Cuando yo era chica, la niñez transcurría en las plazas, era muy común ir los domingos a la plaza a andar en triciclo, en monopatín o en bicicleta. Para subir a la calesita teníamos que hacer cola, al igual que a los toboganes, hamacas o subibajas. Hubo una época que se había difundido que en los toboganes colocaban hojas de afeitar y era sumamente peligroso, pero había gente que nos cuidaban, los padres principalmente y los guardianes de las plazas. Era un placer ir a jugar en ellas, las familias también se reunían en la placita del barrio a pesar que casi todos vivíamos en casas con patios y no en departamentos como ahora. Cuando oscurecía comenzaban a invadirla las parejas de novios, haciéndose arrumacos, dejando en la corteza de los árboles un corazón con los nombres. También las novias al salir de las iglesias con sus trajes, se sacaban fotos en las plazas y en los parques.
Ahora es una costumbre enrejar las plazas, los parques, los espacios públicos para cuidarlos, para que no los destruyan, para que no rompan los bancos, las hamacas, los juegos. En su afán de cuidar que no las destrocen de noche, las plazas así parecen cárceles con césped donde tenemos horario para distraernos, sólo podemos ir en el horario señalado, es como ir de visita y mientras dure, estar preso. No veo mal que remodelen las plazas, pero a veces se destruye el patrimonio histórico que ellas encierran, cada baldosa, cada banco, cada árbol guarda una historia, un recuerdo, una ilusión, un sentimiento, ¿no debemos respetarlos?. Creo que esto pasa por no asumir cada uno la responsabilidad que les compete, a las instituciones, colocar vigilancias, guardianes, cuidadores de los espacios públicos, hay tanta gente que no tiene trabajo, sería bueno emplearlas y hacerlas sentir útiles, una frase que repetía mi abuelo y que ya cayó en desuso era: ”lo importante no es darle de comer, sino enseñarle a pescar”. También aplicar multas a los que destruyen, ¿qué es eso de no sancionar al que no cumple con la Ley?, destrozar un patrimonio es un delito y también es hora de darle el papel que nunca se le ha dado a la “educación”, algo tan desvalorizado en nuestra sociedad, todo lo prohibido, es autoritario y por esa razón la educación, que es la encargada de marcarte los límites, no tiene autoridad. Creo que si todo esto que era tan natural en mi niñez se rescatase, no habría necesidad de enrejar las plazas. Nuestro país es uno de los primeros en estadísticas de muertes por accidentes de tránsito, lo vemos a diario con sólo ver las noticias en los diarios o en la televisión. ¿será la solución enrejar las calles, autopistas y avenidas?
Cristina Suárez