Negra María, cerraste los ojos en Carnaval” (“Negra María”.milonga. Manzi-Demare, Lucio)
 
Y Catulo, te esperó. Te mandaste, por que te mandaron por callejear, al secundario en el internado Luppi de Pompeya, con el tercer año, como límite máximo.
“ Los varones menores buscábamos la calle/y de ella traíamos malas inclinaciones./Por eso nos hicieron vivir en pupilaje bajo la recta mano de Colombo Leoni./Allí fuimos felices, entre juego y estudio./Entre buenos amigos y humildes profesores./Las pocas complacencias nos hicieron más duros./Y los muchos deberes nos hicieron hombres….” (“Treinta Años”.. Idem)
 
Te imagino, el ragún por el escasany y frugal morfi. Justiniano a vos, que siempre le fuiste fiel a la panza llena, para la mente clara. Te imagino, en fuga a patacón por Soldati con tu compañero Francisco Rabanal, segurola, con la complicidad de Luis, el hermano celador. El raje en pos de preciado tesoro, que, además de las granadas en el huerto vacío, no eran, nada más y nada menos, que un par de sanguches, que, ¿pedían de fiado? al encargado del almacén del drepa de Panchito. Batís que eran salideras de puro guapos, ideadas, junto al amigo que ya pintaba como caudillo. Te agrego, por si no lo sabés, que llegó a Intendente Municipal por el radicalismo, su partido, ¿qué fue el tuyo? “..
“…Soy desconfiao en amores/y soy confiao en el juego./Donde me invitan me quedo/Y donde sobro también/Soy del partido de todos/ y con todos me la entiendo,/ pero váyanlo sabiendo:
¡soy hombre de Leandro Alem! (“Milonga del 900” Manzi-Piana).
 
Me decís que ingresaste allá por el 24’ a la Juventud Yrigoyenista y que el bichito te lo prendieron tus tíos Miguel y José Manzione, oficiales de policía y parte de la custodia de don Hipólito.
Me tirás, que colaboraste, junto con Jauretche, en la elaboración de la marcha “Adelante”, yrigoyenista ella, cuyos versos fueron obra de tu compañero del servicio militar, José Constantino Barro, (Sur,Barrio de Tango. H.Manzi. Ed. Corregidor, pág.19) grabada por Carlitos en el 25’.(Inter.. “Esos Malditos Tangos” Ricardo Horvath. Edit. Biblos pág.73)
 
Te alegrás por Pancho y me recordás y ratificás con gesto adusto, que, además de radical, fuiste nacional yrigoyenista y revolucionario. Que no es poca cosa.
Te comento, que hay una Avenida que lleva su nombre, que arranca por Pompeya y continúa por el barrio al que solías mandarte a timbear. El pretexto, entre un truco y canto de flor, era pispiar bien a fondo a los porteños apaisanados, que al retrucar y matear no podían disimular. Eran ellos, y ellos, eran tu musa inspiradora Compartir unas ginebras y cantar las cuarentas del tute cabrero, jugarse en un monte criollo, era como si fueses ellos, pero eras vos, el hombre del sur, tu Sur. De puro guapo chusmeador, te entreverabas en el bravío arrabal, que luego sería historia en las letras de tu obra. Ah, de seguro que hace rato, manyaste que hablo de Soldati. Que gil, justo a vos te la canto. Se pide disculpas.
 “Cuarenta cartones pintados,/con palos de ensueño, de engaño y amor. /La vida es un mazo marcado,/baraja los naipes la mano de Dios…/¡ Hagan juego! “Monte criollo” que en tu emboque/ tu ternura palpité./¡ Hagan juego!/Me mandé mi resto en cope /y después de los tres toques/con tu olvido me topé…/Hoy juego mi trampa tranquilo/ Y entre oros y copas te habré de olvidar” (“Monte Criollo”. Tango. Manzi- Pracánico)
Es más, te agrego, que en la Pancho entre Centenera y Agustín de Vedia, hay una plazoleta con el nombre de FORJA. ¿Té suena? Pará Barba, no te me manques para el nacional, sí, la Nacional Forja. Baja un cambio Gordo, vos que nunca lagrimeaste ni lloraste ante la muerte. Che mozo, mándese con otros dos fecas, ah, uno que sea cortado.
“… Terminó el pupilaje. Te juro compañera/que quisiera volver al colegio perdido/A dormir en/la cama de la pieza primera/ A robar las granadas en el huerto vacio…” (“Treinta Años”. Idem)
Y Cátulo, te esperó, primero el interregno del Luppi pompeyense, y luego que terminaras el bachillerato en el Nacional Mariano Moreno. No fue tan simple la cosa. El pibe enamoradizo, esta vez apuntó a la mina equivocada, la de un profe. )(inter.. “Homero Manzi y su Tiempo. Horacio Salas, pág. 39) Libre en cuarto, tuviste que amacarte en diciembre y marzo para pasar a quinto y completar los estudios. ¿la piba lo ameritaba? Me contestás, que por el solo hecho de ser una dama, lo vale.
“…Luego, la ciencia infusa de mi bachillerato./En primer año bueno. En segundo el mejor./En tercero, mediocre. En cuarto, enamorado./Entonces quedé libre. Culpable el corazón..”
La rata, no faltó, De una, y solo, mascaste la amargura del figurado amor no correspondido. Te imagino solitario, a paso cansino, pidiendo permiso a la izquierda para darle a la derecha, de pucho pechado, y pensando en el cariño imposible. Pero, que hizo posible que tu sensible amargura, fuera formando al hombre que iba a escribir letras para los hombres.
¡Mintiendo ir al colegio me iba por esas calles…!/Sin una compañía. Ninguno me siguió./Al mirar a mi madre quería confesarle/Pero siempre fui avaro con mi propio dolor./Reaccionando de pena aprendí por mi cuenta/La ciencia embarullada del programa oficial/Y en una lucha oscura de  bolillas y temas/Un día traje a casa el diploma oficial…” (“Treinta Años”. Idem)
 
Ahora sí, con Cátulo, podían caminar por Cochabamba al este en busca del comité de Oruro, previo paso por el boliche de San Juan y Loria, “El Carpintero”, donde solías parar. (17) (inter.. Centeya J. La Maga Colección, dic.1995) Me la juego, que por el 26’, en una de sus viejas mesas, esperando al lazarillo que anunciara la llegada del jovato, que con su triste violín, le arrime el bento que le banque la misiadura, te mandaste con el “Ciego del Violín”. Sin chistar, la presentaste al toque al concurso de la revista El Alma que Canta. Enterado el amigo, te la solicitó para musicalizarla, junto con Sebastián. Priorizaste, una vez más, la amistad. Te salió bien la elección. Con el nombre de “Viejo Ciejo”, la obra fue estrenada el 6 de noviembre de 1926 en la pieza teatral de Ivo Pelay “Patadas y serenatas en el barrio de las latas”. ¡exitazo!  (“Homero Manzi: Poesía y Política”. Luis C. Alén Lascano. Todo Es Historia nº 46,feb.1970, pág.14)
“Con un lazarillo llegás por las noches/trayendo las quejas del viejo violín,/y en medio del humo/parecés un fantoche/tu rara silueta/de flaco rocín/Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego,/Al ir destrenzando tu eterna canción, /Ponés en las almas /Recuerdos añejos/Y un poco de pena mezclás al alcohol…/…Parecés un verso/Del loco Carriego,/Parecés el alma /Del mismo violín./Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego,/Tan llena de pena, ten lleno de “esplín”…/…A ver, viejo ciego, tocá un tango lerdo,/muy lerdo y muy triste que quiero llorar. (“Viejo Ciego”, tango. Manzi-Piana-Castillo, C)
 
Al llamado del chiva, te fuiste sin chistar ni patalear. Cuando manyaste la cruel realidad, la sabiola no tuvo descanso, y creaste y recordaste afectos. Con algunos incurriste en mora.  No me digas que no lo pensaste, un tango al feca El tano Julián, siempre te demandó un gotan al almacén que te hizo pensar, madurar y vivir, como buen acreedor mistongo, que le pide al que sabe, pudo y no lo intentó. El Carpintero, como buen laburante, fue génesis inspirador de tu musa, y no lo intentaste.
“Homero Manzi se fue debiéndole su tango al almacén de San Juan y Loria, que fue su paradero inicial en el barrio” (Centeya J. La Maga Colección, dic.1995 p. 36) Te conozco, seguro que no hubo mina alrededor que te enganchara en los recuerdos. Bueno, vos sabrás, El Carpintero tiene paciencia, por ahí ¿quién te dice?

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