Vuelo 787 con destino a Buenos Aires…se ruega a los señores pasajeros dirigirse a la puerta….
Es curioso, cuando recordamos lo pasado cruzan imagenes y estados de ànimo anclados a esos otros tiempos de la vida.. así ha sido para mi cuando ya con hebras blancas en mis sienes y transcurridos una infinidad de años sin jamás haber regresado a las tierras que me vieron correr y soñar… Ya sobrevolando Argentina me sorprendió descubir aquella parte de niño interior que no cambia, una dulce adrenalina me invadia a medida que el avion se acercaba a la cabecera de pista para el aterrizage…
Estaba por volver a ver, tocar, caminar los lugares de mi infancia y de mi adolescencia, el entusiasmo me embargaba, mis canas las habia olvidado, y creia volver a ver todo como lo habia dejado…mi mente habia grabado todo ello tal cual lo habia visto aquella ultima vez…
Y ya no era asi, nada era asi.
Aquél día, lo llamo “el regreso”, sentí una tenaza mordiendo mi pecho…los potreros ya no existían, las casitas dejaron paso a edificios de 20 pisos, las calles llenas de letreros y cartelones, sin los toldos… habían desventrado manzanas enteras con mega centros comerciales, la siesta se había muerto, no oías más a los gorriones, no había nidos de golondrinas en los viejos aleros, no olías olorcitos, habia ventanas y puertas cerradas, no había chicos agarrándose a trompadas,
no había abuelitas sentadas afuera…lo único del pasado que oi fue un cigarra cantando, pero escuchando mejor, era un monótono llanto…
Bajo el asfalto y el cemento que ya todo lo dominaba, la misma tierra escondida, aquella que habiamos pisado descalzos corriendo tras una pelota de trapo o de cuero media desinflada…
Y ahí sentí una de las tristezas mas grandes que recuerdo. Tal vez no por los lugares y cosas que no existían más, ni rostros familiares y queridos que no pude reencontrar, y si por la percepción dura tangible y cruda del « tiempo » que le había ganado tiempo a mi vida…una lucha perdida de antemano…uno lo sabe, pero casi siempre, o no lo siente o no lo puede medir…
Hubiese dado no sé lo qué por escuchar de nuevo uno solo, uno solo de aquellos sonidos, voces del pasado…
Donde hubo cañaverales vi bloques de piedra y cemento ganándole espacio al río y robarle orillas donde hubo club de remos caseros, jardincitos y huertos de los domingos donde gallegos y tanos plantaban su chicoria y rabanitos… Ahora había jardines tipo ingles, restaurantes pitucos con velitas en las mesas, mozos que te preguntaban « al Señor que le apetece ? »…y no pude dejar
de sonreír recordando otros mozos que te decían… « si te gusta hoy tenemos pucherito y empanadas de la vieja, si no te gusta te vas a cantarle a Gardel a otro lugar »…y era pura familiaridad y joda sana….
Llegué a mi esquina, donde se juntaba la barra por las tardes, donde habia aquel buzon rojo estilo ingles que desapareció y hoy lo encontrás en San Telmo como anticuariato…igual que los sifones azules de soda, alguien se acuerda?..”sifoneroooo!!”
Iba caminando por esa Núñez vestida de ropa nueva, pero podía oler aun el aire de entonces…más que nada en la estación… donde todos los días, cuando en las vacaciones laburaba como cadete en el centro y me tomaba el tren a la misma hora, yo esperaba a una mina que si no llegaba yo no lo tomaba y llegaba siempre tarde al negocio de zapatos donde laburaba…
Me sentí feliz de ver los mismos árboles, en algún jardín de casa aún conservada, los limoneros y los quinoteros que afanábamos…
Los recordaba a todos, en cada árbol una memoria, un momento, mis amigos…Viéndolos ahora me parecía como que me estaban reconociendo tambien y en mi delirio espiritual me mandaban un abrazo…Y aquél sauce lloron, aquél donde colgabamos las jaulas de los canarios, me imaginé estaba preguntándome donde estábamos nosotros, los muchachos de la barra…y no había
respuesta, no pude consolarlo…lo despedí en silencio dándole la espalda para que no viese mi lagrimón cayendo.
Había cruzado medio mundo para reencontrar solo sombras del pasado.
Para querer tocar algo mio llamado raices que me llevaba a cuestas desde entonces.
No encontré nada y me senti como que había perdido cosas importantes.
Era como estar esperando toda una vida reencontar la persona que amastes y cuando finalmente llegás te dicen que se mudo y nadie sabe adonde. Sentis el peso de una impotencia, la pérdida de una ilusión que te ayudó a esperar en la vida…el reencuentro con tus raices.
El chofer del Alvear que me había traido hasta el barrio, me habia observado discretamente en cada calle calle en cada esquina o lugar donde yo le pedía que parase…era más o menos de mi edad…lo que son las cosas, pareciera que hay hilos secretos que unen a las personas destruyendo distancias y destinos… es un hilo universal….
Así sucedió con ese chofer, pues abriéndome la puerta cuando ya le dije “regresemos al Hotel”…y vio en mis ojos un brillo que no era luz, va y me dice…” señor, aquí cambió todo…como nosotros…yo vivía a diez cuadras de aquí…a lo mejor alguna vez nos cruzamos
o corrimos juntos, quien sabe…pero le digo lo que yo hoy siento… mejor recordarlo como era que haberlo visto morir de a poco como me paso a mi… total , lo que nos llevamos adentro al irnos es lo último que nos quedó como retrato de lo que vimos y vivimos…son los testigos de nuestros tiempos queridos…”
No pude evitar de darle un abrazo fuerte y silencioso, y él entendio el porqué…
Ese día decidí escribir esta carta a mi mismo, para no olvidar…y si algún otro quiere recordar encontrará en mi, aún lejos, un oido para escuchar, un alma para abrirse…
A partir de entonces, muchas veces, me aislo y pienso en Pampa y la vía, Núñez, su antigua fama de guapos del bajo y cuchilleros, nuestra barra brava y corajuda con corazones de manteca…y me pasan desfilando sus rostros…cada uno y cada cual, mirandome con una sonrisa…el gallego, el petiso, el orejudo, el alcahuete, los mellizos,el flaco, el gordo, el narigon, el orejudo, el pillado, el cafiscio, el zurdo, el timbero,…y al final aparezco yo, desde lejos, y todos ellos en coro que me llaman y me gritan…
… Ché Tanoooo, vení!…