Mario Salvo: para el Tano de Núñez

Gracias Mónica por propiciar esto tan nostálgico que es el recorrer aquellos viejos y hermosos tiempos de nuestro barrio de Núñez.

Tano de Núñez, hoy no se si envidiarte por haberte insertado en otra sociedad, seguramente muy distinta a la aprendiste en nuestras calles, o darme el cotidiano placer de seguir recorriendo las calles que como bien decís seguramente en más de una oportunidad pudimos habernos encontrado.

No se cuánto hace que no visitás el barrio, lamentablemente ya no transitan las adoquinadas calles los carros del lechero, el sifonero o el basurero con aquellas chatas grises cuyo corralón estaba en Manuela Pedraza y Arribeños, detrás de Zagazola ¿Te acordás? Hoy esas manzanas épicas en el corazón de nuestro barrio, le han dado paso al cemento. Grandes y coquetas torres se han erguido entre las casas bajas que aún pretenden, con las ya viejitas vecinas, seguir peleando la fisonomía del barrio que nos vio crecer… decímelo a mi de estas chatas tiradas por dos caballos, yo vivía en Freire entre Pedraza y por entonces Guayra, en la barranca y me asustaba mucho cuando los caballos se caían patinando con las herraduras en el brillante adoquín. Eran los años 50, cuando nuestro símbolo artístico del barrio, el Polaco Goyeneche era chofer del 219. Era la época en que la epidemia de la polio aglutinaba vecinos para pintar cordones y árboles con cal. Después de la jornada diaria de trabajo para preservar la salud de nosotros los pibes. Recuerdo a los muchachos de mi club, el Mariano Moreno el esfuerzo para colaborar en esa titánica tarea de desinfectar todo cuanto existiera al alcance.

Tano, lamentablemente hoy ya no se puede transitar libremente por las calles. Seguramente en tu adolescencia habrás transitado sin temor alguno por las arboladas calles en horas de la madrugada (para nuestros tiempos la 1 o 2 de la mañana los sábados), hoy hay que ser muy valiente para andar por la calle a esas horas. Bueno hermano. Me alegra mucho este ida y vuelta con aquellos que hoy con canas y sin aquellas chapas que ostentábamos en nuestra adolescencia petitera, se reencuentran a través de nuestras respectivas vivencias enraizadas en el ejido del barrio más lindo de Buenos Aires: Núñez – Tano.

Un abrazo

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