Aquí estoy de nuevo desde muyy lejos… , no me olvido de ese barrio histórico, del bajo, de Pochito (J.D.Peron y la UES con las Lambretas y las minas frente a lo que era Zagazola), de los «guapos», de la «barra brava», de los carros de basura a caballo al traino con percherones y ruedas con llantas de fierro que a las 5 de la mañana corrían carreras entre ellos sobre el adoquinado de la calle Manuela Pedraza despertando al barrio con el estruendo que se pueden imaginar…
Hoy algunas curiosidades y rápidas escenas de otros tiempos y costumbres… éramos adolecentes…
Zagazola hacía ya en esos tiempos un bolsón que años después copió igualito Hermes y que hoy venden a millares de dólares, yo conservo aún uno de ellos, un cuero de color claro tan bueno y robusto que desafía ya el medio siglo…
La «barra brava»… adolescentes pituquitos de familias trabajadoras y obreras que defendían el barrio contra los intrusos, y los intrusos eran para nosotros los novios de nuestras minas del barrio que llegaban para «afanarlas» como decíamos entre nosotros, y era costumbre amenazarlos con varias formulaciones:
– si te vemos de nuevo por aquí te mandamos directo al Pirovano (hospital) que ni tu vieja te reconoce…
– aquí solo los del barrio son novios de nuestras minas (así nos las apropiábamos sin ellas saberlo ni aun menos quererlo…)
– no pongas jeta de inocencio, ya te vimos muchas veces rondando por aquí y junando a la Isabelita, que está bajo nuestra protección (ella ni sospechaba de tanto proteccionismo gratuito) por lo tanto hacete humo sin chistar… Etc. etc. etc…
Lo lindo del caso es que todas las madres de la minas del barrio jamás hubiesen querido a uno de nosotros como novio de las hijas.
Nosotros éramos los guarangos, los descuajeringados, los atrevidos, los que no tendrían ningún futuro para ofrecer a sus niñas, los colados maleducados (fiestas, matrimonios, velorios donde hubiese para morfar o chupar) y muchas otras menudencias…
Para esas madres un novio de «afuera» era lo mejor, lo apropiado, lo seguro, mejor si era de barrio pituco como Belgrano R, San Isidro, Palermo chico, etc… y este concepto anticipo de décadas otro concepto que arruinó el mundo: la globalización, es este caso la globalización de barrios, o aún más, la exportación de elementos humanos extra barrial para el futuro de parejas porteñas… otros tiempos, y esas mamás en esto fueron visionarias sin saberlo… y nosotros los de la barra brava victimas propicias de todo ello…
Cuando hablo de la barra brava me refiero a un conjunto de elementos y evidencias que la definían.
Éramos un plantel permanente de unos 10/12.
Éramos todos bien plantados y cada uno con sus preferencias deportivas o «culturales «, yo jugaba al rugby, el Petiso al futbol, el Orejudo era especialista en billar, el Gallego la pelota paleta, el Zurdo se la pasaba con el Yo-Yo, los mellizos carrera de bicicletas, el Gordo era bueno con la Box, el Flaco tocaba la trompeta, el Narigón se corría los 100 metros como un refucilo, el Chupamedias decía que podía decirte entero el Martin Fierro y era el intelectual de la barra que hablaba siempre difícil y nos decía ustedes son protozoarios monocelulares e ignorantes… en fin cada uno lo suyo…
En aquellos tiempos la sociedad y la religión juzgaban críticamente a los homosexuales por lo cual la barra bravas se erigía en defensora de tales principios hoy arcaicos y superados y se metía a castigar a quienes daban muestras de tales inclinaciones en su modo de hablar o vestir o de gesticular… uno de ellos, el Pocho, era para nosotros Pochita y destinataria final de nuestros improperios y no solo eso… y el día que se fue sin regreso ahí entendimos que él era parte nuestra, del barrio… y callamos por largo rato.
Era la barra que justamente castigaba con actos heroicos y justicieros a los «degenerados», por suerte en el barrio había solo uno, que tenía una tienda y que con caramelos y otros convites tentaba abusar de chicos y chicas menores y era de conocimiento de todo el barrio… para que lo hubiese hecho!… organizábamos la expedición punitiva como un malón frente a todos y de día, prendiéndole fuego al toldo del negocio y muchas veces rompiendo los vidrios de la vidriera… lógicamente denuncia, llegaba el patrullero de la cana de la comisaria,… pero nadie sabía, nadie había visto nada, en esto el barrio era como los tres monos chinos: somos sordos ciegos mudos… solamente en esas circunstancias los de la barra brava éramos para los vecinos un grupito de chicos que son una monada.
Los simples, maravillosos momentos de placer y sosiego de la barra era a la tardecita en verano, juntados en el buzón de la esquina, empilchaditos con lo que teníamos, fresquitos de la ducha, abuelas sentadas en la vereda husmeando, y nosotros rumbeábamos para la lechería donde nos esperaba un vaso grandote de leche con crema batida, y al rato cada cual se iba por su lado para acometer sus aventuras nocturnas desparramándose por otras latitudes porteñas de la caza de «minas finas»… otros tiempos, limpios, inolvidables, nos forjaron hombres de bien, que sucesivamente vientos de la vida nos plegaron cada uno con su peso , pero nunca nos quebraron…
Todo lo anterior no es ni geográfico ni tentativo social, es pura nostalgia.
Hasta la próxima!
Luis el tano