Antojo de Arrabal por Ricardo Lopa

El Palacio: estadio Tomás Adolfo DucóSabés Cachilo, hoy no es un día cualquiera, pues, estoy de antojo en el Tuyú. Viste viejo, los hombres también tenemos antojos. Bueno mi jermu, en el embarazo de la Pichulina, la mayor, lo tenía, y de orejones. Sí, entendiste bien, ¡orejones! O sea, la joda no era simple, venía pesada la noma.

Todas las veredas de Boedo, desde Cochabamba hasta Independencia fueron testigo de la súplica por conseguir el objetivo. Al rato de la travesía, pareciera que el mismísimo Jesús intervino. Un señor delgado y con barba haciendo juego, nos tira:

– en la cuadra que viene, ahí nomás, venden

Le bese la mano al Señor, que merecía la canonización por el milagro.

Llegados al lugar, la Piru y el quía, la euforia fue decayendo.

– ¿qué sucedió? Chau, falsa alarma, no vendían orejones.

Te equivocaste Negro, había orejones.

– ¿y entonces?

Lo inesperado, parece que el antojo, había tomado un dejo inflacionario.

– cómo, dejate de joder, eso ya es pasado.

– bueno, justamente el contexto lo ameritaba, estaba a pleno, pero no apunta ahí el aumento.

– dale, batime para donde rumbeás.

– la que te jedi, los quería de pera. Sí, escuchaste bien, “de pera”

– Ricardo, habías ganado una batalla nada más ¿y ahora?

– pugnaba por ganar la guerra, y lo logré encarando San Juan, antes de aterrizar en Boedo, estaba y está el añejo Mercado, y los viejos la saben lunga, y traen soluciones.

– ¡y orejones de pera!

– efectivamente Cachilo. Se firmó el Acuerdo y se hizo la paz tan buscada por ambas partes.

Bueno, decime Ricardo, empezaste que estabas de antojo, pero, me chamuyaste el de tu mujer. ¿a dónde apuntás?

Antojo de Arrabal, a eso apunto.

De patacón por Catamarca rumbeo al sur. Pasalacua Boedo, llegando Patricios, presintiendo Pompeya.

Anclao en el Parque, está el Bernasconi. El de la donación del tano zapatero, que el Peludo supo cuidar y ejecutar. Los del barrio la escarcharon como la “Quinta de Pancho Moreno”, del Perito Pascasio, un pedazo de pampa enclavada en el Parque, envuelta en  la tragedia de Santos Godino, “el petiso orejudo”, ¡tragicomedia! El Bernasconi, donde Rosarito enseño sin cesar y mamá Elsa, el primario, en su primera promoción, supo cursar. 
Catamarca llega hasta Caseros, y más allá la historia con Luna, es otra.

Se la chamuya de fulerías. Pero la cosa no comienza mal.

Ahí nomás, al 167 de Luna, un pibe del barrio, médico se recibió, y siguiendo el ejemplo del troesma Genaro Giacobini, chapa y consultorio instaló. Pugliese era el tordo. A los pobres atendió, consulta muchas veces no les cobró, y a los bepís un mango les tiró.

Y fue el tradicional médico de la familia, inclusive la del quía. Las amígdalas a los cuatro años, el especialista extrajo, pero, los brazos del doctor al pibe supo proteger.

Ir a visitar al tordo nunca es grato, pero, siempre era una buena excusa, para respirar aire de arrabal, mezclado con el olor que el gasoducto de Alcorta solía desparramar.

Antojo de Arrabal, “y más allá la historia con Luna, es otra”

Conventos no faltaron, el croar de las ranas tampoco, ¡ y cirujas!

Y estaba ‘la quema’,  y sí,  había cirujas. Consecuencia, el cirujeo no faltó. Los puntos la iban de ‘cirujanos’ en el rebusque de la basura, como quien labura en el cuerpo humano. De tan ligeros que eran para el tajo, nació duelo de guapos, y el tango, en el esquive de meta y ponga.

– que decís Cachilo. ¿Qué omití en el recorrido?
No flaco no me olvido.
 
Colonia, Pasaje Mutualismo, la madrina, era otro recorrido, que lamentablemente para la pobre, y especialmente para el quía eran todos los 29 de junio. Pues a la que te jedi, se le ocurrió llamarse Petrona. Es decir, que me privaba de la fogarata de San Pedro y San Pablo, que tan ardorosamente contribuía a preparar.

Pero tal sacrificio tenía su compensación. Ver al Palacio desde Jujuy era estremecer todo mi ser y sentir. ¡viste Cachilo que no me zarpé!

Y ahí está el Globo centenario que nació en Pompeya, paseó por un discutido Boedo y ancló en Patricios. Como batía Homero “dueño de una sede lujosa y del primer estadio sudamericano” (“Treinta Años de Recuerdos Alrededor de un Globo”. Poemas, Prosa y Cuentos Cortos. H.Manzi. Ed. Corregidor).

Bueno Pompeya, cargada de fe y recuerdos de casorio, me espera.

¡No te parece Cachilo, que mi ‘Antojo de Arrabal’, fue más sencillo que el de rastrear orejones!

Ponés jeta, bueno, claro, no me bancaba en la panza al crío, que no era poca cosa la futura quemerita.

¡Ejemplares únicos los porteños, antes de partir estamos añorando y antes de llegar, estamos volviendo!

Salute

Ricardo Tito Lopa
contacto: [email protected]
Mar del Tuyú, enero 29 de 2009

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