Parque Lezama por Vigía

El hecho de estar inmerso en el exuberante paisaje verde de este hermoso parque significa ser parte del entorno, es un bálsamo que tranquiliza el espíritu calma la ansiedad e invita a revisar pasajes de la leyenda de este magnífico jardín, atesorada durante decenas de años, una tradición que se remonta a tiempos lejanos.                                           

por Vigía
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Testimonios fidedignos dicen que los conquistadores españoles, primeros navegantes que pisaron esta tierra en el año 1536 bajo el mando del adelantado don Pedro de Mendoza, hicieron base en este lugar para crear el asentamiento que llamaron Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre; considerándolo como la primera fundación de Buenos Aires, a pesar de que solo fue un intento, por el escaso tiempo de vida que tuvo este fuerte; el persistente asedio llevado a cabo por los indígenas del lugar llamados Querandíes, culminó al fin con un salvaje sitio, que condenó a los expedicionarios a sufrir una hambruna tremenda.  
 
Manuel Mujica Láinez en su magistral obra «Misteriosa Buenos Aires» relata con minuciosidad, hasta qué extremo alcanzo el feroz aislamiento, que se sintetiza en el siguiente párrafo extraído de dicha obra. «Y cuando no son los gritos de los sitiadores ni los lamentos de Mendoza, ahí está el angustiado implorar de los que roe el hambre, y cuya queja crece a modo de una marea, debajo de las otras voces, del golpear de las ráfagas, del tiroteo espaciado de los arcabuces, del crujir al derrumbarse las construcciones ardientes.
 
Así han transcurrido varios días; muchos días. No los cuentan ya. Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente. Ahora jefes y soldados yacen por doquier, junto a los fuegos débiles o arrimados a las estacas defensoras. Es difícil distinguir a los vivos de los muertos»
 
La posterior destrucción del fuerte fue decisión del teniente gobernador Domingo Martínez de Irala, sucesor de Pedro de Mendoza, quien ordenó en el año 1541, el traslado de los escasos sobrevivientes hasta Asunción del Paraguay.
 
La segunda y verdadera fundación de Buenos Aires fue en 1580, llevada a cabo por el Adelantado Capitán General Juan de Garay, siendo el asentamiento del fuerte el lugar donde en la actualidad está la Casa de Gobierno. 
 
Las tierras de la primera fundación fueron entregadas por Garay a un sobrino del adelantado Juan Torres de Vera y Aragón llamado Alonso de Vera, apodado «el cara de perro». Estos dominios quedaron fuera del trazado de la segunda fundación. A partir de entonces se convirtieron en terrenos deshabitados, en esa época eran denominados como «Punta de Santa Catalina» hasta que en el transcurso del año 1740 fueron loteados y vendidos.
 
En 1803 las tierras fueron adquiridas por Manuel Gallego y Valcárcel hasta su muerte ocurrida en 1808, razón por la que fueron vendidas en subasta pública. Ese mismo año la fracción donde hoy existe el parque, fue comprada por un acaudalado comerciante inglés llamado  Daniel Mackinlay.
 
A partir de entonces por asociación comenzó a llamarse «La quinta de los Ingleses». Mackinlay fue el iniciador de la forestación de lo que hoy es el Parque Lezama.
 
El siguiente dueño fue Charles Ridgley Horne, un ciudadano norteamericano cuñado del general Juan Lavalle, este hombre, aunque parezca extraño dada la filiación política de Lavalle, fue muy amigo de Juan Manuel de Rosas el «Restaurador de las leyes»; la posterior caída de Rosas obligó a Horne a vender las tierras. Esta vez el adquirente resultó ser José Gregorio Lezama y Quiñones, un rico comerciante de la provincia de Salta, quién anexo al predio las tierras que llegan hasta la calle Brasil. Lezama hizo construir a mediados del mismo siglo, la mansión que lleva su nombre, hoy Museo Histórico Nacional, También contrató al paisajista belga Charles Veerecke quien transformó el lugar en importante parque; en ese tiempo privado. Por último, luego del fallecimiento de Lezama ocurrido en 1889, su viuda y única heredera, Ángela Isaura Alzaga de Alzaga, cedió las tierras al gobierno municipal en 1894, con la condición de que permaneciese como espacio verde y con el nombre de su esposo.
 
La división catastral de la ciudad de Buenos Aires adjudica el parque Lezama al barrio de San Telmo, vecino de Barracas. En la segunda mitad del siglo diecinueve la sociedad porteña comenzó a considerar la Punta de Santa Catalina y su prolongación hacia el sur en ambas orillas de la Calle Larga, como lugar de vacaciones.
 
Son ciertas las palabras de Pedro B Palacios (Almafuerte) aplicables en contextos como este:
«Toda ciudad es semejante a un anciano lleno de recuerdos y cicatrices. Cada una de sus calles tiene su historia, cada uno de sus monumentos merece un capítulo porque cada una de sus piedras ha visto lo que no se sabrá nunca».
 
Durante las noches, un noctívago habitante del parque refugiado bajo la fronda protectora de los árboles, tal vez dotado de una incierta percepción extra-sensorial, afirma que por las noches aun deambulan por el lugar los fantasmas de aquellos navegantes caídos en el vano intento de proteger un fuerte que no pudo ser y que también son audibles los lastimeros gemidos de los negros africanos cautivos y hacinados en las barracas de la «Real Compañía de Filipinas» dedicada al comercio de esclavos, afincada en el lugar en el siglo XVIII con la venia de la Corona Española.
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