Nací y viví en Pasco 923 hasta mis casi 13 años, esto es desde 1953 hasta 1967.
Mi casa ya no está, fue demolida para ser reemplazada por una construcción más moderna.
Mi papá, Osvaldo, era uno de los socios de la casa de artículos para el hogar «Casa Omega». Ellos fueron de los primeros en hacer televisores en nuestro país. Mi papá murió al poco tiempo de mudarnos a Palermo, en febrero de 1968.
Mi mamá, Salvina (Chola) tuvo una academia de danzas en casa, cuando yo era chica, pero fue por poco tiempo.
Hice la primaria en la Escuela Nº 23, General Viamonte, que quedaba a metros de mi casa. Allí recuerdo especialmente a mi maestra de 1º grado, la Srta. Magdalena y a una gran amiga de «primero inferior», Liliana Sánchez, que un año después se fue a vivir a Rosario y la extrañé tanto tanto como se puede extrañar a los 7 años. También recuerdo a mis compañeras de 7º grado: Alicia, Stella Maris, Patricia, Cristina, María Luisa. Por aquella época los actos se llevaban a cabo en el día feriado. Al ser un poco más grande, en esas ocasiones mis padres me dejaban ir con medias de nylon. La Sra. Pinedo (no estoy segura) nos servía la leche (ó mate cocido) con una factura.
En la esquina de Pasco y Carlos Calvo, mi abuela Sara, tenía un negocio de esos que vendían todo lo que uno puede necesitar: golosinas, librería, mercería, juguetería.
Frente a mi casa, en el 5º piso, vivían las hermanas Marta, Adriana y Susana, que iban a mi misma escuela, en otro turno, el de la mañana, y a veces jugábamos en su casa o en la mía.
Al lado de casa vivían las hermanas Mirta y Susana, con las cuales solíamos hacer algunas travesuras tales como pasar desde la terraza de una casa a la otra a través de unos vidrios que las unían, algo terríblemente peligroso, pero recuerdo que era muy divertido estar con ellas.
También recuerdo a mi dentista, el Dr. Saladino, que era amigo de mi papá.
Para las fiestas de navidad y año nuevo salíamos a la vereda con los fuegos artificiales, y con una copa y un pedazo de pan dulce para el policía que solía estar en la esquina.
Cada tanto venía a casa el botellero, a llevarse cosas que ya no usábamos. También del cardador de colchones, que transformaba el patio en un lío de lana.
Y también recuerdo a la florería Flores Real, de donde mi papá le mandaba flores a mi mamá para cada aniversario. La empleada que siempre lo despachaba, Saula, resultó ser vecina nuestra al mudarnos a Palermo, ya que vivía justo enfrente.
Adoraba ir a la feria con mis abuelos, los puesteros de verduras eran italianos que tenían su propia quinta. Los puestos parecerían florerías.
Recuerdos borrosos de aquella época; es cierto que el barrio en el que uno creció no se olvida nunca.