Qué lástima. No pudo ser. Hubiera sido lindo. Los dos juntos preparándonos desde el, te diría, sábado, y por qué no viernes, para la fiesta del domingo.
Me imagino, en la lucha los dos tirando para el mismo lado. Pero te lo juro yo no te traicioné, no te defraudé.
Te imaginás, que hubiera sido otra cosa compartir con vos el pan con chorizo, que tanto te gustaba, y un tinto, tan solo por tradición, para completarla en la parrilla detrás del arco. O un lomito al pan, si te veo, con la excusa del partido mandarte el o los sándwiches. Hubiera sido lindo, los dos juntos en el entretiempo, antes o después de la cola del pis. El rito del morfi, vino y meo, me hubiera gustarlo llevarlo a cabo con vos.
No todos, pero la mayoría, pibes y jovatos abrazados por el mismo amor. Sufriendo o disfrutando juntos. ¡Qué lindo hubiera sido! No puedo ser. Te lo juro culpa mía no fue. Te madrugaron Viejo. Tarde piaste. Cuando te interesó, te habían zarpado. Ya fue.
Sabes una cosa, cuando se es pibe, es muy difícil bancársela solari y rossi. Es como poner un aviso en el diario “aliados se busca”. Te acordás aquella tarde que en el clásico me largaste de una y de uno a la platea local de los bepis. ¡Justo en el clásico! Claro local para vos, visitante para mí. Y que va a hacer, grité el gol y todo, y todos fueron los pibes que me rodearon. Aguanté un tiempo, en el descanso, acepté tu invitación y me fui a la tribuna. Ojo, no te conté el atropello, ni la bravuconada local. Ojo, el plantarme firme espantó giles. Ahora comprendo que el Chiva estuvo conmigo, me dio una mano para rajarme. Ni quiero pensar que hubiera sucedido con la integridad de Ricardito, luego de las tres pepas que nos metieron en el segundo tiempo. Los hechos demostraron tu afecto de llevarme, pero también la inexperiencia de colocarme en el lugar equivocado. Después te enteraste que un pibe de siete años, también siente la necesidad de exteriorizarse, quizás más que un mayor, pero que por la edad no discierne lo pertinente del lugar. Por eso, ahora comprendo porque te chuparon al pibe. Una cosa es tener experiencia en la vida, otra muy particular, la del tablón.
De cualquier manera, gracias. La soledad fortalece y las amarguras agrandan. Me preguntás, ¿qué?: el cariño por lo sufrido. Por eso, las amarguras, que fueron mayores que las alegrías, agrandaron mi cariño, hasta transformarse a algo muy parecido al amor, pero que en realidad no es. Pues en tren de comparaciones, aspiro a irme antes que mi Amor, al verre sería impensable. Sin el drocua compitiendo, sería jodido, pero seguro que la vida continuará. Me imagino, que deberá ser doloroso, sería morir un poco, tan solo un poco, pero sin el ser amado, es, simplemente morir.
De cualquier manera, te reitero, te juro que no te traicioné. Aunque parezca mentira, me enteré que eras Cuervo, después que me hicieron del Globo. Me pregunto ¿por qué? Cuando muy chiquito, me cantaban que eras de Sportivo Barracas, Barracas Central, de River, como el tío Donato, ¿pero del Ciclón? Con el tiempo, creo que entendí como venía la mano. De adolescente te enamoraste de Boedo y toda la cultura proletaria que desparramaba. El casorio te trajo al rrioba y te arrimó un bepi. Cuando el quía tuvo edad de merecer, lo llevaste a la cancha, ojo, pero recién ahí Viejo se te encendió el amor cuervo, pero, lo que la cuna no da, viene mal barajado, ligaste el cuatro de copa y la vieja, con cuna quemera, el as de espada, y el nene se te bandeó para los primos.
Me decías que siempre fuiste Cuervo, no me lo vas a creer, pero, uno cuando es grande, muy grande, recuerda cuando fue chico, muy chico, y de pibe muy pibe, cuando el tano Vicente, se mandó al Palacio con el nene, vos muzzarella. Ahí era el momento, Antonio, primero vos, pero te la comiste sin chistar. Sin embargo, para tu consuelo, recuerdo, en un recuerdo de lo más lejano posible, que la primera vez que vi la blanca con el globo rojo, me enamoré y sabés fue en el Gasómetro, que cosa, bueno, es la vida. ¿Quién me llevó? El destino, la mano de Dios, vaya a saber, pero desde ese día transitamos afectos distintos, no caminos diferentes, pues al tano que me metió en el baile me abandonó, la parca se lo llevó ahí nomás y yo seguí tu camino, pero no tu afecto, pues ya me había piantado para Alcorta y Luna.
Te juro que no te traicioné. Cuando uno es chico, muy pibe, de la mano apretada apunta para donde apunta el viejo y vos apuntabas para Inclán y Muñiz y Ricardito con vos. El Gasómetro empezó a formar parte de mi vida, y el Alumni, allá a la izquierda arriba de la visitante mi aliado, a veces infiel. En la vida hay que ser agradecido y al viejo monumento al fútbol desparecido le debo el descubrimiento, por allá en los sesenta, de dos muchachitos. Uno jugando para la séptima, el otro para la tercera, ambos con el globo en el cuore. El campeón 73’, que los tuvo como columna vertebral, catapultó al Flaco, y con el la jerarquía de la nacional y el orgullo por calzarse la celeste y blanca, que ni a los mediocres tentaba por esa época. Seriedad y laburo, acrecentado por el Doctor, nos llevó a salir campeones del mundo dos veces y un subcampeonato, que no es poca cosa. El fútbol argentino, y todos esos jóvenes y no tan jóvenes que lucen, sacando pecho, por el mundo nuestra camiseta, en cualquier evento, le deben un reconocimiento público a la institución que directa o indirectamente los llevó a esa situación: el Club Atlético Huracán. Guste a quien le guste. Ah, los pibes eran, simplemente Miguelito y Carlitos.
Definida la cosa sentimentalmente, fue un convivir llevadero, sin grandes broncas, bueno, con las mínimas necesarias futboleras, pero con respeto mutuo. Si, viejo, te acordás, estuve con vos en el Gasómetro allá por el 72’, ya noche, haciéndote el aguante en el festejo. Tampoco, puedo olvidar tu reciprocidad del año siguiente, en mi festejo nocturno en la sede social de la Av. Caseros.
Ahora, te confieso de una, así a la distancia para que no me escuches, que cuando descendieron allá por el 81’, sabiendo que tu enfermedad avanzaba, hice fuerza por vos e indirectamente por El Ciclón. Te cuento, unas lágrimas me brotaron, cuando el yorugua le atajó el penal a Delgado, y me enojé mucho cuando algún logi te cargó. Ves viejo, los partidos de fútbol, son nada más que eso, un juego, el amor es algo más fuerte y eterno.
Salute.
Boedo, abril del 2007.
Ricardo Lopa