Escuchaba las otras noches un programa, muy tarde por cierto, y nombraron el barrilete, en seguida los recuerdos empezaron a venir, recuerdo a mi viejo trayendo las cañas, comprando el papel de barrilete en lo de Domine, era toda una ceremonia, como en invierno había tiempo, la heladería estaba cerrada, el viejo tenía tiempo para esos juegos. Con paciencia iba partiendo las cañas y de a poco le iba dando forma al barrilete, podía ser cometa, en forma de rombo o hexagonal, a mi me gustaba el último, daba más importancia, tenia otros colores y se notaba más en el cielo. Con mucha prolijidad, mates por medio iba pegando el papel, con mucho cuidado, para no romperse, hasta que iba tomando forma, él a veces, yo me daba cuenta, me miraba la cara para ver mis ojitos encendidos ante una de las siete maravillas del mundo, que para mi con siete años, existían en ese momento. Lo alzaba, lo miraba, cuidaba cada detalle, cuando estaba seguro que estaba bien hecho, venía el broche final, la cola, retazos de trapos de muchos colores le daban el ultimo envión de obra maestra, un rollo de piolín y quedaba listo para jugar. Al otro día, a veces tocaban las vacaciones de invierno, a la mañana íbamos al parque, al que esta en García del Rio y Pinto, por las dudas llevaba papel de repuesto y plasticola, siempre recuerdo el olor a eucaliptos, los coquitos tirados en el suelo, los juntábamos para después llevarlos a casa y ponerlos en un tachito con agua caliente para que diera lindo aroma, la vieja se quedaba en casa, era cosa de hombres, para hacerlo más interesante, le poníamos un papel con algún mensaje. Él decía que cuando llegara al cielo alguien lo iba a leer, claro uno de pibe se cree todo, con el tiempo uno se da cuenta de que el papel sube por inercia, pero, bah, eso no cuenta ahora. El viejo tomaba un pequeño trote, siempre contra el viento y el barrilete empezaba a subir, la satisfacción del viejo al verlo remontar era grande, su obra había tenido éxito, yo recuerdo que reía, era feliz, con que poco, unas cañas atadas, un poco de papel barrilete, trapos y piolín, corría detrás de el cuando ya estaba bien arriba me lo daba, ¡ TENÉ FUERTE, DALE PIOLIN DESPACIO PARA SUBA, NO AFLOJES, OJO LOS ARBOLES !, un montón de recomendaciones, cuando ya la carta había llegado al cielo había que bajarlo, de a poco para que el piolín no se rompiera y no se enredara en ningún árbol. Tarea cumplida, después de yapa unas vueltas a la calesita y a tomar la leche a casa y contarle a la vieja que por un rato había sido astronauta. El tiempo, los barrilete fueron dejando de pasearse por los cielos de Saavedra, dieron paso a las compus, los celulares y la TV por cable, hoy ya pisando los 50 me quedé sentado un momento en una plaza de acá de San Juan, había un pibe con un cometa, me imaginé que era yo, me emocionó, sin querer puse una carta en ese sueño que remontaba, TE QUIERO VIEJA, decía, estoy seguro que la leyó.