Intentan salvar la histórica casona del obispo Podestá, un símbolo de Caballito, que fue declarada patrimonio cultural en 2004. Los vecinos denuncian que corre riesgo de demolición. En el lugar funcionará una sede de la Defensoría del Pueblo.
La histórica Casa del obispo Jerónimo Podestá de Caballito, declarada patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires en 2004, será ocupada por una de las sedes de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, luego de que organizaciones barriales y allegados al religioso denunciaran que corría peligro de demolición.
«Si no fuera obispo, me gustaría ser Defensor del Pueblo», había respondido una vez Podestá, según contó entusiasmada Clelia Isasmendi, hija de Clelia Luro, quien acompañó al religioso en la década del ’60 a favor de la opción del matrimonio para los sacerdotes y de la teología de la liberación.
Podestá, que inauguró en América Latina la corriente de los curas obreros, uno de los antecedentes de la Teología de la liberación, fue obligado a renunciar a su obispado en 1967 y suspendido a divinis por la Santa Sede, contrajo matrimonio con Clelia y luego fundó y codirigió con ella la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados.
Isasmendi, quien vive en la casona donde residieron Podestá y Luro y funciona además un Centro Cultural, aseguró que el objetivo es que el lugar «tenga utilidad pública, que era lo que querían mis viejos, un lugar donde la gente pudiera encontrarse».
En razón de ello, la casona, construida en 1864 en la avenida Gaona 1367, se convertirá en una de las sedes de la Defensoría del Pueblo, para atender las inquietudes y reclamos de los vecinos de la ciudad. «Por ahora los martes de 16 a 18, hasta que se divulgue y sean necesarios más días de atención», explicó la mujer.
Durante la inauguración, que se realizó la semana pasada en la casona, que es una de las más antiguas del barrio de Caballito y aún conserva su estética original, el Defensor del Pueblo, Alejandro Amor, expresó que «las ciudades, tienen identidades y preservar esta casa es respetar la identidad de Buenas Aires. No es solamente recibir a los vecinos y escucharlos, sino también plantarnos en la historia».
El funcionario destacó que «preservar la memoria y la historia de Jerónimo y Clelia es un derecho de toda la sociedad».
La mujer recordó que cuando «Amor vino a conocer la casa me propuso que funcione acá una sede de la Defensoría, y yo le dije que sí, por supuesto, y así fue como lo decidimos».
En esa vieja casona vivió Podesta hasta su muerte en junio de 2000, y su mujer -quien falleció 13 años después- continuó allí pugnando por el reconocimiento del lugar como patrimonio cultural.
Télam/Clarín
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