Tal vez Paquita Bernardo arrulló mi tarde y desprendió un bandoneón para mi sonrisa
El 20 de abril viví una experiencia gratificante en Villa Crespo.
La Junta Barrial, representada por su presidente Hugo Tornese, me otorgó un reconocimiento por contribuir con la memoria del barrio.
Mi aporte fue abordar los orígenes del club Fulgor en historias que documenté en ésta página.
Se trató de un homenaje a Osvaldo Miranda, y se entregaron premios y reconocimientos con su nombre.
De verdad fue un momento muy emotivo.
Quiero, ahora, agradecer y por eso escribí sobre el momento tan lindo vivido.
El 20 de abril de 2013…
Paquita Bernardo arrulló mi tarde y desprendió un bandoneón para mi sonrisa…
Pugliese honró mi espíritu con un ramo de rosas rojas, sólo para mí…
Laborde me envió un guiño sensual desde los confines de la esencia…
Marechal me permitió escribir un verso de Eva Buenosayres, para elevar mis utopías…
Ben Molar dejó que alguna letra Beatle se metamorfosiara en tango, en las cuerdas de mi alma…
La bohemia de Celedonio engalanó mi lenguaje con un lunfardo de cuna y dinastía…
Gelman me convidó con un trozo del pan duro más exquisito que los sueños eternos saborean…
Vaccarezza argumentó un sainete vivo, real para el respeto de mi historia…y ahí estaba él…
Con su sonrisa intensamente porteña, con sus brazos abiertos para cobijar mi emoción…
Esos, los mismos brazos que refugiaron las penas de Discepolín… ahí estaba él…
o nunca se había ido…
El aire se llenó de la alegría elevada que brotaba de sus pasos de comedia…
Malena se escapó de su garganta silenciosa, y la Plazoleta del barrio se llenó de miles de flores
que se soltaron del ojal de su solapa, de galán sin tiempo, de escenarios y fotografías con vida.
Era Don Osvaldo Miranda el anfitrión de la fiesta en el querido Villa Crespo,
era la presencia latente de su simpatía plasmada en todas las memorias, de las calles,
de los árboles y de los vecinos fieles…
Don Osvaldo Miranda, quien acarició los tangos ancestrales que habitan en la infancia,
y suenan con música de evocación y se despiertan orgullosos cuando son nombrados…
Miranda, huella de cultura, símbolo del arte-pueblo… Miranda, corporizó su impronta
en un papel para palmear la espalda de los míos, de mis tíos, de mi padre…
Entonces, revivió la casa de mi abuelo, y se encendieron las luces del soñado incipiente club barrial…
Como cuando el altillo de los Guaglianone se llenaba de Fulgor y los pibes inventaban utopías
alcanzables, con promesas de deportes, arte, bailes, amistad y familia.
Miranda reconoció aquella tarea en la que participó mi viejo… y también me guiñó un ojo,
Tal vez complacido, porque siempre parece justo honrar el legado afectivo que los padres
nos dejaron…Don Osvaldo Miranda entró en nuestra casa, de la mano de Elva…
Huguito Tornese junto a su compañera Ana prepararon el encuentro… y a muchos de nosotros,
ellos, los incansables cuidadores de la historia de nuestra cuna, así, en actitud solidaria.
nos hicieron sentir fraternalmente muy felices ¡Gracias!