La Ley N° 25.448 declaró el 4 de julio Día Nacional del Médico Rural en honor a la fecha de nacimiento del Dr. Esteban Laureano Maradona.
por Susana Haydee Boragno
Los Maradona estaban entroncados en el continente sudamericano desde los tiempos de la conquista y colonización. En el libro Recuerdos de Provincia de Sarmiento cuenta que es una de las primeras familias que habitan en San Juan de la Frontera.
Su padre Waldino, desde muy joven, se instala en la zona agrícola-ganadera de Santa Fe. Organizó en 1892, el Primer Congreso Agrícola del país celebrado en Esperanza. La Nación publicó: “El progresista vecino de esta localidad, Sr. Maradona, su iniciador, ha sido muy felicitado”.
Waldino se casa con María Villalba, hija de un productor rural. Tuvieron catorce hijos. Esteban Laureano nació el 4 de julio de 1895 en Esperanza. “Vivíamos en un estado natural, como los indios, mi infancia fue feliz y plena de vivencias con la naturaleza… aprendí a domar potros. Fui mal alumno, desordenado, rebelde… solitario, de carácter fuerte como mi padre… que era bastante severo y tenía muchas estancias desperdigadas en la provincia…”.
En su libro “Recuerdos Campesinos” reconstruye con mucha emoción, las imágenes de su infancia y juventud. La familia se trasladó al Barrio de Flores y luego a Merlo en Buenos Aires. Estudia en la Facultad de Medicina… “los estudiantes iban con galerita y como yo, era un buen rebelde, aparecía por las aulas con un enorme chambergo de tipo criollo. Era el bicho raro de la clase…. Tuve que interrumpir mis estudios muchas veces por extrañar el campo y el recuerdo de los gauchos, que me llenaban de nostalgia”.
Fue discípulo del Dr. B. Houssay, P. de Elizalde, entre otros. Fue desobediente, testarudo y fanático de los derechos de los pobres y tuvo que soportar persecuciones en el gobierno de Félix Uriburu.
Viajó a Paraguay previo paso de instalar un consultorio en Resistencia, Chaco. Llegó a ser aceptado como jefe del Hospital Naval de Asunción. Cuando comenzó la guerra entre paraguayos y bolivianos atendió a los heridos de ambos bandos. En Asunción conoció a su novia Aurora Evali, que falleció de fiebre tifoidea. “Tanto sufrí con su muerte que no volví a enamorarme”. “Cuando terminó la guerra doné los sueldos a los soldados paraguayos y a la Cruz Roja… y me fui…”.
Sucede un hecho que cambió el rumbo de su vida. “El tren que me llevaba a Tucumán, donde vivía mi hermano, estaba a punto de arrancar. Con mi viejo maletín de médico en la mano, estaba solo, parado en el andén del pasaje Guaycurú (hoy Estanislao del Campo) y pedían a un curador, y a los gritos desesperados me hicieron subir a un sulky y me interné en la espesura del monte sin importarme el tiempo que me llevaría el auxilio… toda mi energía se concentró en salvar esas dos vidas en un parto complicado…perdí el tren. Después de cuatro años de curar a paraguayos y bolivianos en la guerra, cómo no voy a hacer algo por esta gente de mi patria… Con el tiempo me aceptaron, aunque primero tenían miedo de acercarse, ninguno se quería ir sin que yo revisara sus cuerpos sesgados por el dolor y los ritos tribales, tan primitivos como peligrosos para su salud… logré el respeto y tuvieron una devoción desmesurada hacia mi… Se que arriesgué mi vida y también mi salud, pero nunca me arrepentí de haber tomado esa decisión… no sólo estaban con el cuerpo enfermo, sino que también sufrían con el cuerpo y su intelecto. Les enseñé a vestirse, a higienizarse, elaboré con ellos el barro hasta transformarlo en ladrillo… hice medicina gaucha a los ponchazos. Los ayude a sembrar y cosechar”. Aprendió la lengua de los tobas, pilagás, wichis y guaucurúes y les enseñó a leer y escribir. Permaneció en esa localidad 52 años hasta que su salud se lo permitió.
Su casa-consultorio hoy
En el kilómetro 240 de la ruta nacional N° 81 está Estanislao del Campo y ahí se encuentra, en la calle M. Moreno, lo que fue su casa-consultorio. Está en una soledad absoluta pero muy bien custodiada por sus vecinos que, al observar cualquier movimiento en la puerta, muy animosos se acercan a contar anécdotas de su querido Dr. Dios.
Ahí está su modesto catre, una mesa escritorio, brasero, un ropero con sus austeras ropas. Un farol a querosene. Le gustaba la luz natural. Cuentan que le pusieron un farol en la puerta de su casa y pidió que se la sacara… no le interesaba la luz eléctrica. Recordaban que le gustaba que lo llamaran Piognac que en pilagá significaba Dr. Dios.
Decía: «no hice otra cosa que cumplir con mi juramento hipocrático de hacer el bien al prójimo«.
Fue un ejemplo de altruismo y dedicación. Fue postulado tres veces para el Premio Nobel. El médico rural, Dr. Maradona falleció el 14 de enero de 1995 a los 99 años.