Palermo de antes. Lo de Hansen

En la entonces Avenida de las Palmeras, hoy avenida Sarmiento, allá por el año 1887, un ciudadano alemán nacido en la ciudad de Hamburgo de nombre John Hansen, solicitó a la comisión del parque Tres de febrero se le permitiera arrendar unas instalaciones existentes en el lugar, argumentando que en el tiempo de su permanencia en Palermo (ocho años) siempre había cumplido con sus obligaciones y por lo tanto, a su juicio, era merecedor de que se lo favoreciera aceptando su solicitud.                                   

por Vigía
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El interesado ya poseía una propiedad arrendada en ese lugar, se trataba de una casilla de poca importancia y pretendía se le permitiera acceder a una casa lindera pero de superior jerarquía, situada enfrente de lo que hoy es el Planetario Municipal. Se ha dicho que esta propiedad fue la primera casa que habitó Juan Manuel De Rosas, pero no existen documentos que lo acrediten. Si bien la zona tenía cierto prestigio, en ese tiempo era un lugar alejado del centro de la ciudad. 
 
Hansen operó el emprendimiento como una casa de comidas a la que llamó «Lo de Hansen» lo hizo hasta que lo sorprendió la muerte en 1892. 
 
El próximo administrador fue Enrique Lamarque hasta 1897, año en que se hace cargo Sebastián Monich o Monsch (la información sobre esta persona no es muy clara). 
 
En 1903  Anselmo R Tarana alquiló el lugar a la Municipalidad y a partir de ese acto «Lo de Hansen» cambió de nombre, comenzó a llamarse «Restaurante Recreo Palermo. Antiguo Hansen» o también «El café Tarana». 
 
En 1908 es transferido a la sociedad Payot y Giardino que lo administraron hasta 1912, año coincidente con la intendencia de Joaquín S de Anchorena cuando el café fue cerrado y demolido.
 
Las actividades del «Restaurante del parque 3 de febrero», según la designación oficial, eran distintas según las horas del día. Enrique Puccia afirma: «Durante la mañana se servía el desayuno, a media mañana leche y yema batida para jinetes y ciclistas, a la tarde merienda o aperitivo, al anochecer se cenaba, y a la noche los tangueros (malevos y cajetillas o sushetas) llegaban para disfrutar de esa música y bailar». Tarana disponía de cinco móviles que gratuitamente se ocupaban de traer y llevar a los clientes. 
 
«Tuvo importancia porque, además de restaurante, funcionó como lugar de baile -cuenta Gabriel Soria, vicepresidente de la Academia Nacional del Tango-. Y allí se bailaba un tango muy bien bailado, porque en sus inicios, era un lugar elegante. En la década de 1910, en el Hansen actuaron orquestas típicas, como las de Roberto Firpo y Francisco Canaro. Ellos en una entrevista recuerdan que solían armarse peleas entre los muchachos bien». Es que al Hansen iban los chicos ricos a «tirar manteca al techo». «Iban a buscar chicas y todo terminaba en peleas, a veces con tiros y sillas volando por el aire. 
 
«El Hansen es recordado en el tango ‘Tiempos Viejos’, con música de Francisco Canaro y letra de Manuel Romero, un director de cine que también lo inmortalizó en sus películas ‘Los muchachos de antes no usaban gomina’ y ‘La rubia Mireya’ -señala Soria-. No se sabe si existió Mireya, pero sí es seguro que encarnaba a las mujeres que iban al Hansen a conocer hombres, muy bien vestidas y con buenas joyas».
 
Nada más que una evocación de algo que existió en un tiempo ya lejano y que forma parte de la historia de un barrio porteño: en este caso Palermo.