El mapa porteño de los olores

Buenos AiresPor Evangelina Himitian
De la Redacción de LA NACION
Dime qué hueles y te diré en qué barrio vives

Un investigador de la UCES relevó los aromas que registra cada vecindario

¿A qué huele Buenos Aires? ¿Y su barrio? ¿Y la cuadra de su casa? Usted caminó por ella millones de veces, pero…, ¿cómo definiría ese inconfundible perfume que, a ojos cerrados, le hace saber que está llegando al hogar?

Lo más probable es que no lo sepa. Los investigadores sensoriales aseguran que de los cinco sentidos el olfato es el que el homo urbanis tiene más atrofiado. Pero ahora los porteños tienen una herramienta más que los habitantes de otras grandes ciudades para salvar esta disfunción: el Mapa de Olores de la Cdad. de Bs. As., que elaboró el ingeniero Miguel Angel
Gardetti, del Instituto de Investigaciones Ambientales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.

Tras un año de investigación y relevamientos, estuvo en condiciones de determinar cuál es el olor predominante de cada barrio. También qué lo produce.

Así sabemos que Agronomía, Saavedra, Paternal y Palermo son los que mejores aromas les regalan a sus habitantes: a pasto recién cortado, a tierra mojada, a hierbas. Aunque cerca del Aeroparque, la característica la da el combustible de avión.

Sobre la cabeza de los habitantes de los barrios del Sur -Nueva Pompeya, Villa Riachuelo y Villa Soldati- pende una nube de olor nauseabundo, causada por el Riachuelo. En Villa Soldati, además, se mezcla con un persistente olor a madera y gomas quemadas.

El mapa se confeccionó sobre la base de la carta-imagen satelital a escala 1:50.000 y de fotografías aéreas del Instituto Geográfico Militar.

Gardetti explicó que a lo largo de un año de trabajo se relevó tres veces cada zona de la ciudad. Las tareas olfatorias se llevaron a cabo en días hábiles, en intervalos de horas idénticos y cuando el viento tenía una intensidad inferior a los cinco metros por segundo, para que las comparaciones fueran válidas. Sólo se excluyeron las villas de emergencia.

Con las imágenes digitalizadas, el investigador desarrolló un mapa informático interactivo que, mediante un sistema de navegación, permite llegar a un nivel de definición de olores cuadra por cuadra y hasta focalizar las variaciones de los distintos aromas, como también las fuentes que los producen.

La búsqueda se puede hacer por barrio, por avenidas, por parques, hospitales, estaciones u otros sitios reconocidos. El detalle llega al punto de saber que si uno camina por la avenida Callao al 100 sentirá olor a comida, o que, si rodea el estadio de River Plate, sentirá olor a solvente.

Quienes deseen consultar el mapa digitalizado pueden comunicarse con el Instituto de Investigaciones Ambientales de la UCES por medio del 4815-3290, interno 532, o por el e-mail [email protected].

La proliferación de olores superpuestos en la ciudad hizo que muchos aromas se volvieran imperceptibles para las narices porteñas. Los olores detectados fueron clasificados en 94 tipos que van desde los más puntuales, identificados en ciertas cuadras de la ciudad, como ser a almendra, apio, condimentos, flores, pintura, menta, madera, quesos, tabaco o ladrillos.

También hay otros que resultaron más abarcativos -como aceite de carter de auto, aguas estancadas, basura, espacio verde, combustible quemado-, que permiten caracterizar a qué huelen los barrios.

El olor a Buenos Aires, aquel que a cualquier emigrante le hará evocar el terruño, no es otro que el olor del combustible quemado de autos, camiones y colectivos, pues ése es el aroma que predomina en el 62 por ciento de la ciudad. Le sigue el olor a espacio verde, que perfuma el aire del 9,9% de los porteños. En tercer lugar se ubica el aroma a basura por residuos
acumulados en las puertas de las casas o por la desidia de verdulerías, fruterías y ferias callejeras. Este aroma obliga al 8,6% de los porteños a taparse la nariz.

La industrialización

Gardetti dice que todo esto habla del proceso industrializador que modificó la vida de los porteños. «El crecimiento de la industria, el comercio y la población se ha traducido en la generación de procesos y residuos que producen olores, muchos de ellos molestos y ofensivos», explica.

Según el trabajo, hay 112.425 porteños afectados directamente por perfumes agradables, mientras que otros 133.171 son víctimas de los feos olores, sobre todo los vecinos de barrios del Sur y de menor poder adquisitivo. Los aromas desagradables, en su mayoría, son indicadores inequívocos de contaminación y de un deterioro en la calidad de vida.

Cada avenida también tiene una característica que la distingue: encima de la General Paz, de la Lugones, de la 9 de Julio y de la autopista 25 de Mayo se extiende una atmósfera desagradable, mientras que algunos trayectos de la avenida Caseros están inundados por la fragancia de los tilos. Así, se concluye que no es lo mismo ir por una que por otra arteria. Las sensaciones experimentadas al llegar a destino serán distintas.

Lo indiscutible es que vale la pena la experiencia de caminar un trayecto que recorrimos en miles de oportunidades, pero, por una vez, prestando atención a lo que nos revela el olfato. Un aburrido recorrido cotidiano se puede transformar, de pronto, en un redescubrimiento de los sentidos adormecidos.

«Nubes de olor» sobre los barrios

En el relevamiento del investigador de la UCES se detectaron «nubes de olor» que se ciernen de modo permanente sobre las cabezas de los vecinos. Aquellos que viven cerca de los bosques de Palermo y de los parques Saavedra, Chacabuco y Rivadavia están cubiertos por una atmósfera de olor a verde.

Pero en el microcentro el aire permanece enrarecido a causa del olor a combustión.

Barracas es uno de los barrios que más mezcla de olores tienen: se caracteriza tanto por aromas a cereales como a cocina y a Riachuelo. Flores hace honor a su nombre, sobre todo en las cercanías del cementerio.

Otra nube se estableció en Mataderos, en las manzanas que rodean al Mercado de Hacienda.

Allí el aire hiede por la mezcla que producen las deposiciones de las vacas, los camiones con hueso y grasa y los desechos de frigoríficos y carnicerías, arrojados en la vía pública.

Es llamativo que los vecinos ya casi no lo sienten. Según explica el informe, «debido al fenómeno conocido como fatiga del olor, una persona puede acostumbrarse prácticamente a cualquier aroma; si se le da tiempo, sólo se dará cuenta cuando ocurra un cambio en la intensidad».

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