Literatura de Guapos

Literatura de Guapos

Allá por los años veinte, hubo una tenida muy especial. Eran dos grupos literarios enfrentados. Al inicio confrontaban por y con ideas, luego la cosa fue tomando otra dimensión.

En la argentina del ‘22, Marcelo T.de Alvear, había sucedido en la presidencia, a través del voto, a don Hipólito Yrigoyen.

El tango reinaba en el centro y suburbio de la ciudad de Buenos Aires.

En 1923 en el Abdullah, Club, subsuelo de la Galería Güemes, Florida 165, el pianista Juan Carlos Cobián y su selecto sexteto (del que formaba parte el violinista Julio De Caro) era el precursor de un estilo propio en la interpretación del tango. El sexteto de Cobián tuvo poca vida, por el viaje del director a Estados Unidos. El sucesor del estilo Cobián, evolucionado, con características propias, fue Julio De Caro, quien en 1924 rearma el sexteto, actuando en el café Colón de Avenida de Mayo 999 y en el Vogue´s Club del Palais de Glace.

Julio De Caro, fortaleciendo al tango romanza, iniciado por Cobián, inaugura la emblemática confitería Chantecler en Paraná 440. Mientras tanto Osvaldo Fresedo, paseaba su estilo elegante en las grandes mansiones.

El sur, representado por Boedo, tenía sus poetas del tango. Entre ellos sobresalía, Cátulo Castillo que, en 1924, pega el salto con su tango Organito de la Tarde, al que su padre, el intelectual polifacético, José González Castillo le pone letra al año siguiente. Homero Manzi, andaba revoloteando su poesía, que dos años después se concreta en el tango Viejo Ciego.

El Centro y el Sur, se retroalimentaban en el tango, no había rivalidad, complementándose y jerarquizándose mutuamente. No era así en los enfoques literarios, donde los dos grupos se atribuían la primacía.

Si bien, por esos años, la paz volvió al mundo, en la porteña ciudad, el diferendo literario alteró la tranquilidad. En el centro de la ciudad, calle Florida y Tucumán se habían agrupado en torno a la revista Martín Fierro, una serie de importante escritores, originando el Grupo Florida.

En contrapartida otro conjunto de intelectuales empezaron a escribir para la Editorial Claridad, de Boedo 837, dando nacimiento al Grupo de Boedo.

La fastuosidad del centro de la ciudad de Buenos Aires, contrastaba con la pobreza de los barrios humildes del sur. En éstos no reinaba la polaina, galera y el bastón, sí, la faja, funyi, lengue y cuchiyo para la ocasión. Era el porteño de acompasado al andar, galante con las damas y guapo de parada copar. 

Contra el arte por el arte mismo de Florida, Boedo, usaba el arte como herramienta de transformación social. Ambos grupos tenían representantes de jerarquía.

Hubo intercambio de escritos entre los grupos. Era el Centro elegante tradicional contra el surgente Sur proletario aluvional. Al principio no pasaba de una puja de ideas plasmada en la literatura, hasta que un taura del centro quiso en el sur, sentar su guapeza. Era dirimir el diferendo en otra esfera que la intelectual, de filo, y quien la bancaba más.

El presente rememora a pura fintas y estocadas la disputa ficcionada, del clásico literario, Boedo-Florida. El guapo del centro, Baltasar, se supo llamar, Nicolás, el del sur, para el duelo completar.

En esta competencia literaria el blasón del centro, Baltasar, de corajudo en el sur quiso exhibir, pero estaba Nicolás para resistir.

Los guapos se hubieron de enfrentar, y aquí paso a detallar.

Hubo fintas y chamuyadas, al final agarrada, entre ellos no hubo agachada.

Acá va la historia de la aventura narrada en una historia cargada de parla, fierro y enfrentada.
Un día el del Centro se mandó, era don Baltasar en busca de Boedo, paso cansino, compadrón, silbando un tango, el arrabal buscó.
Iba seguro el mozo del final, la parada iba a copar, pues, suponía, que el rival no lo iba aguantar.
Cabello renegrido, un montón; barba, chambergo, lengue, filo, para completar la descripción. Era hombre del Centro y de ahí se venía, en busca de acción.
Viese a don Baltasar, venirse tras el galardón, tayar en Boedo, la consagración. 
Decíase que por la calle San Juan, otro guapo solía bancar, a él iba a buscar. Era don Nicolás, hombre, de cuchiyo calzar. Ahí fue nomás Baltasar, al Boedo laburante supo arribar. Enfiló para Loria y San Juan, en busca del Pintero, feca del lugar, donde don Nicolás, el del corralón, solía parar. Boliche de malandras y poetas, donde cada tanto amasijaban un punto, para engalanar el lugar. 
Nicolás, era chatarrero, dueño de un corralón, pura yeca su formación. Había tomado fama de no achicarse para la ocasión, derecho y sin tacha, nunca buscó el galardón. Pero, no le escaba al bulto, y es así, que figuraban varias rayas en su facón. 
Baltasar al llegar, a Nicolás en el estaño encontró. Efectivamente, confirmó, tipo maduro; funyi, rebenque, faja y cuchiyo atrás. Se decía que era mozo de poco hablar, pero, presto para no desentonar y así fue nomás. 
De pico, el zomo del lugar, conociendo al local, al ver a Baltasar entrar, murmuró, viera este mequetrefe, venirse, si, venirse al cuete, a tentar suerte, y solo, encontrará la muerte.
Y los guapos se saludaron, toque de funyi y relojearon. Estaño, ginebra, Baltasar encaró, una vuelta a los parroquianos invitó, todos se miraron, solo Nicolás, bancó.
Los puntos se estudiaron. Uno, el del Centro, filo en la cintura. El de Boedo, gaucho, lo calzaba atrás.
Terminada la ginebra para entonar, la juntada hubo de empezar, para dos guapos en el arrabal. Previo chamuyo y presentación, Baltasar de parla quiso prepotear, pero Nicolás, que de eso la junaba, le hizo saber que de local, él mandaba.
Para amenizar la tenida, el compás de un tango no hubo de faltar, la viola se empezó a escuchar.
Y el baile no se hizo esperar. Ligero el del norte, intentó ventajear, pero, presto, don Nicolás lo iba a madrugar. Cuando Baltasar intentó sacar, tarde, al del Sur cargado iba a encontrar. 
Y el mozo del lugar, murmuró. Viera este Baltasar, venirse, venirse al cuete, a tentar suerte, y por guapear, encontrará la muerte.
Sin embargo, la suerte no estaba echada, pues en el fileteo no hubo cortes, sangre ni tajos. Baltasar insistió, de filo encaró. Fue principio y final, pues don Nicolás a puro rebencazo lo madrugó, el filo voló. Sin cuchiyo y sonrojado Baltasar se marchó, no obstante prometer revancha para otra ocasión, previo beneplácito de su literato creador.
Silbando el tango, acompasado al andar, se va Nicolás caminando por Loria y San Juan. No se jactaba de la muerte que no fue, era por guapo nomá. Sonreía el literato local.
Así fue que la primera tenida de Boedo y Florida, fue momentáneamente concluida, hasta que un nuevo escritor, publique la revancha buscada.

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Ricardo Lopa
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