«El mito gaucho», la muestra organizada por la Biblioteca Nacional, que retoma el nombre del célebre libro del filósofo Carlos Astrada proponiendo un recorrido por la historia de la literatura gauchesca, será inaugurada el jueves 9/12 a las 19hs. Podrá visitarse entre el 10/12/21 y el 31/12/22, de 09:00 – 21:00 hs. Entrada libre y gratuita. #bibliotecanacional #elmitogaucho #gaucho
“Y en lo que esplica mi lengua
todos deben tener fe;
ansi, pues, entiendanmé,
con codicias no me mancho:
no se ha de llover el rancho
en donde este libro esté”.
José Hernández
La vuelta de Martín Fierro, 1879
Usos gauchos y gauchos usados
por Juan Sasturain
Director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno
«Cualquiera de estos días, doscientos años de por medio, podemos llegar a imaginar (y componer incluso) un nuevo diálogo patriótico más o menos interesante entre Ramón Contreras, aquel “gaucho de la Guardia del Monte”, e Inodoro Pereyra, el consabido Renegáu, sin que las cenizas del lúcido peluquero oriental —el dato del oficio de Hidalgo es aporte de Rojas, el comentario incisivo acerca de su aptitud para lo coloquial, de César Fernández Moreno— se alboroten donde quiera que reposen.
Se divertiría, el de los despejados cielitos, ante la posibilidad. Y podemos suponer que Fontanarrosa también: alguna vez versificó en fluido romance las angustias del señero sanitario ante el desafío a su hombría que se le planteó en los voraces aduares ranqueles.
Cualquiera de estos días podemos convocar —con debido respeto a las canas— al Pampa José Larralde o al fantasma reciente de Omar Moreno Palacios para que les pongan cadencia de milonga surera a los trovos de Paulino Lucero, el vocero pendenciero de Ascasubi. Don Hilario, unitario, que no le hacía asco editorial a París —como el maestro Chavero al elegir audiencia sin por eso desmontar del pelaje criollo a la hora de entonar—, hizo del trovo su modo de opinar. Y así ha sido siempre.
La gauchesca vive, no es momia ni mausoleo. Transfigurada sin arqueologías disciplinadoras. De donde proviene —la oralidad, el soporte efímero, la circulación no convencional de las piezas (no digamos textos, la escritura y el soporte libro son postrimerías)— es a donde parece que siempre vuelve mejor sin ortopedias, el pago movedizo donde ha tenido más perdurable descendencia: los medios marginales, la desprolija e informe marea narrativa y opinadora que calza en el octosílabo payado o rapeado sin pudores, en el cuento jodón o la apoteosis legendaria del justiciero o sanador que el pueblo necesita.
Convengamos en que siempre hay artificio. Gauchesca y no gaucha, decimos bien. El que formula “yo no soy cantor letrao” ya lo es a su manera sesgada, elige funcionalmente “otras” letras. De ahí que en lugar de tratar de destilar esencias más o menos metafísicas o recortar arquetipos de excesiva argentinidad, cabría apuntar —como hacen estos textos dispares y ejemplares— a las modulaciones infinitas, discordantes incluso, del uso y abuso gauchescos.
Lugar de paso y encrucijada, objeto habitual de manipulación y taxidermia, lo gauchesco vive (más que sobrevive) en modos y gestos de dicción y de escritura cada vez más liberados de asumir la (pesada) carga identitaria de la equívoca nacionalidad siempre en tránsito de definición.
Este despliegue de abordajes rotulado con impunidad El mito gaucho —contraseña que el doctor Carlos Astrada, no a sabiendas, nos legó— da cuenta con rigor y sin solemnidad no solo de brasas vivas sino de esplendores por venir.»
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