Cervantes escribió en El Quijote que «las comparaciones son siempre odiosas», ya que se trate de personas o de cosas pues se pueden herir susceptibilidades. Si las cosas son de bien público, que hacen a la calidad de vida, al derecho a la movilidad y a la seguridad de las personas, la cuestión cambia.
A principios de marzo de este año, en el Puerto de la Ciudad de Buenos Aires, la presidente Cristina Fernández de Kirchner en compañía del Ministro del Interior Y Transporte Florencio Randazzo, presentaba en un acto público los nuevos trenes para el ferrocarril General Roca provenientes de la República Popular China. Los coches cero kilómetro lucían relucientes, de color argentino, modernos y de última tecnología, a un costo financiado de 1,1 millones de dólares la unidad menor al precio internacional de contado.
Ahí cerquita, estaban los coches para el subte de la línea «C» que el Ing. Mauricio Macri había comprado a Japón. Eran usados, fabricados en los ´80 y fuera de servicio por haber cumplido su vida útil. Su precio tampoco era bueno, más de la mitad de lo que cuesta uno nuevo a lo que habrá que agregar el costo de las reparaciones. Parecían containers pintados de aluminio con ruedas.
Era obvio hacer comparaciones y Cristina ironizó:»Algunos se la dan de modernos, pero miren lo que le compran a los porteños» mientras las cámaras de TV mostraban los viejos trenes de aluminio. «…Nosotros compramos estos vagones para que puedan viajar todos los argentinos» y se veían los trenes nuevos a su espalda. La comparación era notable.
La mandataria continuó «…que cada uno se haga cargo de lo que compra y el precio que lo compra, debieron ser lindos hace 35 años» y concluyó: «Es como nosotras, las mujeres, cuando te agarran a los 20 sos divina, pero cuando te agarran pasados los 50 tenés que agarrar lo que venga«.
Más allá de las chicanas políticas que pudieran resultar graciosas para algunos o irritantes para otros, mostrando lo feo, viejo y caro frente a lo lindo, nuevo y barato, analicemos estas comparaciones de los trenes que permitan entender la toma de decisiones de Mauricio Macri.
Se puede por un instante olvidar la fealdad y el alto precio de los trenes y detenernos sólo en la antigüedad. Es inaceptable que se compren trenes usados de más de 30 años que han cumplido su vida útil para destinarlos al transporte público de pasajeros. Las autoridades que son responsables de la seguridad de los ciudadanos no debieran permitir asumir tales riesgos. La fatiga de los materiales viejos que integran un equipo que rueda con personas a bordo no los hace seguros ni confiables. El material rodante debe ser indefectiblemente nuevo. El mantenimiento no sólo es más costoso, sino que presenta más probabilidades de sufrir desperfectos durante el funcionamiento, y esto implica incidentes o accidentes. Por ello, nos resignaríamos, eventualmente, a que se compren trenes feos y caros, pero nunca que sean viejos y que afecten a la seguridad de las personas.
Agrupación Amigos del Subte
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