Es considerado «El jardín de la Ciudad» ya que cuenta con más árboles que cualquier otro barrio porteño. Sus casas son bajas y confortables y sus jardines son amplios y cubiertos de flores y arbustos de bellos colores convirtiéndolo en un paraiso celosamente defendido por sus habitantes que no lo cambian por ningún otro, convirtiéndolo en una zona tradicional de familias.
Sus calles son también amplias, arboladas y silenciosas e invitan al descanso y a la meditación. Es la contrapartida del resto de Buenos Aires, tan nervioso y convulsionado por el progreso que a veces en esa dura competencia provoca la amargura y el sinsabor de sus ciudadanos.
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