Año 1910. Argentina festejaba el centenario de la revolución que marcó a fuego el espíritu libertario de los criollos, concretado, seis años después, con la declaración de la independencia en Tucumán.
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Las naciones del mundo rendían su homenaje enviando delegaciones, y muchas comunidades ofrendaron regalos colosales.
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Así, los británicos nos homenajearon con la construcción de La Torre Monumental (Torre de los Ingleses) y los españoles con la edificación de su magnífico “Monumento a la Carta Magna y a las Cuatro Regiones Argentinas”, mas conocido entre los porteños como el Monumento de los Españoles.
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El conjunto escultórico realizado en mármol y bronce encuentra su ubicación en la intersección de las Avenidas Sarmiento y Libertador.
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Su autor, el escultor Agustín Querol y Subirats, concibió la obra rodeada por una espléndida fuente y rematada por una figura que simboliza La República.
Un poco de historia
No fue sencilla ni corta la historia del Monumento a la Carta Magna. Si bien tuvo su génesis en 1908, tras una reunión realizada en el club Español, su inauguración tardía recién pudo concretarse 17 años después de cumplido el centenario de la revolución patria, el 25 de mayo de 1927.
Una historia plagada de infortunios acompañó al monumento desde sus comienzos: su autor, el catalán Agustín Querol, apenas alcanzó a realizar los bocetos de la misma ya que falleció al año siguiente, y su sucesor, Cipriano Felgueras también murió en 1911. Por esta razón los planos de la obra fueron completados por otros artistas.
La piedra fundamental fue colocada en 1910, durante la celebración del Centenario, participando del evento el presidente de la nación José Figueroa Alcorta y la Infanta Isabel de Borbón, tía de Alfonso XIII, rey de España.
Por aquel entonces el 12,5 % de los habitantes del país eran españoles, 800.000 sobre un total de 6.500.000. Venían atraídos por la prosperidad y riqueza de un país que se perfilaba como una potencia económica.
Otro infortunado hecho que retrasó las obras del monumento fue el trágico hundimiento del trasatlántico Príncipe de Asturias. Este provenía de Barcelona cuando al pasar frente a Río de Janeiro se fue a pique al chocar contra una formación rocosa. En el hecho murieron 450 personas y se perdieron valiosos ornamentos de mármol y bronce que formaban parte de la estatuaria del monumento.
Al año siguiente se encargaron a Madrid réplicas de lo perdido en el naufragio. Estas llegaron dos años más tarde, pero debido a burocráticos trámites aduaneros sólo ingresaron al país tres años después de haber arribado. Esta demora provocó el deterioro de varias de las piezas del embarque.
Hacia 1926 los trabajos estaban bastante avanzados y todo parecía indicar que la ansiada inauguración se llevaría a cabo el 12 de octubre, en concordancia con el día de la raza, pero los trabajos a cargo de la Municipalidad (veredas, sistema de luces, juego de agua) no llegaron a realizarse a tiempo y la ansiada inauguración debió ser postergada.
Finalmente, el 25 de mayo de 1927, el conde de Amalfi entrega, como representante del rey Alfonso XIII, el monumento al presidente de los argentinos Marcelo T. Alvear. De la ceremonia participaron representantes de todas las agrupaciones que nucleaban a la comunidad hispánica de entonces.
La Obra
Por sus dimensiones es el mayor monumento de la ciudad de Buenos Aires, y por su desarrollo y resolución mereció tanto críticas positivas como negativas. Lo que es indudable a esta altura de nuestra historia ciudadana es que el “Monumento de los Españoles” está integrado de manera irrevocable a nuestro paisaje ciudadano.
En su cima se encuentra una figura que simboliza La República, mientras que en la base, cuatro grupos escultóricos representan en el bronce a las regiones del Plata, del Chaco, a la Pampa y a los Andes. También existen bajorrelieves y figuras de mármol que hacen una referencia alegórica al Trabajo.
En cada uno de los lados se encuentran escritas cuatro relevantes frases: “A la Nación Argentina en su primer centenario, por España y sus hijos”; “Uno mismo, el idioma”; “De una misma estirpe”y “Grandes sus destinos ‘.
Por fin, en la cara del monumento que da hacia la Avenida Libertador, hacia el bajo, una porción del preámbulo nos recuerda la lógica de hermandad solidaria que impulsó aquellos argentinos primordiales que soñaron con una tierra grande y próspera, abierta y contenedora.
… y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo de la nación argentina…
Y esos mismos hombres, que en un tiempo decidieron independizarse y declararse soberanos, abrieron luego sus brazos para recibir como hermanos a los españoles que buscaban un futuro, y éstos, encontraron finalmente en la Argentina su hogar, su residencia, su otra patria…