Nacido el 25 de julio de 1878, en el pueblo bonaerense de 25 de Mayo.
Desde temprana hora, sucesivas adversidades oscurecieron su vida. Debió reemplazar al padre muerto en el cuidado de su familia. (“En Recuerdo de dolor “evocó la pérdida paterna y el desamparo de su mundo familiar).
Todo oficio era bueno para ganarse el sustento, fue de hojalatero a torneador de taco Luis XV. ” ¿Tus manos? Tus fatigadas manos de hijo de inmigrante, se tajearon con la trincheta de acero cortando hojas de charol sobre el mármol de un taller de zapatería…” (Homero Manzi, Poemas, Prosa y Cuentos Cortos de Homero Manzi. Corregidor. 1998. “José Betinoti”. )
Habiendo contraído matrimonio, con María Cacciamatta en 1897 en la Iglesia San Carlos, ubicada en las actuales calles, Hipólito Yrigoyen y Quintino Bocayuba, de la Ciudad de Buenos Aires, debió aceptar que su mujer continuara trabajando de cigarrera, único ingreso seguro del hogar que fundó antes de cumplir veinte años. Se despidió de la ilusión de un hijo al morir éste, José Juan, a los siete meses.
Afincado en el barrio de Almagro, en casa de inquilinato de México al 3500. Mudose, luego a San Telmo. Ambos barrios tradicionales, le facilitarían el vínculo con el suburbio.
Por esos días, el payador no había nacido todavía. Ocasionalmente, entre un vals y una polca, despuntaba el vicio. Durante largo tiempo, Betinoti tuvo que resignarse a ser, un postergado. La elite payoril, no le daba cabida.
En una crónica periodística (Clarín, setiembre 4 de 1949) contó Ismael Moyá:
“Betinoti había cumplido veintitrés años y padecía el petulante menosprecio de los consagrados”.
La amistad con el payador Luis García, su maestro (que compartía el mismo inquilinato de la calle México) le permitió abrirse paso, revertir en aplausos los desprecios. García, ya famoso, lo empapó de su propia experiencia, le enseñó a domesticar mejor sus versos. Pero hizo algo más. Lo introdujo en el circo que funcionaba en la esquina de Venezuela y Maza (Segunda Belgrano se llamaba entonces) y donde era estrella.
Entre 1899 y 1901 estuvo al lado de García. En años posteriores cantó con otro payador de envergadura, Gabino Ezeiza.
Uno de los maestros visibles de Betinoti fue Pedro B. Palacios (Almafuerte), como lo delatan algunos de sus sonetos, empezando por “Los payadores”, cuyo epígrafe reconoce explícitamente esa influencia.
Su popularidad naciente le hace publicar folletos de versos y colaborar en la revista La pampa argentina.
Por su énfasis sentimental, por sus dolidas invocaciones al amor materno, por su crepuscular acento, fueron esas letras las que conquistaron repercusión epidémica.
Lograba sobresalir cuando avanzaba hacia lo estrictamente autobiográfico: las lamentaciones por la madre, los desengaños personales, las melancólicas vigilias amorosas. No es por azar que la pequeña inmortalidad de Betinoti haya encontrado tierra firme en páginas como “Tu diagnóstico”, “Pobre mi madre querida”, o “Como quiere la madre a sus hijos”.
Cantados y vueltos a cantar por sucesivos intérpretes (Carlos Gardel, Hugo del Carril, Alberto Castillo, entre otros), la perduración de títulos semejantes se explica por su misma bifurcación en otras voces. En una letra como “Remembranzas”, registraba parte de su vida, y las tempranas desilusiones de su autor.
El Betinoti más perdurable pertenecía al suburbio, a su mitología sentimental, a su habla. En “Del arrabal” (dedicado a Enrique Muiño) el payador rimó las jactancias de un compadrito que corteja a una nueva candidata. En “El cabrero”, otro malevo protesta a su dama por los desaires económicos que le inflige.
Pero, su militancia en político y social es poco conocida, quizás por no compartir las ideologías del grupo liberal que gobernaba el país, en el contexto que al payador le tocó participar. Claro ejemplo, es su “Alem”: “Al ilustre ciudadano/ de preclaro patriotismo, / que consagrado al civismo/ supo luchar por el bien, / que sí dejó vinculado/ su nombre en honrosa historia, / es digno de la memoria/ el doctor Leandro N. Alem”.
Próximo a los festejos del Centenario, en pleno auge del liberalismo de la Generación del 80’, de puro corajudo participó en la provincia de Santa Fe en una celebración partidaria del Radicalismo y cantó una composición suya. “Unión Cívica Radical” que anatematizaba contra “caciques y mandones”.
Claro, que con actuaciones como estas, se silenciaba políticamente, y, desde entonces, fue el enfoque maternal, el que lo acompañó en su labor artística.
La alabanza del Radicalismo que transmite esa página y la glorificación de Leandro Alem en otra, no parecen haberle impedido, también, su adhesión al Socialismo. Su canto “El obrero” quizá certifique, aunque difusamente tal pretensión.
Es de aclarar que, aunque habitualmente se escribe el nombre Betinoti con “doble te” (al principio o al final, según el capricho de cada uno), mantenemos la grafía de su apellido de acuerdo con su firma personal.
Una anécdota bastante difundida sostiene que mientras agonizaba, una cuerda de su guitarra, la prima, se quebró con estallido similar a la queja. Si no es cierto, merece serlo.
Era un 21 de abril de 1915, y Manzi, en la letra de su milonga, lo recuerda, así:
“En el fondo de la noche/ la barriada se entristece/ cuando en la sombra se mece/el rumor de una canción/ Paisaje de barrio turbio/chapaleado por las chatas/que al son de cien serenatas/perfumó su corazón…Y la noche de los barrios/ prolongó un canto de amor/ animando tu recuerdo, / ¡Betinoti, el Payador!.”
Bibliografía
Tabaré de Paula “Betinoti, Padre del Tango Canción. Revista Todo es Historia nº 149, marzo 1979
Alfredo De La Fuente. “El Payador en la Cultura Nacional” Ed. Corregidor 1986.
Ricardo Horvath “Esos Malditos Tangos”. Edit. Biblos. 2006.