Pasé mi infancia y mi adolescencia, como creo ya haber escrito, en una dimensión de tiempo y espacios que ya no existen, que los pendejos de hoy ni pueden imaginar. Su ámbito fue Núñez.
Algunos años atrás hubo una película llamada « Goodfellas» con Robert De Niro, la misma pintaba y describía un grupo de amigos adolescentes cuyos caminos rumbearon casi sin darse cuenta y llevados por ese ambiente de entonces, para la delincuencia, pero describía también un barrio un grupo humano y un tiempo…La realidad supera la fantasía, o bien la fantasía la toma en préstamo para inspirarse a la realidad.
Fue mi caso, nuestro caso de barra brava de la esquina, cambiale solo el idioma y el país, el barrio y el resto era casi idéntico… con una diferencia, que fue pura suerte o destino: a mi me pusieron de pupilo primero en un perdido colegio salesiano de Azul del cual escapé 16 veces antes de la expulsión, y sucesivamente siempre pupilo en el histórico Colegio Wilfrid Baron de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía…y hoy digo gracias, pues ello mudó mi historia de vida, a pesar de que mi pobre viejo tuvo no sé cuantas veces que “donar” bolsas de azúcar enteras al Padre Prefecto para que no me expulsasen… ya escribiré estas historias también, testigos de un tiempo lindo…
Vuelvo al barrio.
Un barrio que encerraba aquel clima de familias abiertas, casas sombreadas con zaguanes y patios coloniales de azulejos, sillas colocadas en las puertas de calle para junar por las tardecitas a los que pasaban y lo que pasaba, jaulas de canarios amarillos colgadas en los árboles.
Era el barrio de entonces una especie de seno materno donde todo era conocido, seguro, cierto, familiar, acompasado. Escuchabas los silencios de las siestas y las cigarras cantando. Un perro somnoliento tirado en una esquina, los pequeños negocios y tienditas con sus toldos acariciados por tenues brisas, el agradable quilombo de los gorriones piando y dándose picotazos por una lombriz.
Nunca nadie había escrito regla alguna sobre ritmos y vida de barrio, y sin embargo todos vivían según esos dictados desconocidos cual sacrosanto y común conocimiento colectivo, de lo que se debía hacer y cuando y como, lo que era malo o bueno, lo que era verdad o chimento. Y todo ello desde siempre sin que padre alguno transmitiese a hijo alguno tal saber que era telúrico.
Más allá, pasados los confines del barrio, otros barrios que eran para nosotros territorios de conquista y descubrimientos… ¿De donde sos?… soy de Núñez…entonces sos un mersa…
yo soy del barrio norte…y ahí nomás yo le daba un soplamoco al engrupido…
Eran horizontes cercanos pero que a aquella edad nos parecían fronteras lejanas.
Para qué hablarles más allá, donde acababa la tierra y comenzaba el río, zona de guapos y bares de baja ralea. río oscuro, playitas de tierra húmeda y negra, cañaverales, botes abandonados, bagres saltando, olores de cosas que nos pertenecían sin saber bien el porqué…
El progreso, o aquello que lo simbolizaba, aun no era tangible.
Alguna que otra nueva construcción, pequeños edificios de departamentos de dos pisos que iban reemplazando las viejas casonas abandonadas y con palmeras, los potreros donde jugábamos a la pelota y que comenzaban a cercar, los carros de basura tirados por percherones y las puteadas de los carreros a las cinco de la mañana reemplazados por camioncitos ruidosos y humeantes, las calles de adoquines que cubrían con asfalto, las vías de los tranvías que ya muertas iban levantando o sepultando bajo la negra capa asfáltica…
Nosotros los de la barra brava mirábamos todo eso e intuitivamente supimos que éramos la ultima generación testigo y de traspaso entre un modo de vivir y una nueva sociedad que aún no se mostraba nítidamente, se estaba forjando…Ante todo ello sentimos una especie de pena, como que nos estaban quitando algo querido, algo nuestro que solo ahora viéndolo desaparecer supimos que lo era…Nos mirábamos y no decíamos nada, pues no sabíamos que decir, era algo nuevo en nuestras jóvenes vidas, era al “cambio” y el “futuro” que ninguno nos había explicado ni enseñado.
Continua…