Tres Esquinas, un barrio y un tango

Tres Esquinas fue el nombre de una estación perteneciente a un antiguo ferrocarril con cabecera en Venezuela y Paseo Colón y destino final en el puerto de Ensenada. El empresario Guillermo Wheelwright había obtenido la concesión para construirlo en 1857. Partía de lo que hoy es la esquina de Paseo Colón y la calle Venezuela, e iba por un viaducto de hierro hasta Casa Amarilla. Todavía está ese viaducto, aunque nadie pueda verlo pues se encuentra enterrado, ya que al clausurarse fue más barato taparlo que desarmarlo.

por Vigía
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El 18 de septiembre de 1865 se inauguró el servicio de Venezuela a Tres Esquinas, pasando por Casa Amarilla, General Brown y Barraca de Peña. En abril de 1872 se habilitó hasta Quilmes y el 31 de diciembre del mismo año llegó, por fin, al puerto de la Ensenada.

Merced a una prolongación, durante un tiempo los trenes partieron de la Estación Central; un gran edificio que estaba detrás de la Casa Rosada y que un incendio destruyó por completo en 1897. Un año después del siniestro la línea fue adquirida por el Ferrocarril Sud, que más tarde alteró su traza y un día dio de baja para siempre a todas las paradas incluyendo la de Tres Esquinas, pues los trenes solo serían despachados -como sigue haciéndose actualmente- desde Plaza Constitución con diferente recorrido. A mediados del siglo XX, en 1955, la estación fue demolida.

En la zona existía un bar con el mismo nombre: Tres Esquinas, calificativo que fue cambiado por el de «Cabo Fels», algo poco común para un negocio donde se expenden bebidas. Fue a resultas de una hazaña realizada por un conscripto que en diciembre del año 1912 realizó el cruce del río de la Plata en un avión liviano, una verdadera hazaña para la época, record mundial de vuelo sobre el agua; fueron 2 horas y veinte minutos. Como el vuelo fue realizado sin autorización, el conscripto Fels fue castigado por las autoridades aeronáuticas, pero luego fue indultado por el presidente Roque Sáenz Peña y ascendido a cabo.

En ese rincón del arrabal porteño, en el año 1914 se construyó un edificio que aun hoy se conserva, en la planta baja funcionaba una cervecería.

Cuando despuntaba la década del veinte, un muchacho nacido en una casa de la calle Goncalves Días al mil y pico, en pleno barrio de Barracas, que de pibe se fue a vivir al barrio de Parque Patricios, su nombre José Ángel Lomio y de profesión cantor de tangos, también se presentaba en otro boliche vecino con el nombre artístico de Ángel Vargas. Pronto se hizo famoso por la dulzura de su voz, a tal punto que fue bautizado como «El ruiseñor de las calles porteñas». Uno de los tangos que lo acercó a esa fama fue Tres Esquinas con la orquesta de Ángel D’Agostino; un tango que originalmente se llamó «Pobre Piba» escrito por D’Agostino, para una representación teatral llamada Armenonville que fue representada por la compañía Arata-Simari-Franco. Alfredo Attadía aportó la parte correspondiente al bandoneón y Enrique Cadícamo le puso letra. Fue grabado en 1941 para el sello RCA Víctor.

                       Yo soy del barrio de tres esquinas
                       Viejo baluarte del arrabal
                       Donde florecen como glicinas
                       Las lindas pibas de delantal
                       Donde en la noche tibia y serena
                       Su antiguo aroma vuelca el malvón
                       Y en las noches de luna llena
                       Duermen las chatas del corralón

                       Soy de ese barrio de humilde rango,
                       Yo soy el tango sentimental,
                       soy de ese barrio que toma mate
                       bajo la sombra que da el parral
                       en sus ochavas compadreé de mozo,
                       tiré la daga por un loco amor
                       quemé en los ojos de una maleva
                       la ardiente ceba de una pasión.

                       Nada es más lindo ni más compadre
                       que mi suburbio murmurador,
                       con los chimentos de las comadres
                       y los piropos del picaflor.
                       Vieja barriada que fue estandarte
                       de mis arrojos de juventud,
                       yo soy de un barrio que vive aparte
                       en este siglo de Neo-Lux.

Barracas y su vecino San Telmo han sido y son barrios de tango por excelencia y lo seguirán siendo porque es su esencia que está latente a la vuelta de cada esquina, solo basta el sollozo de un fuelle para que emerjan de su aparente letargo.

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