El caserón de Rosas, en San Benito de Palermo por Mabel Crego

Casa de Rosas, más tarde Colegio MilitarJuan Manuel de Rosas, en el año 1830, como gobernador de Buenos Aires, habitaba la casa Ezcurra, en  Bolívar y Moreno, propiedad de su esposa Encarnación que, en ese momento, era el centro de “La Gran Aldea”. Hoy casco histórico.

Para esa época las familias más importantes de la elite porteña tenían sus residencias en la elegante “Calle Larga” de Barracas, pero el Gobernador prefería la soledad, que el contacto con las familias adineradas de Buenos Aires. Por eso puso su mirada en Palermo.

La historia de Palermo, como zona descampada, se remonta a la conquista de las costas del Río de la Plata.

Desde el siglo XVI había sido una parte casi abandonada, poco poblada, aunque dedicada a la agricultura.

Este sector (norte de la ciudad en el bajo, entre la barranca y el Río de la Plata) fue decidido por Garay para chacras de cultivo; se repartieron unas sesenta chacras. Esta división no tuvo amojonamientos, esto provoco graves conflictos posteriores, por saber si la tenencia de las tierras, comenzaba desde la orilla del río o desde la barranca.

Juan Domínguez Palermo se dedicó al cultivo de la vid, trigo y árboles frutales unificando un sector de esta zona. El nombre de Palermo se fue generalizando y algunos dicen que es el origen del nombre del lugar. Se oficializó en 1808, cuando autorizado por Santiago de Liniers se creó el Partido de Palermo, como un desprendimiento del Partido de San Isidro. Se extendía desde las chacritas de los Colegiales hasta los Corrales de Miserere.  La falta de caminos hacia esta zona inaccesible y la desembocadura del arroyo Maldonado, límite de lo que sería Palermo, fue hasta casi mediados de siglo XIX, un juncal anegadizo de difícil acceso.

Después de muchos inconvenientes para establecer su residencia, Rosas logró comprar un predio apartado, casi inaccesible, anegado, pantanoso, pero sin “vecindades indiscretas”. Nadie que no fuera él, lo hubiera elegido para vivir. Y se  empeñó en demostrar  su inquebrantable tesón.

Rosas compró esas tierras en 1836, Palermo era en esa época una zona baja y pantanosa, cubiertas de cardos. Era la antítesis de los lugares donde se construían las magníficas residencias de la época, que se levantaban en los altos de las barrancas, con vista al Río de la Plata.

Según el plano de Adolfo Sordeax de 1850, se observa la propiedad de Rosas en forma de una lonja, sobre la rivera más o menos, desde la actual calle Ugarteche, hasta donde hoy se halla el tiro federal, al oeste llegaba hasta lo que hoy es la Av. Santa Fe.

Todo el terreno estaba surcado por arroyos que desembocaban en el Río de la Plata que, en época de lluvias, se transformaban en grandes torrentes, que inundaban todo a su paso. El arroyo Maldonado era el de mayor extensión, seguía en importancia el Manso, que antiguamente desembocaba en el Río de la Plata, pero Rosas mandó desviar su curso, para que su caudal formara parte de su proyecto edilicio. Otro arroyo corría, al lado del rancho de un gaucho llamado Vega, de ahí su nombre.

Muchas veces las aguas empujadas por la sudestada, inundaban toda la rivera. Rosas decidió hacia 1836, realizar una gran obra de relleno en la zona baja y arcillosa, trasladando tierra negra desde la zona vecina actual Barrio de Belgrano.

También trajeron tierra de los alfalfares de Rosas y de otros lugares, rellenando y cubriendo los desniveles. También trasladó tierra desde la boca del arroyo Maldonado y el bajo de la Recoleta. Luego de dos años de acarreos, la zona se transformó en un sector apto para cultivo.

La tierra era trasportada por  miles de carretas y carretones, que llegaban hasta  Palermo en largas y pesadas caravanas, para descargar la tierra, como una procesión interminable. También hubo que nivelar  y construir una red de canales de desagües para desagotar el agua.

Para acceder desde la ciudad a la casona había tres rutas, coincidentes con las salidas de la ciudad: el Camino de Santa Fe, la Calle Larga y la ruta del Bajo. Esta última era la más utilizada para llegar a Palermo de San Benito. Se tomaba la Alameda y luego el Paso de la Guardia Nacional (hoy Leandro Alem) y poco después del “Pobre Diablo” se quebraba un poco para empalmar con el tramo interno del Camino de Palermo. Nos cuenta Manuel Bilbao “el camino a Palermo se encontraba muy bien cuidado y el madacám de conchilla que allí había no ha sido superado en solidez por los actuales de hormigón”.

Para el año 1842 todavía el terreno estaba vacío, pero ya se había rellenado y nivelado. La construcción de la casona  comenzó aproximadamente para 1846,  el amplio caserón era como un rectángulo de 78 x 76 metros, orientada de NE a SO, en cada extremo había un torreón semejando el plano de una fortaleza. Otros historiadores dicen que la obra fue concluída en el año 1838, poco antes de fallecer doña Encarnación, la esposa de Rosas.

El predio tenía unas 540 manzanas, ocupaba 6000 m cuadrados aproximadamente, tenia una azotea para mirar el río, galerías porticadas, pisos con baldosones rojos de la mejor calidad.

Rosas y su hija Manuelita fueron a vivir allí alrededor del año 1848. Tenía 16 habitaciones y varias dependencias que no estaban integradas a la casa principal, donde se alojaban  la escolta conocida como “la crujía”, la cocina  y otras dependencias destinadas a la peonada. Caserón de Rosas

Cuenta Manuel Bilbao  “Manuela ocupaba cuatro habitaciones en la parte oeste del edificio, donde también estaba el salón de recibo con grandes espejos, muebles de caoba, los cielo-rasos de madera, arañas con caireles, todo era de calidad, pero sin lujo a excepción de los espejos venecianos que tanto gustaban al General.  Rosas ocupaba las del este, componiéndose el mobiliario de su habitación de una cama de bronce, un armario en la pared y sobre la estufa un gran espejo. Enfrente a su cama tenía su escritorio particular y en el medio de la pieza una gran mesa llena de expedientes. Dos chiffoniers de caoba, en uno guardaba sus  dineros particulares y en el otro los del estado, completaban el decorado de la habitación.  En las galerías había bancos de caoba y mecedoras. El alumbrado se había hecho con lámparas de aceite.”

“Las plantaciones de Palermo, especialmente los naranjos como la demás arboleda, eran cuidadas prolijamente por una cantidad de gallegos, que Rosas tenia dedicados especialmente a ello. Rosas era muy personal en el trabajo, el que verificaba en medio del humo de numerosos pebetes. Gustaba mucho de las naranjas y de los higos que se producían en su quinta”.

También estaban las caballerizas, talleres de carpintería y herrería, galpones de depósitos, donde se almacenaban cantidades de semillas de todo tipo, bien clasificadas y ordenadas. Otro sector estaba destinado a veterinaria, también había una enfermería para atención de los trabajadores de la quinta.

El caserón estaba construido en mampostería de ladrillo, cal y argamasa, revocado por ambos lados y la gran terraza tenía rejas de hierro, separadas por pilares también de mampostería. Las maderas utilizadas fueron de gran calidad, a tal punto que después de la demolición de 1899 aún se pudieron reutilizar.  El acceso principal al terreno se daba por una vía paralela al camino hacia San Fernando y separada de éste por un canal. Todo el trayecto tenía árboles de sombra, rejas y pilares de ladrillo, que jerarquizaban el acceso hasta Palermo. La zona estaba abierta al público, que se acercaba a ver los animales que vivían sueltos en los jardines: avestruces, llamas y pájaros de todo tipo. Pero el mayor atractivo era un pequeño barquito de vapor: toda una novedad, con su maquinista que llevaba a la gente desde el caserón hasta el río, en una visita que, para su época llamaba mucho la atención. El conjunto de Palermo es precursor del diseño ambientalista y se construyó a partir de un trazado básico que respondía al medio, con escasa preocupación por lo meramente estilístico, lo que es muy propio del hábitat rural pampeano.

Era un lugar abierto. La entrada era libre, por lo tanto era privado como publico. Los domingos la gente paseaba en carruajes u organizaban cabalgatas. La quinta del gobernador se llenaba de transeúntes. La actual avenida Sarmiento dividía el terreno en dos partes y del otro lado se hallaba el caserón y los jardines. Estos últimos representaban un verdadero paisajismo, con diseños de canteros de flores, una avenida arbolada hacia el río y toda clase de plantas. Entre los árboles se ubicaron bustos de mármol sobre pedestales y un largo canal rectificado rodeado por rejas de hierro y pilares de mampostería, que servía para baño y como pileta decantadora. Incluso se construyó una pérgola de madera con cúpula, cubierta de plantas para el baño de Manuelita.

Nos cuenta Daniel Schavelzon “sobre el estanque o lago artificial (el primero de Palermo y de la ciudad), y su ubicación actual. La obra se hizo aprovechando una depresión en el terreno original incrementada por excavaciones, para el relleno del sector donde se construyó el mismo Caserón, y que servía de colector natural para el escurrimiento del agua de superficie de la zona. Quedó ubicado en un extenso prado, limitado por el camino carretero público, los edificios de La Maestranza (actual plaza Intendente Seeber), el edificio del Caserón y la calle que llevaba al Camino del Alto. Estaba dispuesto a lo largo, el frente suroeste del Caserón y doblando a éste en longitud. Sin embargo es común observar en la cartografía urbana del siglo XIX que el largo del estanque coincide con el edificio, es decir casi 53 metros y así se lo ve en las fotos de Witcomb. Esto lo atribuimos a que en la época de la creación del Parque 3 de Febrero, al trazarse la Avenida de las Palmeras (actual Sarmiento), se suprimió la mitad del piletón o lago artificial para continuar con la avenida hacia la actual Plaza Italia”.

“El conjunto del estanque estaba formado por: 1) el espejo de agua, 2) la terraza-mirador, 3) el muelle, 4) el balneario, 5) el baño de Manuelita y 6) el prado de paseo. Esta variedad de instalaciones aseguraba diversos usos y actividades como la natación, el baño, el paseo, el descanso, la navegación a remo y a vapor; es decir que estamos frente a un planteo de diseño no habitual en nuestro país hasta esa fecha. Desde el extremo del muelle que penetraba casi 40 metros en el estanque descendía una escalera hacia un mini-balneario que era “un recinto cerrado con varillas de madera que servían para semiocultar al bañista”, a tono con el recato de la época, en especial para las mujeres. Pese a eso, algunos enemigos de Rosas como Vicuña Mackenna, vieron un atentado al pudor en ese baño al aire libre”.

Los portones de la Quinta de RosasLa navegación del estanque fue descrita por varios viajeros de la época: se extendía por el canal central del camino de Palermo, hasta su encuentro con el arroyo Manso (actual calle Austria). Para ello existían unos botes de remo y un pequeño buque de vapor (novedad absoluta en su época) con su tripulación incluida. Parece que éste fue uno de los paseos preferidos de Don Juan Manuel.

La terraza (mirador) era un área reservada, dispuesta sobre el costado y orientada hacia el río, lo suficientemente ancha como para un paseo a pie, sombreada por una hilera de sauces llorones, que la separaba del camino y del edificio y el pretil formado por muretes de mampostería y verjas de hierro dispuestas en forma alternada, detalle típico en la arquitectura de la época. A lo largo había bancos con apoyabrazos en forma de voluta probablemente de mármol. Debía ser magnífica, la vista contemplada desde esa amplia terraza, extendida por sobre el espejo de agua con su fauna acuática. En cierta forma se mantenía el diseño adaptado por Felipe Senillosa para la Alameda en el centro de la ciudad, construida en la misma época que el estanque.

Nos cuenta Manuel Bilbao que “lo más llamativo para la época, fue un barco que estaba fondeado en el canal interior, que la fuerza del viento corto amarras en una terrible tormenta de santa Rosa, y que encalló sobre la costa de Palermo. Rosas lo remodeló y transformó en una capilla, habilitándose en su bodega un salón de billares, siendo a las tardes un paseo concurrido especialmente por hombres” .Otros historiadores sostienen que se habilitó como  salón de baile, donde Manuelita era la primera dama.

Palermo fue, en el gobierno de Rosas, el lugar donde se resolvían las grandes cuestiones nacionales y el sitio que frecuentaban los personajes extranjeros y nacionales que estuvieron en Buenos Aires, dirigiendo los destinos del país. Allí se realizaban muchas reuniones sociales. Los bailes se ejecutaban con un minué liso, esta costumbre era traída de Francia pero se había hecho famoso en la ciudad. En todas estas reuniones se obsequiaba chocolate, mate de leche perfumado con canela o vainilla. Cabe destacar que luego del minué se puso de moda el vals como en Europa, aunque algunas señoritas se mareaban. Las mujeres lucían abanicos, corsés, y peinetones y solían agruparse entre chocolate  y vasitos de licor para hacer comentarios de antiguas andanzas. Rosas había hecho de Palermo, el lugar habitual de sus altas combinaciones políticas, una especie de Versailles o de Saint-James del Río de la Plata.

Dice Schalvenzon que “San Benito de Palermo era el santo de la población afro. Por lo tanto, no es extraño que se haya encontrado un muñeco vudú tras una excavación junto a uno de los lagos de Palermo, donde por mucho tiempo estuvo la capilla de San Benito de Palermo, como testigo y prueba de la presencia afro y afro-argentina en la zona, así como de aspectos de su cultura comunes también a otras regiones de Latinoamérica”.

Algunos sostienen que los portones de entrada al parque, eran los mismos que estaban en la casa de Rosas. Estos portones fueron demolidos en 1917. Solo queda como mudo testigo, el portón que se puede observar hoy delante del zoológico de la ciudad de Buenos Aires.

Rosas tenía un matadero y saladero a orillas del arroyo Maldonado. Estaba en el camino a San Isidro (avenida Santa Fe), camino de las Cañitas (avenida Luis M. Campos) y avenida Dorrego. Allí trabajaban 285 personas y estaba a cargo Pedro Nolasco Calderón. Rosas estaba muy involucrado en todo esto como estanciero y propietario de mataderos, saladeros y del monopolio de la sal, incluso enviaba su propia carne a Brasil y Cuba etc. Cualquier oposición o conspiración contra Rosas era considerada una amenaza al bienestar de la nación. La falta de higiene de estas industrias y las epidemias que azotaron a la ciudad porteña en 1868 y 1871 llevaron a que el gobierno provincial prohibiera estos establecimientos en Buenos Aires y las inmediaciones del Riachuelo, lo que determinó el cese definitivo de la misma. En 1908 ya no quedaban más saladeros en la Provincia de Buenos Aires.

Luego de Caseros, Urquiza utilizó la casa como cuartel general y rápidamente cayó en deterioro. Aun así en 1858 se realizó allí la Primera Exposición Agrícola; más adelante la residencia sirvió como sede de la Escuela de Artes, Oficios y Arquitectura; cuartel del Colegio Militar y, luego, edificio de la Escuela Naval.Maqueta de la Casa de Rosas en Palermo

Schalvenzon dice  que en el patio del caserón, se encontraron restos de los sanitarios de la escuela naval, que funcionó en el mismo predio, años después, los artefactos eran de cerámica, tenían una taza arriba y enterrado, iba el sifón. Éste, a su vez, estaba conectado a un caño que desagotaba los desechos.

Cuando se inauguró el parque 3 de Febrero en 1875, fecha de la derrota de Rosas en Caseros, la casa había caído en ruinas y siguió el mismo proceso en los años que siguieron. Su signo político no la ayudaba, los gobiernos liberales veían en esas paredes todo lo contrario a la modernización del último tercio del siglo XIX.

La casona de Rosas ya en ruinas, se dinamitó el 3 de febrero de 1899 a la cero hora, por orden del entonces intendente de Buenos Aires, Adolfo Bullrich. Cayendo con ella una parte fundamental de la historia Argentina.

En su lugar (ubicada en el patio central del antiguo caserón) hoy se encuentra la estatua de Sarmiento.

Mabel  Alicia  Crego – Maestra   Secretaria email
Docente JIC 4 d.e. 6º

FUENTES BIBLIOGRAFICAS

  • “El caserón de Rosas“ Daniel Schalvelzon y Jorge Ramos
  • Artículo “El caserón de Rosas (período 1895-1898)” de Daniel Schávelzon y María del Carmen Magaz publicado en la    publicación del Congreso.
  • “Buenos Aires, desde su fundación hasta nuestros días” Manuel Bilbao

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