Comer merluza y eructar caviar

Comer merluza y eructar caviar por Cristina Puricelli
Cuando yo era chica mi viejo, que fue periodista, leía mis ejercicios de lengua y me hablaba de la riqueza del lenguaje y la importancia y el peso de las palabras.
por Cristina Puricelli
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Me hacía leer los copetes de las noticias en los diarios, buscando.

– Buscando qué, le preguntaba yo.

– Tu propia lectura me respondía él.

Hoy lo evoco porque cualquiera pareciera tener el don de decir y pocos el de interpretar. La opinión se confunde con información o noticia y la capacidad de discernir es menor. Se desvirtúan los hechos. Se degeneran las opiniones que, de tanto escucharse, tienden a convertirse en verdades, ésto como si un hecho para ser verídico requiriera como condición tener a su favor opiniones «mayoritarias». Del mismo modo las palabras resultarían no ser hoy significantes. Perdieron entidad ante la insensatez de quienes las pronuncian, no por su peso, sino por el precio que el poder de turno dispensa para su difusión.

Y el oyente? Y el televidente? Y el que dice que se informa? Tal vez ausente por desinterés. Tal vez distantes porque el día a día lo abruma. Pero si estamos todos en el mismo suelo, porqué no llamamos a las cosas por su nombre? Porqué no volvemos al peso de las palabras? No tener trabajo es indigno. No poder conservar el techo es humillante. Tener que elegir entre la compra de un medicamento o un kilo de pan es inhumano. Un niño desnutrido por falta de alimento o de educación no tiene nombre.

Qué discuten, entonces, nuestros representantes, los hayamos votado o no? Acaso es tan difícil entender que el bote es el mismo, que para que flote se necesitan brazos que muevan los remos con el mismo ritmo, con el mismo ahínco? Ya me cansaron estas diferencias entre los de arriba y los de abajo. Entre los que creen pertenecer no sé ya a qué clase, situación social, cultural o religiosa. Acá el único pertenecer es al país, la única clase son los argentinos, por su unívoca condición de haber nacido en este suelo o haber elegido vivir, parir o morir en él.

A mis compatriotas les imploro: muchachos «dejen de comer merluza y eructar caviar», a su lado hay miles que no alcanzan ni a las migas del pan.

por Cristina Puricelli
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Crédito por la imagen que ilustra la nota: María Elena Puricelli.
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3 COMENTARIOS

  1. Excelentes reflexiones sobre la opinión que se vende como información, sobre la ausencia de pensamiento crítico de los «receptores» que pasivamente consumen lo que se les ofrece, y, fundamentalmente, sobre la pérdida de entidad y conciencia social de los que se sienten terratenientes en el cantero de su pequeño patio. Me encantó la potencia sintetizadora del título, obviamente el padre de la autora estaría feliz de leerlo.

  2. Carlos, muchas gracias por tu devolución; me alienta a continuar compartiendo un pensamiento y un sentir que sé es de muchos.

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