Quintas Los Olivos -Barracas al sur- por Vigía

A fines del siglo XIX en un sector del barrio de Barracas cercano al riachuelo, existía una fracción formada por unas pocas manzanas con una característica muy particular, los sembradíos de alfalfa ocupaban la mayor parte de la tierra disponible y el resto como vivero de árboles oleáceos productores de aceitunas, que fueron los que originaron el nombre del lugar «Los Olivos».

por Vigía
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Calles de tierra, terrenos baldíos y algunos pocos comercios conformaban el paisaje en esos tiempos de este incipiente suburbio. 
 
La manera de llegar al barrio era por la calle Santa Rosalía, hoy Rio Cuarto y también por la similar Tres Esquinas, actual Osvaldo Cruz. Un puente de madera facilitaba el libre paso que era interrumpido por una laguna cubierta de juncos; esta pasadera hacia posible el acceso a Barracas al sur, ya en la vecina Avellaneda.
 
Del mismo modo se podía acceder a un pequeño barrio arrabalero conocido como «Tres Esquinas» desaparecido a mediados del siglo XX e inmortalizado por Enrique Cadícamo en 1941 con la letra del tango del mismo nombre.
 
Yo soy del barrio de tres esquinas
viejo baluarte del arrabal
donde florecen como glicinas
las lindas pibas de delantal.
Donde en la noche tibia y serena
su antiguo aroma vuelca el malvón
y bajo el cielo de luna llena
duermen las chatas del corralón.
 
Soy de ese barrio de humilde rango,
yo soy el tango sentimental.
Soy de ese barrio que toma mate
bajo la sombra que da el parral.
En sus ochavas compadreé de mozo,
tiré la daga por un loco amor,
Quemé en los ojos de una maleva
la ardiente ceba de mi pasión.
 
La producción de la leguminosa llamada alfalfa se utilizaba para la mantención de la caballada; el sembrado se hacía al voleo y el corte a guadaña, La mayoría de los quinteros eran ciudadanos italianos partícipes de las corrientes migratorias que arribaron al país a fines del siglo XIX. En 1895 la inmigración italiana en Argentina se acercaba a medio millón de individuos.
 
Bien temprano, con las primeras luces del día, se ataban las cargas de alfalfa a los carros, para proceder a su posterior venta y entrega.
 
No existía el tradicional carro de lechero puesto que la leche se vendía ordeñando las vacas en las mismas calles. 
 
Los almacenes poseían despacho de bebidas con estaño, cancha de bochas y el juego del sapo. 
 
Cada casa contaba con pozo ciego y el agua potable era obtenida a través de perforaciones de varios metros de profundidad. «Agua semi surgente, extraída con bombas de mano ligeramente salobre y en los meses de estío con un delicioso frescor natural que era alabado por todo el que la bebía»
 
«Para las vísperas del 25 de Mayo y el 9 de Julio, siempre se proyectaban reuniones de carácter extraordinario, que culminaban desde luego, con un baile de proporciones». El patio adquiría el esplendor de un salón de fiestas, «Porque al adorno cotidiano de las flores se agregaban los emblemas de la Patria y las lámparas se reforzaban con un pico de gas a carburo que proporcionaba una luz azulada y brillante».
 
«Cercana al puente Victorino de La Plaza que cruza actualmente el Riachuelo, todavía en 1900 se podía encontrar a orillas del rio una playa de aguas claras semejantes a las de los riachos aún limpios, que quedan en el Delta del Paraná».  Así lo relata el doctor en medicina Lucas Benítez, un profesional que en su juventud fue cantor, actor y docente, en una publicación de su autoría en el año 1965.
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