Los pelucas del barrio por Ricardo Lopa

Los pelucas del barrio, por Ricardo LopaSábado por la tarde, la muchachada se va a poner pituca. Costumbre por los cincuenta del siglo pasado, hacerse la carmelita antes de la milonga. Día tradicional de consumo del lope. Los pelucas no daban abasto.

– pibe elegiste mal día, ¡por qué no te das una vuelta el martes que es un día tranquilo!

El negocio de Oscar estaba al mango, clientes de dorapa y todo.

Claro lo tiro al pibe para el martes, pues el lunes no, no se labura en las peluquerías, pues el sábado, el día de la joda, le dan de la mañana hasta la nochecita. No solo corte de cabello, que era lo menos, pues lo importante era el retoque, sino también barba y otras yerbas masculinas.
En la espera, era común en todas las peluquerías, la disputa de los mayores era por el Mundo Deportivo, pues no cualquiera estaba en condiciones, además de garpar al peluca, comprar una revista. Algunos clientes más osados, se atrevían a tratar de leer el tabloide de La Nación, para tal fin le daban un mamotreto de madera para engarzar el periódico. Cuánta razón tenía un amigo al decir, que para leer dicho diario hay que tener tiempo y espacio; te imaginás un obrero viajando en tranvía o colectivo, imposible, por eso siempre tuvo un segmento limitado de lectores.
En casos excepcionales, se levantaba la veda del sábado a los pibes;

– Oscar, tengo el cumpleaños de Jorge
– bueno, la ocasión te privilegia, quedate que te doy la viaba

Y nombré un par de veces a Oscar. El quía tenía la peluquería sobre Castro, casi esquina Constitución, ahí nomás del feca de Gorostigui.

Los pelucas también saben de la moda y racha, como el caso del nombrado. Coqui, Dardi, Cuneca, en resumen todos los pibes del barrio pasaban por sus ágiles manos. Bueno, no todos, otros, a pesar de hacer el aguante a los amigos leyendo el Tony o Misterix, rumbeábamos para el corte a otros pagos.

De la mano del abuelo Vicente, enfilaba para Garay y Castro Barros. Supongo, que Valentino, tal el nombre de mi primer peluca (que recuerde), por ser paisano lo atraía al jovato mayor.  No sin resistencia concurría a lo del tano, pues a los 10 años interesa ir donde hay pibes y no mayores. Pero Valentino, suplía con afecto y confites la morosidad, apuntalado por el abuelo, que me hacia creer que el peluca era hincha del club de fútbol, con el cual simpatizaba. Con intervalo de unos años, volví a la misma, ahora se llamaba “Pepe”, hijo de Valentino, y ahí, tuve la revelación, el drepa, si bien tenía los mismos colores, pero con una franja roja cortándole el chope. ¡qué decepción!. Sin embargo, comprendí al abuelo, cualquier estrategia es válida para suma simpatizante. Además, ¡quien no hizo alguna vez, una trampita con sus hijos!


Bueno uno va creciendo, patalea y busca otro peluca que se chimenta que tiene un corte más juvenil, con el tiempo te das cuenta que son bolasos para atraer, pero en su momento surtió efecto. Y fue nomás la peluquería “Villegas” la agraciada, Pavón y Pasaje Pereyra, en la esquina como quien mira el noreste. Además el titular don Pedro, oriundo de Villegas, Pcia. de Bs.As, ese sí, profesaba los mismos colores, ah, y sin franja roja.


Tenía un oficial famoso, el tano Próspero, no muy alto él, pero era el hombre manos de tijera. En realidad yo le rajaba, porque te pelaba, y cuando llegabas a casa y tomabas conciencia, “que fulero”, tirabas la bronca. Pero, a fe de sincerarme, era el más “próspero” de todos.


Don Pedro, traía ayudantes del Uruguay, entre ellos apareció Roberto, tipo afable, de buena familia y eficaz peluca. Benicio, tal su apellido, fue quien me hizo el corte para el casorio, allá por el ’75. Cuando “Villegas” desapareció, lo seguí a Roberto, hasta el localcito de Castro Barros, casi esquina Pavón, donde continuó modelándome y charlando de la vida, hasta hace unos años, en que cerró.


Bueno, esos eran los pelucas que frecuenté, todos cumplieron su misión en el lugar y momento oportuno, y de todos guardo y grato y afectuoso recuerdo.


Ah, en la actualidad deambulo por mi Boedo, de un peluca a otro, porque ¡gracias a Dios!, todavía tengo bastante para que se entretengan.

Salute

Ricardo Tito Lopa
contacto: [email protected]
Castro y Tarija (Boedo), febrero 2010
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