Tarija de Arrabal por Ricardo Lopa

Homero Manzi y Alfredo BarbierioNo vaya a creer que se habla de la histórica Tarija del Virreinato, Departamento ubicado al sur de Bolivia en la frontera con las Repúblicas de Argentina y Paraguay.
La Tarija nuestra es más humilde en título, es porteña.

En el caso del territorio de Tarija, dos cédulas del rey de España del 17 de febrero de 1807 ordenaron segregar dicho territorio de la Intendencia de Potosí e incorporarlo a la de Salta y en su consecuencia la pertenencia primero al Virreinato del Río de la Plata y a posteriori de la independencia, a las Provincias Unidas.

La Tarija nuestra es más humilde, es arrabal.   

Claro que hubo discusiones por la Tarija, esa de los productores de fruta, de viñedos, con ríos amplios en los que es posible pescar, y con yacimientos paleontológicos.

La Tarija nuestra es más humilde, es tango.

De las discusiones mencionadas, surgió el tratado argentino-boliviano del 10 de mayo de 1889, Bolivia renunciaba a sus pretensiones sobre el Chaco y aceptaba la frontera que determina el río Pilcomayo, renunciando a la demarcación de la línea del Bermejo. Por su parte, la Argentina renunciaba a la provincia de Tarija.

Y de ahí, que aquella Tarija ya no fue más nuestra. Nos dejó el antecedente, fruto del cual, surge la nuestra de arrabal.

Pero la cosa no comienza en la Tarija de allá, sino en  Boedo, barrio porteño, si los hay. Y ahí, sentado en una mesa del Esquina Sur, sobre San Juan, café de por medio, está relojeando un diario deportivo, un señor canoso, “a este lo juno”
– Qué tal, Coco

El quía de arranque no me dateó, es que habían pasado cuarenta años de la última vez que la parlamos.

El tacho de Jorge nos había juntado, para mandarnos a La Plata a ver el debut, con el Globo en el chope, del Bambino Veira. Era contra el Pincha allá por el ’70. Le brillaron los ojos al Coco, y tiró “el Bambi hizo el gol del empate”, agregando, “salimos del Pasaje Pereyra y Pavón, donde se nos acopló el Rubio Roberto, ya ido”

Y el Coco, como quien no quiere la cosa, se fue soltando;

– por aquel tiempo vivía en Tarija 3439, entre Maza y Liniers, donde  Boedo, se hace más arrabal. El mismísimo Barba se había aquerenciado en el 3421, trayendo consigo, además de Casilda su jermu, al pibe de mi edad, al que llamaron Acho. Era por el ’35, cuando éramos un poco más que bebés.

Parece que lo estoy viendo a  Homero. Tarde estival, de esas que no se empardan, puerta de su casa, como pilcha la respetuosa camiseta, silla “al verre entre las napier”, organizando a los pibes en carreras de triciclos y monopatín. A todos los participantes, sin excepción, los coronaba con una monedita de cobre. ¡qué tipo humilde y bien de rrioba!

En rueda familiar, se comentaba, que por la casa de los Manzione, bueno, ya era Manzi, solían pasar Piana, Cátulo Castillo y un flaco de pucho en boca, que le decían el tano Julián, que supo tener bulín ahí nomás ¡qué me Contursi!

– Claro, ya había adoptado el seudónimo, y decidido escribir letras para los hombres, en ves de ser un hombre de letras. Te agrego Coco, de jonca, que también frecuentaron la casa del “Poeta del Sur”, Luisito Dellepiane, Gabriel Del Mazo, y el gran Arturo Jauretche. Perdoname no quise zarparme y meterme en política, pero ese año del ’35, los quías con algunos más, fundaron la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), y tu vecino, Manzi, la presentó en sociedad en el Teatro Boedo

– Bueno, la estadía de Homero en Tarija fue breve, pero la suficiente para darnos cuenta lo grande y humilde que era. Se piantó pa´ Palermo, como queriendo estar cerca de los chuchos, que lo tenían “seco y enfermo” – Coco

Pero, la historia de la Tarija arrabalera no termina ahí, según cuenta el Coco.

– Es conocida la historia del compositor Guillermo Desiderio Barbieri, el guitarrista que más acompañó a Gardel, que de puro caprichoso para no abandonarlo, se piantó en Medellín con Carlitos, para un destino sin retorno. La Señora Rosario, “la negra” para todos, su viuda, supo radicarse en la Tarija de Arrabal, en el 3459, para más datos. La acompañaban, sus tres hijos, una niña y dos varones.  La dama, cuando tuvo edad de merecer, trabó simpatía, con un primo de Enrique Santos Discépolo. Éste era amigo de la familia, y como tal frecuentaba la casa de Tarija, no tenía que patear mucho, pues vivía en Rioja y Garro, a unas cuadras.

La charla, al arribar Carlos, el mozo, se detiene por un instante, café, sacarina para él, azúcar para el quía. Impaciente Coco me relojea, como queriendo continuar. Advertido, le ruego que prosiga, “dale”

– Guillermo, uno de los hijos, tocaba la guitarra. Empezó interpretando tangos en reunión de amigos, luego rumbeo para otro tipo de música, integrando la orquesta de Oscar Alemán.

El otro hijo de doña Rosario, Alfredo. Más travieso, más reo, (en el buen sentido, insiste en aclarar) solía parar con la barra de la esquina. Trabajaba en el Correo, y se le dio por tocar la batería. Además, se hizo ducho en imitaciones e impuso la mímica en su labor artística, la que tuvo inicio en un boliche del barrio.

Una vez… (Coco hace un alto en la narración, respira, saca el pañuelo hace que se suena la napia, en realidad el blanco género abarca toda la caripela, como queriendo ocultar un par de lágrimas, y continúa… ) como te decía, una vez actuando Alfredo  en una divertida obra en el cine teatro Nilo de Boedo 1069, enfrente a la casa de los Castillo (González, padre y Cátulo, hijo) invitó a la barra. Viérase, el loco se piantó de la letra, nos agregó en el medio de la comedia, mencionándonos a uno por uno, “como Coquito, que la sabe lunga por el andarivel derecho, y con llegada”

Claro, me la rebuscaba con la de goma, Alfredo fichaba, y la mamá, ‘la negra”, me sacaba de la cancha de adoquín “che Coqui, andame a comprar un atado de negros” La ceremonia se completaba en ‘los gordos’, el almacén de la esquina de Liniers. No me gustaba un joraca que me borrara del picado, pero era ‘la negra’, y su sola presencia merecía obediencia. Lo que ahora llama la atención, es que comprados los fasos, me dirigía a la casa de inquilinato donde habitaban los Barbieri, siempre abierta y me enfilaba derechito sin oposición y sin llamado al fondo, escalaba, y llegaba al “altillo”, como lo apodábamos, donde, en un para de piezas, vivían confortablemente.

Alfredito, que tenía su tapin, le hacía la pasadita a una hermosa y joven piba rubia, que vivía en Boedo y Tarija, justamente en los fondos del 1256, de la calle-barrio. Ah, la niña, lo engayoló, se casorió, y una bella hija, a la que llamaron Carmen, le dio.

Alfredo que con el matrimonio piantó de Boedo, pero, ni de ‘la Negra’ ni de la barra se olvidó y junto con Carmencita Tarija frecuentó. Triunfó y 21 películas interpretó.
Para no quedarme atrás, Coco te cuento, una nada más;

– Uno supo crecer e hijas tener. Luciana la menor, a la primaria hubo de concurrir por Tarija a la Paula Albarracín. Cual sorpresa me di, cuando una tarde a buscarla fui, gustosamente tuve que esperar, pues Piana, charlaba en el lugar. Si bien no era tan Arrabal, como vos Coco sabés manifestar, con la “Milonga Sentimental”, Sebastián a Tarija hubo de adornar.

Este fue un pequeño relato de una calle con dos historias, una de un tipo sin igual, poeta y político, difícil de igualar, la otra, de una familia de artistas con una madre sin par, las dos, en la Tarija de Arrabal. 

Gracias Coco

Ricardo Tito Lopa
contacto: [email protected]
Castro y Tarija (Boedo), abril de 2010
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