Te imagino Homero, siempre tirando al Sur por Boedo, anclando en La Puñalada esquina Rondeau. Tú retina, guarda la preciosa imagen del tano que te prestaba y le prestabas la cuota de oreja fresca, a tus realidades y sus realidades, traducidas, en letras en una servilleta arrugada. Charlas imborrables, cobijadas por el Sol de Chiclana, del que vino en el Conte Rosso y se hizo porteño por vocación. Llegar al boliche, era abrevar la cultura porteña de Amleto Enrico Vergiati, siempre presto y seco, entonado para leerte y darte opinión de tu nuevo proyecto de canción. Vos un cortado y el una copita, seguro que los encuentros fueron muchos en interminables noches. Y vos, al compinche de tantas aventuras, lo consolaste, más de una vez: “Sabés Tano, volverá, mirá, ¡ahí viene¡ ” Y se mandó La Ví Llegar, y en su retina apareció Gori, la que nunca se fue y siempre está aparecida en el bulín de Diógenes Taborda. La pobre que te bancó hasta donde pudo, inclusive el desalojo con Oficial de Justicia y todo. Y te fuiste a ver al punto que la iba de Juez y le chamuyaste “Usté me juna a mi. Esta ciudad no la fundaron ni Mendoza ni Garay. A Buenos Aires la inventamos Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo y yo. Yo soy Julián Centeya.” (Informes del Sur. Roberto Selles. Julián Centeya. Ediciones BP. Pág.21). Ah, no lo busques al italiano, se perdió en la búsqueda de Claudinette en la neblinosa medianoche parisina, para no garparte el feca. “…Muchacho de cafetín, adornao con pilchas pobres. Feliz con la fortuna, de no tener un cobre..”
Te cuento, que la actualidad nos marca un restaurant; Gran Sur, y una placa en el frente del boliche, que canta: “Esquina Julián Centeya”. ¡ porteñazo el hombre !
Ahí nomás está Chiclana, supo ser barrio y calle también. La diagonal persiste, la yeca también, pero el rrioba se fue a acoyalarse con Patricios y Boedo.
Te imagino, un domingo cualquiera saliendo del feca con Julián, cruzar Boedo, pasar, guiñándole un ojo pedigueño a San Bartolomé rumbo al feca La Grasita de los hermanos Ignacio y Martín Ciordia. Chiclana 3407, lugar de reunión de los simpatizantes de Huracán, previo partido y partida hacia Chiclana y Alagón, casi Av. La Plata, donde se encontraba la cancha. Te imagino, con “….Tuco”, el extraño vagabundo de la calle Garay, mirando “medio partido” desde las montañitas de Chiclana…” Te imagino, con “Mario Luppi, Malerba, Ginebra, Banchero, Pepe Barreiro, Bivernat, Cantoni, Armando, Bergantito, Durán, Sabelli, Ader, Tamangotes Rabanal, y todos los que entonces parecían muchos en la tribuna de Chiclana…” (Poemas, prosa y cuentos cortos. H.Manzi. Ed. Corregidor “Treinta Años de Recuerdos Alrededor de un Globo”.) Te la bato de una, comprenderás que la barra que “parecían muchos” ‘fueron’, al igual que ‘los hermanos’, no obstante se mantiene el boliche, bien boliche, con otro nombre y dueño. Coqueta, firme y orgullosa, la San Bartolomé, vieras lo linda que está, recién pintadita. Tu Globo, que lo llegaste a ver “dueño de una sede lujosa y del primer estadio sudamericano” (“Poemas..Treinta Años…) a veces, con poco aire, sigue volando para tu tranquilidad y la de Julián.
Te imagino, haciéndote una escapadita por Parque de los Patricios, un domingo cualquiera, para matar el vicio tanguero en el glorioso feca, de Rioja y Caseros, “¿ Es que el Café Benigno,….en cuya pizarra de billar se colocaba el resultado de los partidos de primera cuando no había radio ni sextas ediciones…no formaba parte de la historia de Huracán..?” (“Poemas..Treinta Años…)
Y te imagino, siempre enfocando al sur, de once así nomás. ¡Cómo te gustaba patear por las calles porteñas!, y vas llegando a tu Pompeya. De jonca, que el colegio de don Abraham Luppi, con su curtiembre familiar y el paredón, como límite extramuros a la pampa, cada tanto bañada por el Riachuelo, ya son historia, “…Sur, paredón y después…Más allá la inundación”, como también tu admirado Director de Estudio, el tano garibaldino Eduardo Colombo Leoni. Sabés, que tus compañeros de travesuras, ya no están, pero, tenés ganas de mandarte igual, y te acompaño. Añorás la campana que llamaba a descanso, el piberío corriendo detrás de la pelotita “…en cuyos recreos del lunes se comentaban los goles y las jugadas del domingo…no era un vivero de jugadores y simpatizantes de Huracán..?” (“ Poemas…Treinta años …)
Centernera y Esquiú, ahí nomás de Nta. Sra. de Pompeya, “…Barrio de tango, luna y misterio, calles lejanas, ¡cómo estarán! Viejos amigos que hoy ni recuerdo ¡qué se habrán hecho, dónde estarán…!
Te ves y me imagino verte, en la ventana del cole, fichando allá la pampa y acá la herrería del tropero Antonio Musladino, en Centenera y Tabaré. “…la esquina del herrero, barro y pampa…” (Sur)
Buscás y sabés que no lo vas a encontrar, al hijo del herrero, compañero y amigo, Oscar. ¿si lo habrás cargado? ¡cómo le piantaba al laburo! Un señorito. Pulcro de la cabeza a los pies, pasando por las manos, que le escapaban al martillo. La herradura de la suerte era una falacia, inventada por los trabajadores del gremio, para el recambio. Por tal motivo, él, no, siempre con manos relucientes. “…¡Porteñito! ¡Manoblanca!…Vamos ¡fuerza, que viene barranca! ¡Manoblanca!…¡ Porteñito! ¡Fuerza! ¡vámos, que falta un poquito! ¡Bueno! ¡bueno!…¡Ya salimos!…Ahora sigan parejo otra vez, que esta noche me esperan sus ojos en la Avenida Centenera y Tabaré…” “ La herrería es la pampa del barrio, donde todavía se anuncia la mañana, con el clarín del gallo…” (“Poemas..”) Te tiro una buena, el bulín del primer piso del Colegio Luppi, persiste. Un consejo, no se te ocurra, subir a fichar la herrería de Musladino, como presentís, igual que su dueño, pasó a mejor vida. Pero, te tiro otra buena, la esquina de Centenera con Tabaré, fue abierta, para que pasara tu apreciado Eduardo Colombo Leoni, en un pasaje de una cuadra. ¡ Qué tal !
Viste Barba, todavía en el rrioba porteño se respira Arrabal. “Arrabales porteños de casitas rosadas… Donde asoma la higuera…en tus patios abiertos las estrellas se asoman…” Te imagino, caminando por Esquiú con José Dames. El Pepe, que una día se piantó de Pompeya a la Pepirí de Patricios, en la búsqueda infructuosa de la piba más mimada por la muchachada. Y fuiste y Fuimos, vos la letra, y el, la música. “…Fuimos abrazados a la angustia de un presagio por la noche de un camino sin salidas,…” Para que te pongas contento, una plazoleta entre las calles Esquiú, Tilcara y Abraham Luppi, lleva su nombre. Toda la hinchada junta. Por supuesto, vos no podías faltar, ahí nomás figurás como una calle más de tu Pompeya. Ah, no se si notaste, enfrente de la plazoleta, por Esquiú, está la famosa casa, todavía pintada de rosa. Grande patio abierto, donde asoma la higuera, que de seguro cobijará innumerables estrellas, para iluminar la paz de los ancianos moradores, hasta que les llegue la noche. Ahora, se le dice, Residencia Geriátrica.
Se me hace, que el amor anduvo por Pompeya, lo viniste a imaginar, sabiendo que no lo encontrarás. Te tienta, patear por esas calles juveniles, buscando las travesuras que no volverán, pero, que forman parte de tu vida. Fueron, grabadas en tu retina están, andá a buscarlas. Mandate por Corrales al 1200 Date el gusto, quien dice que por ahí, tu porteña imaginación, te hace aparecer a la Juanita, una pebeta de aquellas, que, con dejo nostalgioso y cabello rubio, una dulce sonrisa te obsequiará. “Barrio de tango, que fue de aquella, Juana, la rubia, que tanto amé. ¡Sabrá que sufro, pensando en ella, desde la tarde que la dejé…! Se y lo sabés que con Juana simbolizás la piba de barrio, que fueron muchas y ninguna, cuando el metejón te brotaba cada día, cada noche, pasajero sí, pero imborrable. “…No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con tu piel ni con tu voz…” Que también, quizás, pudo haber sido una en particular y ninguna en general. Vaya uno a saber. En las cosas del querer, siempre queda más pituco busca afuera, lo que, respetuosamente, está en casa, querida Casilda.
“¡Corazón…! En aquella noche larga maduró la fruta amarga de esta enorme soledad… ¡ Ya no estás..! Y tu ausencia que se alarga tiene gusto a fruta amarga, a castigo y soledad..”
Te me estás poniendo demasiado melancólico. Claro son años de efervescente masculinidad, añoranzas imborrables de lo femenino que participó de tu vida: “Es tan triste vivir entre recuerdos…No habrá ninguna igual, todas murieron…”