Fulgor de Villa Crespo
Paternal Villa Crespo, archivado en el espacio de mi infancia,
con el nombre de las calles que tienen la voz de mi padre.
El antiguo Club Fulgor, monumento del barrio legendario,
con historias de moishes, de tanos, de turcos y de gaitas.
Serrano y Loyola, cuando derrochaba el tango
su pasión de dos por cuatro en su pista de baldosas,
se engarzaban en un trazo dibujando insinuaciones,
con el lenguaje del cuerpo, pero inspirando respeto
la pareja que danzaba.
En esa esquina rosada, coloreada de romance.
El pincel de mi familia marcó su apellido a fuego
eternamente en las paredes de ese pedazo de Buenos Aires,
que es historia de mi sangre,
donde se acuna vibrante la juventud de mis tíos
la presencia de mi abuelo entonando canzonetas
quien ayudara al cimiento, allá por los años treinta.
La Vieja Serenata, cantada por quien me diera sus genes
seguramente aún resuena en los testigos vivientes,
bosquejo de la geografía ciudadana que hoy perdura emocionante,
entre los recuerdos nobles, veo bailar a mi madre
agazapada al cantor, con movimientos candentes.
Ellos dos, que son mi origen, la tradición consagrada,
transmitida por relatos de reuniones en familia.
Viejo Fulgor de mis viejos, de mis tíos, de mi abuelo,
mientras persista el destello de tu estrella en ese barrio
habrá memorias de la esencia de la miscelánea inmigrante.
Y podrán tener refugio los espíritus divagantes,
de todos los que pasaron por tu existencia y hoy ya no están…
como mis padres,
quienes condensaron el alma que milonguea en tu patio.
Cuando se silencian los ruidos y se oscurecen tus salas…
Ellos abren tu puerta, con su llave de poesía,
la misma que esta noche me dejó entrar en tu sortilegio
inspirándome a escribirte el mensaje que en mí nace
…cuánto añoro a mis viejos
…y la voz de ellos nombrándote.
A la memoria de Ernesto “Coco” Guaglianone
Susana Guaglianone
[email protected] – 1993