por Mabel Alicia Crego
“Dulzura con los criados, pobres y viejos”, “Estimular en Mercedes la caridad con los pobres” e “Inspirar amor a la Patria y a la Libertad” son tres de las doce máximas que José de San Martín le escribió a su hija Mercedes en el año 1825 y que su nieta, Josefa Dominga Balcarce San Martín, la última descendiente del Libertador, las cumplió hasta el último día de su vida. “Pepita”, tal como la llamaba el prócer, no sólo fue la encargada de reconstruir la trayectoria de su abuelo ante el Museo Histórico Nacional, sino que también se convirtió un personaje transcendental para el pueblo francés durante la Gran Guerra. #SanMartin #JosefaDominga #MariaMercedes #Mercedes #MabelCrego #historia #libertador #Brunoy #PatronatodelaInfancia
Para San Martín sus nietas eran entrañables, le brindaban sus momentos más felices y despertaban toda su ternura de abuelo.
María Mercedes, la mayor, nació en Buenos Aires, tenía diecisiete años cuando su abuelo murió.
Josefa Dominga, nació en París, el 14 de julio de 1836, (aunque tenía nacionalidad Argentina) contaba apenas catorce años cuando falleció San Martín.
El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, la vida del Libertador se apagó. El pequeño funeral pasó inadvertido. Fue enterrado en la cripta de la basílica, Catedral de Notre Dame de Boulogne-sur-Mer, y allí honraron sus restos los primeros visitantes que llegaban desde la lejana América.
En 1860, María Mercedes, moría soltera antes de cumplir los 27 años. Sus padres hicieron construir para ella una bóveda en el cementerio de la villa de Brunoy, poco después 21 de noviembre de 1861 hacen trasladar los restos del general desde Boulogne para honrar a ambos en el panteón familiar.
El abuelo y la nieta menor tuvieron un vínculo muy especial y estrecho. Fue San Martín quien personalmente la inscribió en el registro civil de Evry-sur-Seine. Y quien la dejaba jugar, a gusto y placer, con las medallas que había ganado, en la época que combatía a Napoleón, en las filas del ejército español.
En 1861, Josefa se casó con Fernando María de los Dolores Vicente Jacinto Ceofás Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, un joven que pertenecía a una noble y acaudalada familia mexicana, quien al momento del matrimonio, era secretario de la Legación de México en París. Pero no tendrían descendencia. La pareja se instaló en un hermoso palacete a las afuera de París, Le Petit Chateau.
La casa era un edificio de tres plantas (la superior en buhardilla) y sótano, con sala, comedor, ocho dormitorios y otros tres para el personal doméstico. Estaba en un predio de una manzana, con un jardín donde el general San Martin, practicaba su afición por la floricultura y horticultura, tenía también de otras dependencias, entre ellas, una gran caballeriza.
En 1904, a los 68 años, Josefa quedó viuda y sin hijos. Tal como había acordado con su marido, decidió ocupar su fortuna para crear una fundación de ayuda a los más humildes. Así, “Le Petit Chateau” cambió su fisonomía. Decidió modificar la casona donde vivía. Las habitaciones se adecuaron para ser residencia de ancianos, el enorme parque se transformó en huerto de frutas y hortalizas para dar de comer a los desocupados y se construyeron anexos a la propiedad para crear una clínica quirúrgica donde atender y operar gratuitamente a quienes no tenían posibilidades económicas. Las hermanas de la Congregación de la Sagresse se ocuparon de ayudar a Doña Pepa en la administración y atención de ésta maravillosa y eficiente obra de caridad.
El 1° de diciembre de 1905 se abre en Brunoy la “Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada”, dando albergue y alimentos a los ancianos y un centro asistencial para los más necesitados e indigentes de la región que aún hoy se mantiene, y cuyos miembros honran su memoria. Si bien no se propuso llevar adelante un establecimiento modelo (que lo fue), ya al poco tiempo el proyecto se convirtió en un ejemplo de estructura existencial y de vanguardia para toda Francia.
El centro de salud terminó convirtiéndose en el nosocomio más importante de la región como consecuencia de su equipamiento médico. Comenzó a funcionar el 14 de octubre de 1914, la dirección médica (durante la guerra) fue Hospital Auxiliar Nº 89 y estuvo a cargo del cirujano jefe Dr. Jules León Ladroitte.
En 1914 estalló la guerra más sangrienta de la historia hasta ese momento. El ejército alemán llegó casi a las puertas de París. El pueblo de Brunoy quedó prácticamente en la retaguardia del frente de trincheras, en el que durante más de tres años se desarrollaría una guerra tan cruel como nunca antes se había conocido.
Josefa transformó su casa en «hospital de campaña» donde atendía a todos los heridos evacuados del frente de batalla, que quedaba a pocos kilómetros de allí. La asistieron en esta ardua tarea las hermanas de la Congregación de la Sagresse. Como anécdota, se cuenta que un día le avisaron que había llegado un carro con soldados alemanes y le preguntaron si podían pasar. Desde una ventana doña Josefa preguntó: «¿Están heridos? Pues bien, éntrelos.»
Contaba con 50 camas, dos modernos quirófanos, y salas de esterilización, laboratorio y radiología. Por la proximidad con el frente de batalla, atendían a muchísimos heridos franceses como alemanes. Pepa trabajaba a la par que todos. Hablaba varios idiomas, como el inglés, italiano, alemán, griego y latín. Y, sin duda, su lengua madre el español.
El problema surgió cuando Alemania inició la segunda gran ofensiva del Marne, entre julio y agosto de 1918, con artillería pesada y gases venenosos. Los aliados franceses ordenaron, desalojar Brunoy y una pronta retirada a París. Pero Josefa se quedó allí junto con el doctor Ladroitte y sus soldados mutilados a esperar la tormenta de fuego del ataque alemán.
Ella, a sus 82 años, estuvo presente en la primera línea del enfrentamiento bélico, atenta al avance de las tropas enemigas.
Cuando la guerra terminó, a raíz de su valentía, de rechazar las recomendaciones de los militares franceses y permanecer en el hospital para atender a los soldados heridos, Josefa y el doctor Ladroitte recibieron las condecoraciones de la Cruz Roja y la Legión de Honor de Francia en una emotiva ceremonia, donde los soldados convalecientes pintaron banderas con la leyenda: “Gracias, señora, usted es más valiente que nosotros”. Ambos fueron condecorados con el mayor honor del gobierno Francés, la Medalla de la Reconaissance y la Cruz de la Legión de Honor.
EL hospital, que volvió a ser nuevamente asilo de ancianos. Josefa en su testamento, lo cedió a la Sociedad Filantrópica de París.
Tanto ella como su abuelo son ciudadanos ilustres de la ciudad y la calle principal de Brunoy lleva su nombre. Nuestro país aún le debe un merecido homenaje.
Cuando trasladaron los restos de sus padres y hermana a Mendoza, en 1951, el gobierno Francés se negó a la repatriación de los de Josefa. Porque ellos consideran que es un heroína nacional que merece descansar en la tierra en la que nació y vivió. Ese mismo suelo que había sido refugio de su ilustre abuelo que, de pequeña, la dejaba jugar con sus medallas.
La nieta del libertador reconocida por su gran labor humanitaria y social, también tuvo un papel importante en la constitución del Patronato de la Infancia, en Argentina, al donar la casa de su bisabuelo materno a esta institución.
La propiedad está ubicada en las actuales calles Perón y San Martin del microcentro porteño, la casona era propiedad de la familia Escalada y fue el lugar donde se conocieron sus abuelos, Remedios de Escalada y el general San Martin.
Se trata de una mansión con amplias ventanas conde colgaban pesadas cortinas y cuyos pisos estaban cubiertos de alfombras importadas de Europa.
Hermosos espejos venecianos decoraban las paredes y las pinturas traídas desde el alto Perú creaban un ambiente solemne y señorial.
La casona era reconocida por ser uno de los centros sociales más importantes de la época. Los domingos se realizaban allí las tertulias, era un centro de reunión de los patriotas de la Revolución, donde asistían las familias más pudientes y personalidades de la época.
El patronato de la infancia fue creado en 1892, con el objeto de brindar educación, asistencia asilo y amparo a los hijos de los trabajadores e inmigrantes que deambulaban por la ciudad de Buenos Aires, incorporándolos a la comunidad Argentina.
Josefa y su marido estuvieron el 21 de abril de 1880 en El Havre, despidiendo los restos del Libertador, que el vapor Villarino traería a Buenos Aires. Ella misma gestionó personalmente la repatriación de los restos del general San Martín a su tierra natal.
Lo primero que hizo Josefa, fue donar la valiosa correspondencia de su abuelo a Bartolomé Mitre, y obsequió todo el mobiliario y muchos libros que le había pertenecido a su abuelo, al Museo Histórico Nacional.
A través de sus conversaciones con Adolfo Carranza, director del museo, fue la encargada de acondicionar el Museo Histórico Nacional con los objetos más preciados del General, que no fueron vendidos sino donados, para que todos los habitantes del Rio de la plata pudiesen contemplar la habitación donde descansaba el prócer en su residencia de Francia.
También adjuntó, un croquis para que se reproduzca con exactitud en el museo, la residencia de Boulogne-sur-Mer, la finca preferida del general San Martín, en el que detallaba la disposición de los muebles de la habitación donde había fallecido su abuelo el 17 de Agosto de 1850 a las 3 de la tarde.
Esto permitió recrear el ambiente, tal como se lo puede contemplar en la actualidad.
Josefa hizo un culto de la memoria de su ilustre abuelo. Ella representaba, entre los argentinos de aquí y los visitantes de allí, el último pedazo vivo de San Martín.
“No se puede resumir la vida de Josefa a la donación de las pertenencias del Libertador ni de su mansión en el centro porteño, sino que fue una mujer que dejó de lado su riqueza y comodidad para servir a los más necesitados”, expresó Künhe haciendo referencia al trabajo humanitario que realizó la última descendiente del Libertador en Francia.
Felipe Pigna, no sólo ha reivindicado a muchas mujeres de la historia, ha afirmado que existen próceres y próceras, como Josefa, que ha quedado invisibilizada para los argentinos.
En el testamento hecho de su puño y letra, con rasgos firmes pese a sus ochenta y cuatro años, dejó sus bienes en la Argentina (la patria soñada de sus padres) al Patronato de la Infancia. También donó parte de su patrimonio a sus sobrinos políticos, a sus amigos y a sus albaceas.
Josefa Balcarce San Martín murió en Brunoy, Francia el 17 de Abril de 1924, tenía 87 años.
por Mabel Alicia Crego
docente jubilada – contacto
FUENTES:
- “Ser mujer no es un obstáculo, el caso de Josefa Dominga Balcarce y San Martín” Viviana Künhe
- “Las nietas de San Martín” Enrique Mayochi
- “San Martín” Buenos Aires, Editorial Planeta, 2014, adaptado para El Historiador.
- “La voz del gran jefe” Felipe Pigna
- “San Martín en Brunoy» Revista Todo es Historia Nro. 605 Diciembre 2017. Buenos Aires.
- Articulo de Mariana Turiaci
- Articulo de Pilar Padula, alumna de segundo año de la Escuela de Comunicación de Perfil.
¡Excelentes todos los artículos de Mabel Crego! Es un verdadero placer leerlos.
Josefa fue la nieta del General San Martín. No existen las «PROCERAS». Se dice » PRÓCERES».
al señor anonimo, dije «proceras», repitiendo las palabras del historiador Felipe PIgna
muy agradecida por leer mis articulos!
agradezco tu comentario Liliana, me siento muy feliz que te resulten interesantes mis articulos!