Leandro Varela
1907
La subcomisaría 35° (1) 1°de abril
La Huelga de Inquilinos el 13 de septiembre.
por Alberto Pereira Ríos
Patio del conventillo de Piedras 1268 que en 1902 tenía 104 piezas donde vivían más de 500 personas. En tal grado de hacinamiento vivían los pobres de la ciudad en aquella época. Revista Caras y Caretas
Dos cuadros presidían su despacho: el del presidente de la Nación general Agustín P. Justo, y la del jefe de la policía Cnel. Ramón L. Falcón. Cerró la ventana para acallar las estridencias de la avenida Belgrano, buscando sosiego para sus evocaciones. Llamó al ordenanza para pedir café, encendió un cigarrillo, y se sentó tan largo era frente a su escritorio. Corría el año 1934.
El comisario Alberto Bardaji evocaba sus inicios en 1907, año en el cual, había formado parte del personal de la subcomisaría 35° con el cargo de meritorio (2), a partir de su inauguración el 1° del mes de abril de ese año. La misma fue puesta al servicio y resguardo de un barrio suburbano, llamado por entonces “Villa Sauce Santa Rita”.
Comisario Bardaji: “La sub comisaría de la cual formé parte, estaba ubicada en la esquina de las calles Zamudio y San Julián (3) Su jurisdicción abarcaba un amplio sector del oeste de la ciudad que comprendía a 560 manzanas. La dotación estaba a cargo del subcomisario, Juan Fernández, quien, al dar cumplimiento a su tarea en 1909, dejó una profunda huella en la estima y consideración del vecindario, por su esforzada e inteligente labor en favor su progreso edilicio. El personal se completaba con los oficiales inspectores Juan A. Lafón, Gabriel Castro, Rafael Amarante y un servidor con el cargo de oficial meritorio. Tenía por entonces 19 años. Integraban además la dotación los escribientes Arturo Martínez, Nicolás Pasera y 27 hombres de tropa. La zona estaba poblada mayoritariamente por gente de condición humilde. Se destacaban como puntos de referencia, la estación La Paternal del ferrocarril “Al Pacífico” y la facultad de Agronomía, dependiente de la Universidad de Buenos Aires. Prevalecían en el lugar, quintas de verdura y una zona dispuesta para los campamentos del personal de las dos fábricas de hornos de ladrillos existentes en la zona. Recordaba también con un dejo de humor que, para disimular el escaso número de nuestra gente, patrullamos la zona durante la noche con algunos de los oficiales cada uno por lados opuestos dando continuos toques de ronda, de forma de darles tranquilidad al vecindario (4).
Ha pasado mucho tiempo, casi ¡veinticinco años! Hoy me resultaría imposible poder precisar el número de casos en los que me tocó intervenir, sin embargo, hay dos, que están, y estarán siempre vivos en mi memoria. Entre otros motivos, porque sus protagonistas fueron cuatro integrantes de una misma familia, en circunstancias y lugares distintos: Sus nombres: Leandro, Sara, Martina y Pedro Varela.
Daré comienzo por el protagonizado por Leandro Varela, quien fuera señalado como uno de los promotores de la memorable “Huelga de Inquilinos”, acontecimiento que tuvo en vilo durante más de cuatro meses (septiembre a diciembre de 1907) a propietarios jueces y policía de la ciudad de Buenos Aires. En tal evento me tocó actuar con el rango de oficial meritorio de la comisaría 1° de la ciudad.
Para abordar tema tan complejo, importa que les relate en síntesis las razones que motivaron el sorpresivo e inédito movimiento: el hecho desencadenante fue el aumento en los impuestos territoriales y las tasas municipales, dispuestos por el gobierno municipal a los propietarios de casas dispuestas para renta. Los propietarios trasladaron el monto de dichos gravámenes a los alquileres, con lo cual, “los verdaderos chivos expiatorios” fueron las humildes familias de obreros que las ocupaban.
Desde hacía ya largo tiempo, los inquilinos reclamaban infructuosamente ante dueños y caseros, por los altos precios de las locaciones y por mejoras en sus unidades de vivienda; sus persistentes reclamos fueron vanos ante la indiferencia desdeñosa de los propietarios.
La respuesta a tal actitud fue contundente e inesperada a causa de lo cual, la contraparte quedó perpleja y alarmada.
El movimiento tuvo origen en el conventillo situado en la calle Ituzaingó 279, propiedad de Pedro Holterhoff. Allí se hospedaban entre otros activistas, el anarquista ya mencionado, los cuales contaron con el entusiasta apoyo de toda la vecindad. Los organizadores no dejaron nada librado al azar; así pues, justificaron su actitud ante propietarios y opinión pública, a través del periódico “La Protesta” dando a conocer las razones de su actitud y sus demandas para retomar el pago de sus locaciones, una vez éstas estuvieran satisfechas. Solicitaban una rebaja del 30% en el monto de los alquileres, la eliminación de los tres meses de depósito y flexibilidad en el vencimiento de los pagos; reclamaban, asimismo, sustanciales mejoras en las locaciones En paralelo, “la Liga de Inquilinos”, formuló un llamado a la huelga a todos los ocupantes de los conventillos de la ciudad; la respuesta fue contundente, a la semana se había plegado a la huelga más del 60% de los locatarios. El área de mayor concentración del conflicto se concentró en los barrios de San Telmo, Boca, Barracas, Socorro y Balvanera, pero, también alcanzó los suburbios de la capital e incluso superó los límites de ésta. Asimismo, aparecieron focos de huelga en Avellaneda y Lomas de Zamora. El movimiento se extendió inclusive a algunas ciudades del interior, como Rosario y con menor intensidad en Bahía Blanca y Córdoba. Al finalizar septiembre, la movilización había alcanzado una sorprendente adhesión numerosos conventillos dejaron de pagar el alquiler, los jueces y el propio gobierno quedaron impactados ante los significativos efectos de la rebelión popular. Refugiados en su egoísmo, no habían advertido las claras señales de inconformismo dadas por aquellos reiteradamente, desde mucho tiempo atrás.”. Toda esta información la fui recogiendo de mis propios subalternos, los que, mayoritariamente vivían en conventillos y que, como locatarios padecían también de dichos abusos. El espíritu de la fuerza estaba seriamente socavado por tal circunstancia. Mi tarea era advertirles que su deber era actuar como policías más allá de cualquier otra consideración.
Leandro Varela: “Fui uno de los promotores y activistas de la huelga, hoy (noviembre de 1924) vuelvo a evocarla a causa de una inquietud de mi hija Sara, la que, a punto de recibirse de maestra, pensó con acierto que el suceso podría ser la base de su tesis de graduación. Le contesté que había elegido un tema para destacarse ya que yo, podía brindarle información fiel y detallada.”.
Sara: Me habías ya comentado que habías sido uno de los iniciadores.
Leandro: Así es, lo que no recuerdo haberte dicho fue el lugar donde se inició la cosa.
Sara: No, pero ya tomo nota.
Leandro: Fue en la vivienda que alquilaba. la llamaban con “El Convento del Puerto” allí, con algunos vecinos, camaradas de la FORA (5) y amigos de la Liga de Inquilinos, establecimos las bases de la organización.
El plan era ambicioso, o sea, interrumpir los pagos de alquileres de todas las viviendas destinadas para renta existentes en la ciudad, el propósito era obvio: forzar a los propietarios a que se avinieran a rebajar los montos, ciertamente usurarios, y a su vez, instarlos a mejorar las condiciones de las pocilgas inmundas que nos tocaba habitar en condiciones infrahumanas.
Sara: ¿Tan deprimente era la cosa?
Leandro: Mucho más de lo que vos estás imaginando, debíamos dormir por turnos en la misma cama, ya que la mayoría de las veces ocupaban el cuarto 6 a y veces hasta por 9 personas por turnos. El fin era abaratar el costo de la locación, a fin de que, al cabo del mes, nos sobrara algún peso.
Sara: ¿No había otras alternativas para vivir en mejores condiciones?
Leandro: No las había en el Buenos Aires de fin y principios de siglo, donde entraban al país, todos los meses, miles de inmigrantes de ultramar. Por lo tanto, la otra opción era dormir al “raso” (6). ¡Estábamos atrapados!
Sara: Sí padre, ahora entiendo porque los propietarios eran tan desdeñosos y “agrandados”, ¡como para no serlo!, todo estaba dispuesto para que ellos actuaran como señores feudales, dueños de vidas y haciendas.
Leandro: Así es Sara , las causas se litigaban en tribunales de primera instancia por entonces a cargo de jueces de paz, que reflejaban en sus sentencias los prejuicios de las clases acomodadas hacia la gente de condición humilde, por esos años, gran porcentaje de extranjeros procedentes de ultramar, quienes mediante su esfuerzo, labraban el progreso del país, del que las clases altas estaban orgullosas, ya que La Argentina por entonces, figuraba entre los diez países más prósperos del mundo y donde los hijos de la burguesía viajaban a París a derrochar sus dineros, mostrándose como los más ricos del mundo.
Para colmo de males, los obreros sufrían el desapego y la indiferencia del poder político en manos de un gobierno que se regía con pautas de concepción liberal, o sea, dejando que el mercado ajuste por sí, las variables de la economía. De manera que, nuestras justas peticiones fueron desde siempre rechazadas con arrogancia por los rentistas de turno; la respuesta literal era siempre la misma: “¡Si no les conviene ahí tienen la puerta!”.
Sara: ¡Así procede el capital, no regulado por el Estado, con la sangre fría de los ofidios!
Leandro: La organización de que te hablé estaba reglamentada en base a las siguientes normas: cada conventillo se comprometía a enviar sus delegados a su comité barrial, y éste a la vez, designaba sus representantes al comité central (7) el cual ejercía la dirección estratégica de la huelga. A su vez, en cada barrio, funcionaban subcomités de propaganda solidaridad y ayuda con los detenidos por la fuerza pública. Fue un movimiento de organización representativa de manera que las bases, tuvieran acceso a sugestiones e iniciativas a través de sus delegados. La huelga se difundió con la celeridad de un rayo, los marcos habituales de difusión de los conflictos obreros, quedaron opacados ampliamente por este sorprendente fenómeno social. La prensa en general difundió nuestros comunicados, y brindaron amplia información; respaldando en cierta medida, nuestros justos reclamos. De manera especial dos de ellos: “La Vanguardia” órgano del Partido Socialista y el diario “La Protesta”, medio manejado por nosotros los anarquistas, a través de los cuales, dimos a conocer a la opinión pública los motivos y reclamos que dieron lugar a la huelga
Los que en síntesis eran los siguientes: “La imposibilidad de vivir dado el alto precio que los propietarios, intermediarios y especuladores percibían sin culpa, por pocilgas en lugar de viviendas dignas. La secretaría del movimiento funciona en nuestro “conventillo del barrio de Barracas, lugar de reunión de los delegados zonales. “Este es un movimiento decía uno de nuestros comunicados, que no pretende estar en contra de nadie, lo que se reclama es vivir con decencia. Por lo tanto, exhortamos a todos los inquilinos de la ciudad a que nos secunden para poder lograr nuestras justas aspiraciones” (sic).
Leandro: La respuesta de los propietarios no se dejó esperar, principiaron los lanzamientos. Lejos de intimidarse ante tal emergencia, los huelguistas reaccionaron doblando la apuesta. Las mujeres ante la ausencia de los hombres durante el día, se negaron con firmeza a abandonar sus hogares, enfrentando a los caseros, a la policía y a las autoridades judiciales cuando llegaban con las órdenes de desalojo. Con su firme actitud se convirtieron en el alma del movimiento.
Oficial Alberto Bardaji: Las quejas estaban a la orden del día. El propietario de la calle México 1370 se presentó a nuestra sección a denunciar que le era poco menos que imposible vivir en su casa a causa de que los inquilinos le amenazaban, y las mujeres le prometieron tirarle agua hirviendo si no se avenía a las rebajas que se le habían solicitado en el pliego de condiciones (8).
Leandro: A todo esto, La Sociedad de Propietarios y Arrendatarios tomó a su cargo la defensa de sus asociados, adoptando la decisión de no aceptar de ninguna forma, ni hacer ningún tipo de concesiones a nuestras peticiones por cuanto tales pedidos no se pueden complacer sin perjudicar sus intereses (9).
Sara: ¡Sabían los muy zorros, que contaban con todas las de ganar!
Oficial Alberto Bardaji: La encargada del conventillo de la calle Estados Unidos 1452 quiso arrancar un manifiesto que estaba pegado en la puerta de la pieza que ocupa el delegado César Méndez, a lo que se éste se opuso, en vista de lo cual, la usurera llamó al “botón”, el que en medio de una gritería infernal arrancó dicho papel, y además pretendió llevar preso a Méndez, creyendo que iba a ser tarea tan fácil como arrancar papeles, pero las mujeres se opusieron a tan intención y el vigilante se retiró en medio de la rechifla general. Según tenemos entendido, las mujeres de este conventillo están decididas en meter en un tacho de agua caliente a la encargada y a su marido (10).
Leandro: En el conventillo de la calle Estados Unidos 768 se celebró el triunfo alcanzado por los inquilinos. Fui invitado junto a otros dirigentes entre los que se hallaba Miguelito Pepe, a participar de su alegría. A las nueve de la noche dio comienzo el festejo. Tendieron varias mesas que cubrieron con papeles de colores ocupando el espacio central del patio; éste hallábase empavesado e iluminado “a giorno” por infinidad de farolitos chinescos y lamparillas de colores. Los inquilinos con sus mejores pilchas manifestaban su alegría compartiendo las itálicas “pastaciutas”, pizzas y las criollísimas empanadas; “regadas” por los infaltables “moscato” y “tintillo”.
Oficial Alberto Bardaji: Las cosas se fueron complicando por la agresividad demostrada por los inquilinos, que lograban impedir los desalojos. Recuerdo un caso en que el oficial de justicia, consiguió en un primer momento trasladar al patio una parte de los muebles incautados por el desalojo; pero su trabajo fue vano, porque a los pocos minutos, los dueños volvieron a reubicarlos. El tumulto fue “in crescendo” y las mujeres de la casa, más, las que habían concurrido de otros conventillos, se armaron de palos, escobas, y otros objetos, y la emprendieron con los representantes de la autoridad, especialmente con el oficial de justicia, quien vio en serio peligro su integridad. Llamado de urgencia, me apersoné al lugar, y di la orden de desnudar los machetes con los cuales el personal a mi cargo acometió a varios huelguistas. Tal decisión, irritó aún más a esa gente. Las mujeres no cejaron en su intento, y al cabo, para mi sorpresa, tuve que presenciar una lucha cuerpo a cuerpo entre aquellas y los agentes. Intentamos entrar al conventillo, pero éstas, estaban preparadas para repeler al grupo de agentes que trataron de intentarlo, iniciando un verdadero bombardeo con toda clase de proyectiles y agua a raudales arrojada en toda clase de recipientes que bañaba por completo a mis hombres. Al cabo de la lucha, habían conseguido desanimar a varios agentes, de pronto, uno de los propietarios que presenciaba el combate, le quitó un revólver a un sargento con el que trató de intimidar a los huelguistas, ¡para que! casi lo ahogan de tanta agua que le arrojaron (11).
Leandro: No lo vas a creer Sara, pero hasta los pibes/as participaron en la defensa de los conventillos. Bajo el influjo de Miguel Pepe quien recorriendo los “conventos” los alentaba bajo la consigna de “Vamos ’muchachos salgamos’ a la calle y barramos con las escobas las injusticia de este mundo” Así fue como el día 20 de septiembre desfilaron alrededor de quinientos entre niños y niñas de todas las edades que recorrieron las calles de La Boca en manifestación, levantando escobas “para barrer injusticias y a los caseros” Cuando la manifestación llegaba a un conventillo recibía un nuevo contingente de chicos, que engrosaban la peculiar columna entre los aplausos del público. Cuando la columna se detuvo frente al conventillo de la calle Uspallata 449 se desprendió una comisión para pedirle el concurso de todos los pibes que había en el “convento”, de los cuales, ya habían salido algunos a la puerta, blandiendo sus escobas” (12) El suceso fue registrado como un dato inédito y de color por toda la prensa de la ciudad.
Sara: ¡Como me hubiera gustado estar entre ellos!
Oficial Alberto Bardaji: El día 22 de octubre se apersonó a la guardia el agente de facción de la esquina de Estados Unidos y Chile, a dar cuenta que había intervenido en un tumulto inusual rayano en la caricatura, el cual, según dijo, atrajo a muchos curiosos por lo peculiar de su desarrollo; el incidente había ocurrido frente al conventillo situado en el lugar, del cual, salió como perseguido por mil demonios un hombre completamente desnudo, quien llevaba solo el calzado; su veloz carrera lo condujo a refugiarse en el almacén ubicado a media cuadra. El origen del hecho tuvo como protagonistas a un oficial de justicia que había llegado con órdenes de ejecutar desalojos en esa vivienda, quien, sorpresivamente, se encontró con la enérgica actitud de los vecinos que impidieron que se consumaran los mismos.
Una de sus actuantes me refirió poco después, las incidencias registradas.
– Había ocurrido que el pobre vejete, (Se refiere al oficial de justicia) observaba con temor en las cocinas, cacerolas de humeantes contenidos, y ante el riesgo de convertirse en fritanga, optó por huir poco menos que despavorido en dirección a la puerta de calle, como si lo persiguieran cien demonios.
Un rato después, apareció muy orondo el encargado de la casa, envalentonado porque venía en compañía de un policía, y amenazó con desalojarlos a todos, tal como días antes les había anticipado. Nuestra reacción fue quitarle hasta la camisa, ante la “prudente” pasividad del agente que lo acompañaba.
Yo le contradije, diciendo que ¡no solo la camisa le habían quitado…! No se achicó, y me contestó diciendo que:
– ¡Y que no trate de entrar después de lo sucedido, porque en cuanto lo intente, le arrancamos sus par….s…! y si ustedes intervienen, el fuego se encargará de hacer mi….a… a esta inmunda covacha. ¡Viva la huelga! (13)
Sara: ¡Qué bravas que eran estas minas!, Hay que admirar la pasión y entereza que ponían en defensa de sus justos reclamos. ¡Admirables…!
Leandro Varela: A fines de octubre, y principios de noviembre, en el momento culminante del conflicto, se estimó que 2.000 conventillos y 120.000 personas estaban involucrados en la huelga. Debo decir que sería injusto continuar con el relato sin no te mencionara la poderosa influencia que tuvo en el desarrollo del movimiento nuestro amigo Miguel Pepe, el dirigente más querido, incansable, tenaz, apasionado. Recorría los conventillos alentando a la gente para que no cejara en su empeño. Todos veían con admiración y simpatía su apasionada misión. Su mirada, su gestualidad, sus mensajes eran claros, precisos, sin vueltas. “Anarquista se nace decía el jefe de policía Ramón L. Falcón, hablando de Miguel Pepe, quien se había convertido en uno de los más activos y eficaces oradores de aquellas jornadas.
Requerido por la prensa, se lo veía siempre encabezando las marchas de protesta, incitando con su actitud a los más débiles y remisos que también los hubo. Cierto día al pasar entre un grupo oímos a un italiano que decía:
– “Ma, qué quiere dun Cusé, desconfío de lo que dice el siñore procuradore. Nos van a portar a Italia ¿sabe?, cun la ley de risidencia … Mecor hubiera sido pagare e non chistare”.
Ante el recrudecimiento, y la enconada resistencia ofrecida por los inquilinos, el gobierno decidió terminar con el conflicto drásticamente, y, apeló a la represión policial para poder ejecutar los desalojos, y al par, evitar sus ruidosas exteriorizaciones en la vía pública. Así pues, frente al conventillo de la calle Perú 973 se destacaron fuerzas de bomberos armados con máuser en número de cuarenta: en la esquina otro grupo de bomberos había armado las mangueras; y agentes del escuadrón de infantería, habían sido apostados en toda la cuadra.
Muchos inquilinos, que no querían quedar en la calle, se atrincheraron en los conventillos dispuestos a usar cualquier método para defenderse de tal irrupción.
Dispuestos a todo, la policía comenzó a dar caza a los dirigentes más influyentes del movimiento. Para lo cual, dieron comienzo los allanamientos, y el desalojo violento de los conventillos más combativos, además, el gobierno recurrió a la ley de Residencia, deportando a los extranjeros más comprometidos. Muchos fueron los compañeros incursos en tal medida, entre ellos mis amigos: Pérez, Antoneda, Páñelmo; no pudieron hacerlo conmigo porque soy porteño nacido en el barrio de Boedo. Igual me procesaron por cinco causas imaginarias y me condenaron a 4 años de “gayola.” Estuve “encanutado en la “Tierra del Fuego de Palermo” (14) no se si vos te acuerdas, porque por entonces, tenías apenas dos años, estuve desde diciembre del “7” hasta mayo del año 1910 en que me salvó la amnistía dictada por Figueroa Alcorta (15) en razón del 1er. Centenario de la Revolución de Mayo. Tu finada madre y mi hermano Pedro al que mucho tengo que agradecerle su apoyo pecuniario, venían a visitarme todos los domingos.
El día 23 de octubre los medios de la ciudad anunciaron la noticia más perturbadora para nosotros, aunque presentida por muchos, la policía había matado a Miguelito. (Días antes había sido herido de bala en un brazo, Felipe Piña, Diario Clarín del 29/7/2007) Una bala “furtiva” del cuerpo de represión le perforó el cráneo, cayó como fulminado en el centro de la calzada (seguramente era el blanco que había que abatir) La noticia provocó gran consternación a toda la clase obrera y rechazo de toda la ciudadanía. Dicha pérdida no solo afectó profundamente a los identificados con su causa, sino también a la causa en sí. La clase obrera en su conjunto pidió esclarecer el crimen y castigar a los culpables pidiendo justicia. (¡¡¡que va!!! por desgracia, el crimen quedó impune, el expediente fue archivado tal como era de esperar con una justicia tuerta.
Es que Miguel se había convertido en mucho más que un mero activista, fue la bandera de la resistencia del movimiento. Y después de su muerte, en un símbolo imperecedero de las luchas por las reivindicaciones obreras.
La Federación respectiva se hizo cargo del velatorio, por el que pasaron miles y miles de personas de todas las categorías sociales. El entierro fue algo que impresionaba, una muchedumbre aguardaba en las aceras y las calles para iniciar la marcha desde Chacabuco y Humberto 1°, hasta la Chacarita. Delante iba la carroza, más atrás el féretro, que era llevado a pulso por ocho mujeres que se iban turnando en la tarea. Seguían un cortejo de más de mil apenadas adolescentes, luego marchaban miles y miles de compañeros de lucha y obreros en general. Desde muchos balcones arrojaban flores a la caravana. A cada momento, durante todo el trayecto, hubo varios choques con la policía lo que obligó varias veces a abandonar el cajón sobre el pavimento. Antes de darle sepultura lo despidieron en nombre del pueblo y de la FORA los compañeros Tonietti, Anderson, Balsán y yo. Todos con inocultable pesadumbre ante el crimen policial dirigido por su propio jefe de policía, coronel Ramón Falcón. (Quien fuera asesinado dos años después”
En la sepultura de Miguel Pepe se le puso una placa que decía: “Víctima de la huelga de inquilinos, asesinado por la policía”.
La muerte de Miguel, marcó un antes y un después en la vigencia de la huelga. Ya nada sería lo mismo sin él.
Sara: ¿Qué edad tenía?
Leandro: no más de 15 años (1892-1907)
Sara: ¿¿Cuantos…??
Leandro: Lo que escuchaste.
Sara: Pero… ¡era solo un muchacho!, ¡no lo puedo creer! ¿Pero cómo un joven de esa edad pudo haber sido un dirigente tan reconocido y popular de semejante movimiento social? ¿Podés darme alguna idea de la razón de su popularidad?
Leandro: Bueno, no soy muy ducho en esas cosas, pero te diré que Miguel era un muchacho carismático, con pasta de líder, apasionado, de firmes convicciones y se lo veía siempre en la línea de fuego, muy querido por sus compañeros, amado por las jovencitas e ídolo de los niños de ese medio. Siempre en la mira de la “yuta” (16). Las mujeres adultas lo ocultaban en sus roperos cuando lo buscaban para “encanutarlo” (17). Lo recuerdo con su saco color bordó, y su infaltable gorra que no alcanzaba a cubrir su cabello rubio. Por eso los íntimos le decíamos en confianza “canario” Se ganaba la vida como obrero y vivía con sus padres en la calle Bolívar 1472.
Sara: ¡Qué pena!, siempre la misma lacra, Te tiran encima el poder del Estado para acallar denuncias de injusticias.
Leandro: Seguramente lo recordarán en el futuro como un joven líder que luchó por las reivindicaciones sociales de la clase obrera de su tiempo. Por otra parte, Sara, no tengo dudas que a él le hubiera gustado morir así, involucrado con pasión por sus ideales.
Baldosa, que lo evoca y que está ubicada en la esquina de San Juan y Chacabuco (CABA) lugar donde fuera asesinado. Fue colocada en 2006
Miguel no fue olvidado. Hay un colegio de jóvenes y adultos ubicada en el barrio de Constitución que lleva su nombre: Bachillerato Popular “Miguel Pepe”.
Leandro: A fines de octubre me enteré que la “yuta” me andaba buscando. Los muchachos, me insinuaron que me borrara por un tiempo. No quise abandonar mi puesto en la lucha, y menos después de la muerte de Miguel y la de otros compañeros que habían sido deportados.
Intercambié con un compañero el domicilio, no obstante, lo cual, durante la noche del 13 de noviembre me fueron a buscar; los sabuesos fueron tan precisos que ni siquiera se equivocaron de cama. En la gayola me enteré que el “buchón” había sido un infiltrado.
El oficial que comandaba la comisión me despertó con un: ¡A ver vos!, vestite que te vamo’ a portar, para que pagues todo el daño que has hecho- Cuando llegamos me aburrió con una monserga de recriminaciones y acusaciones lejanas a nuestra realidad.
Sara: ¿Después que ocurrió?
Leandro: Me procesaron y engayolaron (18) tal como ya te había adelantado.
Oficial Alberto Bardaji: A las 9 y media de la noche del día 13 de noviembre recibimos el dato, salimos a detener al escurridizo Leandro Varela, al cual teníamos en la mira desde ya hacía un tiempo. El muy taimado cambiaba de domicilio con sus compinches. El comisario nos dijo que no volviéramos sin él. Tenía razón, porque hasta tanto no diéramos caza a los ya pocos dirigentes que quedaban, la huelga iba a seguir ¡vaya a saber cuánto tiempo más! El informante fue preciso, dimos con la habitación y la ubicación de la cama. Ay nomás le pegué el grito – ¡A ver vos, vestite que te vamo’ a portar!
Leandro: Lo que siguió era de prever. Violentamente desalojados a bastonazos con manguerazos de agua helada, y sin contar con sus dirigentes, en su mayoría detenidos o deportados; los inquilinos abandonaron la lucha. Sucumbieron ante la presión de la justicia y los mecanismos de represión.
A principios de diciembre la asociación de propietarios respondió a los huelguistas con sus condiciones: dos meses de depósito para todo inquilino, quien, debía, además, probar el pago de los últimos cuatro meses de alquiler en su residencia anterior. Además, la Asociación confeccionó una lista negra que incluía inquilinos indeseables (19). Poco a poco, los adherentes a la huelga fueron desalojados, expulsados o, con la promesa de reparación o mejoras en los edificios, siguieron pagando alquileres mayores.
Meses después, sólo quedaban recuerdos de la “Huelga de Inquilinos”.
A mediados de 1908, un periodista informó haber observado que casi todos los conventillos involucrados en el movimiento, estaban en peores condiciones que antes, y que los propietarios prestaban poca atención a las ordenanzas municipales
Leandro: ¿Lo que te he contado te merece alguna reflexión?
Sara: Sí, desde luego, asumo que el Estado no debiera hacerse el distraído y esmerarse en dar solución a los problemas sociales, concibiendo leyes justas, o sea, que no beneficien solo a una de las partes.
¿Y vos papá, qué frase utilizarías para finalizar mi trabajo?
Leandro: (Sonriendo) ¡Yo…!, lo haría con una soñadora frase que hizo célebre Miguelito Pepe: “Vamo’ muchachos, barramos con las escobas las injusticias de este mundo”
Referencias
- Hoy seccional 41°
- Oficial de rango menor
- Hoy César Díaz y Bufano
- Periódico “Villa Mitre”, diciembre de 1935, págs. 11/12
- Organización de tinte anarquista
- Vale por intemperie, en algún lugar sin resguardo de un techo. No olvidar que en esa época se registraba en el país el mayor flujo inmigratorio, frente a un gobierno de concepción liberal, que dejaba la construcción de viviendas librada exclusivamente a la iniciativa privada.
- Organización adoptada por los Consejos o Asambleas políticas (Soviets) que fueron instrumentadas en la Revolución Bolchevique.
- “La Prensa”, 11 de octubre de 1907
- «La Prensa”2 de octubre de 1907
- “La Protesta” 16 de octubre de 1907
- Tal incidente fue publicado en el diario “La Prensa “en su edición del 22 de octubre de 1907
- Revista Caras y Caretas N° 468 del 21 de septiembre de 1907
- Diario La Protesta, 22 de octubre de 1907
- La penitenciaría Nacional de Buenos Aires llamada popularmente de “Tierra del Fuego, estaba ubicada en el barrio de Palermo. Fue demolida en el año 1962 del siglo pasado. Hoy Parque Las Heras.
- José Figueroa Alcorta presidente de la nación entre 1906-10
- Del lunfardo: Policía
- Del lunfardo: Esconder, guardar, retener, aprisionar.
- Ídem
- Diario La Prensa, del 5 de diciembre de 1907
Obras consultadas:
- Movimientos Sociales “La Huelga de Inquilinos” Juan Suriano
- Buenos Aires, del Centro a los barrios, 1970-1910 James Scobie
- Archivo Periódico “Villa Mitre”
- Enlaces Externos: “Historia de Un Ideal Vivido” Juana Rouco Vuela. Pg.17
- Fotos Diario Clarín, y Revista Caras y Caretas
- Periódicos varios.
- La imagen del Conventillo de la calle Piedras fue obtenida en el sitio http://biblioeconomia.blogspot.com/2009/11/un-conventillo.html
por Alberto Pereira Ríos
Mar del Plata, Bs. As. – noviembre de 2019
Todas las notas de Alberto Pereira Ríos en:
https://www.barriada.com.ar/category/colaboradores/alberto-pereira-rios/