En la esquina de Montes de Oca y Martín García, Barracas, se paraba un organito que recorría las calles del barrio alimentando los sueños y las ilusiones de los vecinos.
El organillero, llevaba un organito y una cotorrita de la suerte en una caja con rejas. Al escuchar la incomparable música, los chicos y chicas del barrio salían a la calle y lo rodeaban, por unas pocas monedas la cotorrita con su pico sacaba de un cajoncito un papelito de color rosa donde estaba escrita la suerte. Siempre se auguraban buenas noticias y estas hacían soñar a las chicas con su tan ansiado amor.
Las chicas se juntaban en la esquina para reírse de las cosas simples, como síntoma de la inocencia y de la corta experiencia de vida. En esas noches de verano, cuando todos los vecinos salían con la silla a sentarse en la vereda, ellas daban vueltas a la manzana, para pasar por la puerta de la casa del chico que las había enamorado y él nunca se enteraba de ese amor platónico.
Los domingos iban a oír misa a la Parroquia Santa Lucía y a la salida se juntaban para planificar el paseo de la tarde por el barrio después de la siesta.
¡Qué linda época, soñada, recordada, llena de recuerdos lindos y nostalgia, que hoy acompañan la vejez de aquellas personas que la vivieron!