El cardenal Mario Aurelio Poli junto al pte. de la Conferencia Episcopal Argentina monseñor Oscar Ojea, ordenaron obispo a Gustavo Oscar Carrara, cura villero de la parroquia María Madre del Pueblo en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores, quien fue llevado en andas por sus feligreses a la salida de la Catedral de la ciudad de Buenos Aires, mientras entonaban cantos de alegría, mezcla de canto de cancha y de murga.
Carrara se desempeñaba como sacerdote del clero de la ciudad de Buenos Aires de la parroquia María Madre del Pueblo en la Villa 1-11-14 del Bajo Flores, tiene 44 años. Es el primer vicario episcopal para la Pastoral en Villas de Buenos Aires: espacio de evangelización en el cual, el por entonces cardenal Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, puso toda su fe, empeño, fuerza, esperanzas y empeño.
Las villas de emergencia se han constituido en cordones ubanos de la CABA, donde paraguayos, peruanos y bolivianos, conviven con argentinos llegados del interior de la Argentina: «Nosotros somos una familia, ahora volvemos al barrio a festejar. Le pregunté al obispo cómo quiere que le diga y me contestó: ‘Gustavo, como siempre’ «, explicó a Infobae una devota parroquiana.
Participaron de la ceremonia la familia del neo obispo Carrara -papá Oscar y su señora, Elsa; sus hermanos Tamara y Gabriel; se rezó por el eterno descanso de su mamá Irene-; el secretario de Culto de Nación, Santiago de Estrada; el subsecretario de Culto de Nación, Alfredo Abriani; Alicia Pierini, reconocida referente de Derechos Humanos; los periodistas José Ignacio López y Alver Metalli; los dirigentes de la Comunidad San Egidio Andrea Poretti y Marco Gallo; el ex secretario de seguridad Sergio Berni; y el Defensor del Pueblo porteño Alejandro Amor, entre otros.
El consagrante principal fue el cardenal Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, y los co consagrantes fueron el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea; el rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), arzobispo Víctor Manuel Fernández, y los obispos auxiliares de Buenos Aires monseñor Joaquín Sucunza y monseñor Ernesto Giobando SJ.
Entre los obispos que concelebraron estaban Eduardo García, Fernando Maletti, Juan Carlos Ares, Jorge Torres Carbonell, Alejandro Giorgi, José María Baliña, Han Lim Moon, Gabriel Barba, Enrique Eguía Seguí, Guillermo Rodríguez Melgarejo, Oscar «Chino» Miñarro, José Luis Mollaghan y Alfredo Zecca, entre otros. Y también los sacerdotes recientemente designados obispos, próximos a asumir, Alejandro Benna y Jorge García Cuerva, junto a otros más de 100 sacerdotes y más de 30 seminaristas.
Palabras de monseñor Gustavo Oscar Carrara
obispo auxiliar de Buenos Aires
en el día de su ordenación episcopal (Catedral de Buenos Aires, 16 diciembre 2017)
El nombre de Dios es Misericordia. Y hay momentos de gracia en los que uno hace memoria de la propia vida y no puede dejar de cantar junto a la Santísima Virgen, la Misericordia de Dios.
Hay un hecho que quiero traer a la memoria del corazón, es mi bautismo en la Basílica de Luján el 13 de octubre de 1973. Mi papá y mi mamá, mis padrinos y la familia me llevaron a bautizar allí por una promesa, como lo hacen miles cada año. Lo destaco porque Luján es Luján. Nuestra patria tiene allí a su Madre, ella es la Madre del pueblo. Allí la Virgen nos enseña el camino para cuidar a la patria, este empieza por cuidar a los más pobres. Allí hay que dejarse mirar por los ojos buenos de la Virgen para encontrar la misericordia de Dios. Le pedimos así a ella que le rece a Dios por nosotros con la confianza de saber que en sus labios la oración suena más dulce.
Caminando a Luján aprendemos que peregrinar es rezar. Y aquí quiero empezar a agradecer tanto cariño recibido en estas semanas, empezando por destacar a aquellos que hoy vinieron caminando, peregrinando como un modo de rezar por mí. Y hablando de peregrinar podemos decir que a vida del cura, la vida del obispo -como nos recordara el Cardenal Bergoglio en la última reunión que tuvimos aquí cerca con los curas de las villas- es caminar con el pueblo de Dios que se le ha sido confiado. El cura, el obispo: «A veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos». (EG Nº 31)
Pero también destaco otro gesto entre muchos que recibí, como este báculo que me regalaron un grupo de ex combatientes de Malvinas, ellos que alguna vez se sintieron olvidados, me lo regalaron porque entienden -me dijeron- que el ministerio episcopal es en primer lugar servicio a los olvidados que Dios no olvida.
Recibí muchos saludos en este tiempo pero entre los que me sorprendió es el de aquel muchacho al que le llevamos de comer en la noche de la caridad y al acercarse a la camioneta me mira y me dice, lo felicito me dijeron que va a ser obispo. Y aquí uno este saludo con la frase lema que elegí: Compartiendo con los pobres la alegría del evangelio… Aquí no se trata solo de dar de comer a un pobre, sino de considerarlo digno de participar en mi mesa. Es pasar de la generosidad a la comunión. Llegar a decir es de nuestra familia… El Evangelio de Jesús es claro: permanecer cerca del pueblo especialmente de aquellos que están solos, débiles y necesitados. Ser su amigo, su hermana, su hermano, hacernos prójimos, hacernos familia y dejarnos anunciar la Alegría del Evangelio.
Con respecto a mi vivencia en las villas estos últimos 10 años de mi vida tomo prestadas las palabras de uno de los primeros curas de las villas, el padre Jorge Vernazza: «Para mí lo más importante es el contacto con los pobres. El trabajo en la villa me dio esta gran oportunidad. Me ayuda a mantenerme en un espíritu de pobreza, de simplicidad de vida; me pone frente a la situación más clara de tener que estar al servicio de otro y no de mí mismo. El contacto con quienes además de ser pobres se reconocen como tales, favoreció y enriqueció mi sacerdocio. Son ellos los más preparados para recibir la Buena Noticia.»
Entre los más pobres de los pobres en las villas ciertamente se cuentan a los chicos y chicas que están tirados en las calles y en los pasillos, pero gracias a Dios recibiendo la Vida como viene y acompañándola cuerpo a cuerpo nació y está creciendo la Familia grande del Hogar de Cristo. Donde hay familia hay esperanza y esta familia quiere hacerse cargo de sus miembros más frágiles. Muchos de ellos están aquí hoy.
A todos los que están aquí y a los que no pudieron venir les agradezco de corazón el cariño y la oración. Les pido por favor que lo mantengan y cuando haga falta también háganme las correcciones fraternas que pueda necesitar.
Quisiera terminar con un gesto tomando una oración del Papa Francisco. Extendamos nuestras manos pidiendo la bendición sobre ellas para cuidar la fragilidad de los más pequeños: «Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios.» Amén.
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