Manuel Loreiro y Carlos Bonifacio Lanzavecchia fueron dos empresarios que en la temporada veraniega de los años 1911-1912, se asociaron para la explotación del cabaret más lujoso de Buenos Aires, establecimiento al que llamaron El Armenonville refiriéndose a un antiguo pabellón de caza del siglo XVIII en París, en el Bois de Boulogne.
por Vigía
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(nota publicada en www.palermomio.com.ar)
El pabellón, que todavía existe, se transformó en un lugar de recepción en la Belle Epoque. Es el contexto de este lugar que sirvió de modelo a los fundadores del Armenonville en Buenos Aires. Funcionó hasta 1920 cuando fue demolido.
Se trataba de un chalet de estilo inglés de dos plantas, enmarcado con jardines muy bien cuidados ubicado en Avenida Alvear (actual Del Libertador) esquina Tagle, hoy Plaza República de Chile, en el comienzo del barrio de Palermo. Poseía una gran terraza donde concurrían muchas de las familias de la aristocracia porteña, compartiendo el lujoso espacio y consumiendo cenas exquisitas. En la planta baja estaba el salón de baile, donde prevalecía una importante araña con los clásicos caireles de cristal, las paredes empapeladas alternando con sectores cubiertos por grandes espejos. En los laterales del salón estaban los reservados, ocultos por cortinados de terciopelo rojo. La cocina francesa era la que primaba en el variado menú que se ofrecía, por supuesto regada por buenos vinos y el mejor champagne de origen europeo.
La música también tenía su espacio en aquel lujoso recinto, perfumado por el aroma de las flores que inundaban el jardín y el de las orquídeas que se cultivaban en el invernadero del lugar. El dúo formado por Bienvenida y José Orzali, piano y violín, hacían su aporte. Con el tiempo se sumarían los acordes melodiosos de las orquestas de Vicente Greco y Roberto Firpo también Francisco Canaro. Juan Maglio, bandoneonista, íntimo amigo de los dueños del local, autor del tango Armenonville en 1912, entre otros, curiosamente nunca actuó en el cabaret.
Los afiches publicitarios destacaban la categoría del lugar «Confitería y cocina de primer orden» «Hermosa terraza y jardín» «Entrada para autos y carruajes» Así rezaban algunos afiches, Uno en particular referido a gente vinculada al turf decía: «El lugar preferido de los sportmans», se justificaba con la habitual presencia de Jorge Newbery.
Obviamente aquellas costumbres un tanto disipadas, generaban no pocas polémicas en los sectores duros de la sociedad porteña; a tal punto que se llegó a proponer en el concejo deliberante el cierre del local. Claro estaba que obtener la clausura era muy difícil, dado que la fama del Armenonville era trascendental, el final llegaría recién en 1920.
El dúo formado por Carlos Gardel y José Razzano que había alcanzado en ese tiempo un cierto reconocimiento en el ámbito artístico, fue propuesto por el empresario Francisco Taurel habitué del lugar, para actuar en el cabaret. Así fue que después de una prueba efectuada en uno de los reservados que resultó exitosa, el dúo fue contratado. La empresa propuso una paga de 70 pesos por noche, cantidad muy significativa en esa época. Se comentaba en el ambiente que cuando Gardel se enteró le dijo a sus amigos: «Por esa plata hasta soy capaz de atender el guardarropas y lavar los platos».
Otro hecho, pero de índole policial iba a relacionar a Gardel con el Cabaret, el 10 de diciembre de 1915 Gardel junto con unos amigos se dirigían al Armenonville, después de haber festejado su cumpleaños número 25 en el cercano Palais de Glacé. Al llegar a la avenida Alvear y Agüero se produjo una fuerte discusión con unos «niños bien» que los venían siguiendo; Gardel recibió un disparo de arma de fuego, efectuado por un tal Roberto Guevara. El proyectil quedó alojado en un costado del pecho. Hay versiones que dicen que fue atendido en el hospital Ramos Mejía, otras que fue trasladado al hospital Rawson, lo cierto es que el disparo no revistió gravedad y que el proyectil quedo alojado en su cuerpo y lo acompañó hasta su muerte. Algunos comentarios sostienen que el ataque fue a causa de unos amoríos que el «Zorzal» tenía con una tal Madam Ritana, regente de un cabaret céntrico. Pero esa historia la contaré otro día.