Tiempos de Cólera y Fiebre Amarilla en la ciudad de Buenos Aires

Dres. Walter Reed y Carlos Finlay
Europa padeció la Peste Negra. En Buenos Aires se sufrió por el Cólera primero y luego por la Fiebre Amarilla, pero en tiempos de esta última, en medio de tanta muerte,  se celebró el Carnaval porteño. Es bueno recordar hechos ocurridos a la humanidad, para comparar, reflexionar y analizar justamente ahora que estamos viviendo unos momentos semejantes. #epidemia #colera #fiebreamarilla #SusanaBoragno
por Susana Haydee Boragno

La plaga que asoló a Europa en el año 1348, se la conoció como las Peste Negra. La palabra proviene del latín, pestis, un genérico que designaba a las calamidades, como plagas, terremotos. Llegó de Asia a través de las galeras genovesas provenientes del Mar Negro, que atracaron en el puerto de Mesina, desde donde se difundió por toda Italia y causó el mayor impacto por el gran abarrotamiento urbano.

Boccaccio, en su libro Decamerón, describe los efectos de la peste en Florencia. Las galeras no pudieron anclar en Génova, donde había llegado la noticia, recalaron en Marsella y desde ahí se infectó a Francia y a Europa. A partir de la Peste Negra se instauraron las cuarentenas, las naves que venían de de Oriente, debían aguardar 40 días antes de permitirles descargar personas y mercaderías. Se dijo que las causantes de la peste eran el humo que liberaban los terremotos, que era la “ira de Dios” por las grandes corrupciones. La Facultad de Medicina de París llegó a la conclusión que era provocada por la triple conjunción de Saturno, Júpiter y Marte. La Peste Negra puso “el mundo pata arriba” La mortandad de un tercio de la población llevó a solicitarle al Papa Clemente VI dispensas matrimoniales para que puedan casarse familias hasta el tercer grado de consanguinidad y que las viudas pudieran casarse antes del año reglamentario.

En el año 1894, el bacteriólogo suizo Alexander Yersin descubrió que la causante de la peste era una bacteria que vivía en una pulga que viajaba en el lomo de las ratas, la Xenopsilla cheopis.

Epidemias en Buenos Aires

En Buenos Aires, las más recordadas son la Epidemia de Cólera en 1867/8 y la de Fiebre Amarilla de 1871. En diciembre de 1870, se supo que en la zona de Paraguay y Brasil se había detectado casos graves de una enfermedad que se sabía poco de su origen. El barco Proveedor procedente de Paraguay, traía dentro de sus pasajeros un enfermo que provocaría la epidemia que se extendió rápidamente. El primer caso se constató el 27 de enero de 1871. El gobierno decretó un feriado que terminó el 14 de mayo. Se clausuraron templos, escuelas, teatros. Se evitaban los velorios y los muertos se debían enterrar dentro de las seis horas de fallecidos. Hubo casos que se llevaban a la gente aún viva. Se colapsaron los cementerios. El gobierno de la provincia, Emilio Castro emitió un decreto el 11 de marzo dando cuenta que se establecía una nueva necrópolis, la actual Chacarita y el mismo día autorizó al F. C. Oeste la construcción de un ramal de 5000 metros para facilitar el transporte de los féretros a la nueva necrópolis. Fue dirigida por el ing. Augusto Ringuelet que en un mes completó la obra. Circuló por lo que es hoy la Avenida Corrientes A la altura de la calle Bermejo, (Jean Jaures) se construyó una estación, que funcionaba como depósito donde se apilaban los cadáveres hasta el momento de se traslado por la locomotora La Porteña a su destino final.

La epidemia no perdonó a nadie, no distinguió edad, género o grupo social. Fallecieron médicos, religiosos y autoridades. El barrio más afectado fue San Telmo.

Pero a pesar de esos dramáticos momentos se celebró el Carnaval. La prensa escrita es una muy buena fuente de información para seguir los acontecimientos. El Diario El Nacional ofrecía artículos de las mejores fábricas alemanas e inglesas. ¡Apúrense compradores…¡ Se invitaba a los vecinos a adornar sus casas. El Diario La Tribuna ofrecía su imprenta para toda clase de impresiones, carteles, y le proponía hacerle sus canciones… todo más pronto y más barato… El diario La República anunciaba que “en Maipú 27 se encuentra el mayor surtido en decoración de balcones. En Florida 202, se venden pomitos, desde 25 pesos». Los reclames publicitarios no delataban el desastre, pero en otras secciones de los diarios mostraban la otra cara y se informaba la cantidad de fallecidos. Al año siguiente el diario La Nación, recordaba que las comparsas se habían convertido en procesiones fúnebres.

El presidente Sarmiento colaboró con “tan solo 100.000 pesos” y se fue a Mercedes donde alquiló una vivienda por 8.000 al mes. Fue muy criticado y se lo llamó Juan de afuera.

La orden fue desocupar los conventillos y también la ciudad. El Ferrocarril del Norte y el Sur niegan boletos gratis para pobres pedidos por el gobierno. El Ferrocarril Oeste ofrecía pasajes gratis para trasladar la población a los vagones que en número de cien había dejado disponible en Moreno. También ofrecía cien vagones en Ramos Mejía, en Merlo y en Morón puso a disposición 40 vagones para 1500 familias. El gobierno nacional pone 50 carpas a disposición. En Buenos Aires fallecieron 13.725, puede ser que muchas muertes hayan escapado a las estadísticas.

En 1871 no se tenía idea de las causas de la epidemia de fiebre amarilla. Se necesitó que el médico cubano, Carlos Finlay (1833-1915) estudiara el comportamiento de los mosquitos y descubriera que eran los vectores transmisores de la enfermedad. El 15 de agosto de 1881, presentó un trabajo en la Academia de Ciencias Médicas de la Habana donde acusó formalmente al mosquito Aedes Aegypti. El mosquito hembra al picar a un enfermo, cuando volvía a picar infectaba a un cuerpo sano. Lo tildaron “el loco de los mosquitos”,… un demente inofensivo, de ideas descabelladas. El médico Walter Reed de los Estados Unidos llegó a Cuba y se contactó con Finlay y tras una rígida experimentación, permitió dar una sólida base científica a las ideas de Finlay. El día del médico, el 3 de diciembre se celebra en honor a su cumpleaños.

Es bueno recordar hechos ocurridos a la humanidad, para comparar, reflexionar y analizar justamente ahora que estamos viviendo unos momentos semejantes.

por Susana Haydee Boragno

Nota publicada en La Nación, el día 18 de abril de 2020