Seguramente muchas veces nos hemos preguntado sobre el origen del nombre de nuestro barrio. Quizás nos sorprendería saber que la elección del mismo responde a los más variados motivos: la devoción a un Santo, congregaciones religiosas que los habitaron o, como en el caso de Floresta, tener una arboleda abundante y frondosa.
Ahondando un poco en la historia de estas ”pequeñas ciudades” dentro de la gran urbe de Buenos Aires, me llamó la atención el origen del barrio que, familiarmente conocemos con el nombre de Chacarita, siendo en sus orígenes el de Chacarita de los Colegiales.
Como muchas de las palabras que utilizamos a diario, la palabra quechua “chácara” o su forma sincopada chacra designó, según el “Diccionario de Argentinismos” de Lisandro Segovia “una finca rural destinada a la labranza, aunque no tenga casa”.
Esta Chacarita fue en principio una casa de campo que tenían los jesuitas para solaz de los estudiantes del Colegio de San Carlos.
Con el tiempo fue visitada por muchos personajes ilustre de los distintos momentos de nuestra historia.
Fueron los Padres Jesuitas excelentes anfitriones del Virrey Nicolás de Arredondo con todo su séquito. Los invitados siempre saborearon las exquisitas bebidas de las bodegas y los frutos de la huerta.
Más adelante, el mismo Liniers se detuvo con sus tropas para esperar noticias de la Ciudad ocupada.
Ya por 1863, Miguel Cané y sus compañeros pasaban en la Chacarita días de esparcimiento ¡Entonces sí era la Chacarita de los Colegiales! Aunque cada llegada de éstos no era vista con mucha alegría por la vecindad, que acostumbrada al silencio y la tranquilidad se sentía atemorizada por la sangre vibrante de los estudiantes.
En 1871, la fiebre amarilla significó un cambio fundamental en la barriada. La enorme cantidad de víctimas del terrible azote colmó la capacidad del cementerio del sur y fue menester habilitar una parcela en la Chacarita de los Colegiales, para la inhumación a granel de los cadáveres que traían, primero las carretas y luego el llamado “tren de la muerte”, con su fúnebre carga arrastrada por la vieja locomotora “La Porteña”, que corría por un desvío ad hoc del Ferrocarril del Oeste. Allí nació el Cementerio de la Chacarita.
Como contrapunto a lo que parece un final sombrío, quisiera traer los versos de Jorge Luis Borges que le canta al barrio: “he oído tu palabra de caducidad y en ella no creo, porque tu misma convicción de tragedia es acto de vida y porque la plenitud de una sola rosa es más que tus mármoles”.
Susana M. Pussacq
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Fuente: “Paseos Literarios por Buenos Aires” de Delfín Leocadio Garasa (Municipalidad de Buenos Aires. 1981)
Imagen: La Chacarita de los Colegiales, ilustración libro Juvenilia, de Miguel Cané, realizada por Raúl Soldi