Ricardo Lopa: Al Gasómetro de mis recuerdos

Sábado, audición, preocupación extra-escolar mañana jugábamos en el Gasómetro, parada difícil, como quien dice.

Setiembre ventoso, noche nublada ¿lloverá? Quería ir a jugármela, porque yo también me creía parte del asunto. Sabe, cuando se es niño uno se la cree.
El viernes por la noche, Cacho, el inolvidable, anunciaba la formación del equipo, previa verba florida de Julián.

En las finales del morfi dominguero timbre, es Coco el vecino apurándonos para ir a la cancha. En realidad yo estaba presto desde el viernes pos Cacho, vea como concentrado a la par de los jugadores, abrigadito para no resfriarme, no ir a la casa de ningún amiguito cuestión de no trasnochar, pero el viejo Antonio estaba en otra, era medio lenteja, será que le llegaba menos o ya no se la creía, me inclino por lo último “nene no te hagas malasangre, no ves que el fútbol es un negocio que lucran unos pocos con el sentimiento de muchos”. No obstante persistía.

Por fin saldamos la morosidad partimos, mano apretada del papi, como queriéndome decir, vamos compartamos la fiesta. Como cada quince días, ah me imagino que sabe que el domingo además del día del Señor era el del Fútbol, Castro, Pavón, Mármol, Garay, Muñiz y ahí estaba con entrada y gimnasio nuevo a partir del ’50, año del Libertador General San Martín.

Socios, inclusive Ricardito. Para asegurarme me colocó en la platea baja oficial de los pibes. Se ve que el viejo no manyaba los códigos futboleros En realidad comenzó a frecuentar el Gasómetro, cuando casorio de por medio, ancló orgullosamente en Boedo, barrio proletario y culto por ese entonces, y cuando el pibe le dio la excusa de mandarse. Pero al pobre papi le habían ganado de mano, copado la parada, el nene ya profesaba otros colores, pero nobleza obliga, se la bancó intentando una leve contraofensiva, yo también aguanté, no me costó mucho.

Penal, el payo, gol, grito con el alma. Cuando deposito los pies en la tierra, tres o cuatro pebetes de mi edad, me insultan e intentan algo más. Nunca fui guapo, pero como le dije, me la banqué y no pasó a mayores ¿y si hacemos otros qué hago, me controlaré?, lamentablemente no tuve ocasión de verificarlo.

En el entretiempo aparece don Antonio “¿nene estás cómodo ó querés venir conmigo a la tribuna?. Ocasión para rajar dignamente “mejor voy con vos”. Por supuesto, perdimos 3 a 1.

Fue mi primera experiencia futbolera clásica. En mi se daban sentimientos encontrados, me gustaba frecuentar diariamente el Gasómetro y sus instalaciones adyacentes, quizás me había encariñado sin darme cuenta y por eso estoy escribiendo estas líneas, pero quería ganarle a toda costa cuando jugaba contra mi equipo, cosas de la vida.

El Gasómetro no era solo fútbol, como le dije. Cumplimentando mis obligaciones primarias en el Intendente Alvear y la leche de la tarde; mirada cómplice con papi; “vamos nene”

Inclán mirando al sur, previo paso por dos planchones uno a la derecha y otro a la izquierda, la cancha de bochas donde los viejos se sacaban chispas, era la antesala del gimnasio donde el General San Martín, previa ayuda del Sargento Cabral, acompañado de Parizzia y Vasino, hacían de las suyas. Viernes por la noche Básquet, ¡qué equipo!
Pasillo de los trofeos en busca de la pileta olímpica, hasta tribuna tenía, me parecía inmensa. Previa recorrida por el Tiro, Bowling, Gimnasio y el gran Galtieri, anclaba, irremediablemente con un pan francés de cocido y queso sobrenatural, en las canchas de Pelota a Paleta, el viejo me lo daba de a trozos para que durara más. Nunca disfruté tanto los sándwichs, hechos al toque en la confitería de los billares bajo la platea oficial.

Saliendo de la confitería como quien va al oeste, me topaba con las canchitas de fútbol bajo la tribuna de Av. La Plata, donde, en un día que me salían todas, el Toto me pidió el documento para una prueba. Los viejos; ¡el documento!, negativo. Las vueltas de la vida.
A la derecha el salón de Ajedrez, sabe, Ricardito se la rebuscaba. De acostumbrarme a ganar y para no perder dejé de jugar, de competitivo a cobarde el tramo no es muy extenso. ¡Qué error!

Nuevo playón, hockey en patines donde se me inflaba el pecho orgulloso, pues siempre mandábamos nosotros, lástima que nadie le daba bolilla.
Continuando, ya en el límite con la Avenida, extasiado observaba algo que diariamente me llamaba la atención y aun hoy no deja de sorprenderme: una cancha de Básquet, pero de polvo de ladrillo. ‘Nene ese es Capeci’, después comprendí quien era: precursor de campeones,

Ya en mi adolescencia, me mandé solo; intenté el Tenis del querido manquito Inclán al este. El jugar, con el gordo Donato, era tan solo una excusa para morfar. Con el afable pertuso hice que practicaba Básquet. Al día de hoy no pude averiguar si le decían o se llamaba de esa manera.

Culminé mi campaña deportiva en el Gasómetro allá por el ’66. Con los muchachos del barrio participamos en un campeonato de Papi Fútbol, deportivamente nuestra actuación fue desastrosa, pero ganamos en otro aspecto. Fuimos lo protomalvineros, nuestro equipo se llamaba Malvinas Argentinas y en el corazón ostentábamos con orgullo su dibujo con los colores nacionales. Ricardito tuvo el honor de proponer el nombre, tratando de interpretar el deseo de todos los argentinos.

Con el tiempo fui cobrando vuelo, acompañaba al viejo un tiempo; en el segundo si mi equipo jugaba en Capital, me mandaba a verlo. Una tarde bondi 4 de por medio, Liniers, che abran la puerta, porque ganamos uno a cero se hacen los estrechos. La vuelta fue penosa, la puerta la abrieron para ver dos goles del rival. Le dije que siempre me la banqué y continúo.

Quiero agradecerle al mítico Gasómetro, circunstancias que la vida me ha hecho valorar ya de grande, no la milonga de carnaval, que no difería de cualquier otra, sino las grandes orquestas típicas que puede ver trepado en la platea mayor: Pugliese, D’Arienzo, Di Sarli, Pontier, Varela, Mores y los respectivos cantores de jerarquía, vea viejo eso si que no se emparda.

Hay circunstancias que son insoslayables, sucedieron y punto, ahí están en el prontuario de la vida, quiéralo o no; viejo Gasómetro sos parte de la mía, y no me arrepiento fui feliz.

Vea no quiero pecar de demagogo, ni pretendo quedar bien con el presunto rival, a los sesenta no tengo ambiciones, las flores no son para un muerto sino para algo que está vivo en mi corazón rojo con una hache dibujada.

Soy quemero hasta el tuétano, amo al Globo más de lo que se imagina, le confieso: uno de los placeres más grandes de mi vida es cuando les ganamos a los cuervos, pero viejo gasómetro como te extraño.

Boedo, recuerdo escrito el 2 de diciembre de 2004.

Ricardito