Cristina Suárez – Alegrías de mi niñez

carnaval de antes
carnaval de antes

Mi abuelo Genaro me contaba que cuando era niño vivía en la calle Santo Domingo en Barracas y jugaba con los chicos del barrio a la pelota en esa cortada entre Herrera y Montes de Oca.

Era un barrio lleno de casas y en verano las familias salían a la vereda a tomar mate.

El tranvía pasaba por la calle Herrera y doblaba justo en la esquina de su casa en Sto. Domingo. Todos querían ser el motorman, manejarlo, el 61 iba a Plaza Italia. Piojito, un amigo suyo era repobre y se colgaba del tranvía a vender diarios cuando éste se detenía en la esquina para doblar, hizo de todo para ganarse un centavo y así ayudar a su familia, también repartía los pedidos con la canasta del almacén de Don Mario que estaba en Vieytes y Osvaldo Cruz, este amigo se recibió de médico después de muchos sacrificios y estudio.

En la esquina de Santo Domingo y Herrera jugaban al carnaval, al agua durante el día, entre las casas con los vecinos, vereda contra vereda, casa contra casa. Toda la familia con mangueras, baldes y las cacerolas por arriba de las terrazas, era bárbaro. A la noche iban al corso, sobre la avenida Montes de Oca, las comparsas se venían preparando con mucho tiempo de anticipación y se hacían disfraces para ir al corso a la noche. Durante meses se preparaban las murgas, en la esquina de Santo Domingo y Herrera ensayaban «Los Curlones» y Don Humberto componían los versos, mi abuelo se acordaba de uno que decía…

«Los Curlones
tenemos todos
la cara dura de criticones
no trabajamos
pero pechamos
y con la guita
no’ emborrachamos»
Don Humberto los organizaba y se hacían los disfraces, todos pintados, lo hacían sus madres y la mamá de los chicos que integraban la murga.
Iban a pechar (pedir plata) con el sombrero y después la dividían.
Pedro Raúl Laurens (anécdota de un vecino de Barracas).

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