A principios de los ’70 todavía los remesones gardelianos se hacían sentir. El Viejo lo tenía como ídolo indiscutido. El quía, como todo joven, apuntaba para otro lado, sin embargo en el remanente siempre estaba Carlitos.
De hecho la tradición indicaba que los 24 de junio, día de duelo, había que recordarlo. ¿De qué manera? Cine, tres del Mudo, dos de muzzarella, una faina y un moscatito para acompañar en el Tuñín ahí en Boedo y San Juan
Bueno, no se crea que la cosa termina aquí, recién comienza la joda.
El biógrafo elegido por la barra de Boedo para ver al “Zorzal Criollo” era el Moderno, más conocido como “la piojera”, ahí nomás de la pizzería y la muzzarella.
Claro que no éramos los únicos que cumplían con el rito, otros gardelianos, por gusto, tradición o por ….también se hacían presente. La cuestión que después de un par de años, las barras nos hicimos amigas. Cinchábamos juntas por El más Grande, con la complicidad cuasi comercial del dueño y acomodador del cine.
Bueno, no se crea que la cosa termina aquí, recién comienza la joda.
Ese 24 de junio que presumíamos rutinario, hubo una variante. La misma fue en la programación. Parece que al exhibidor no se que corno le sucedió, que apareció una cuarta película de Carlitos, reemplazando a la tercera.
Te cuento, la primera vez que vimos la famosa película nos quedamos asombrados. El quía, buen gomía de los amigos, en la ficción familia de guita. Vaya uno a saber, la cuestión que uno de esos fulanos cercanos al Mudo andaba seco y con obligaciones de vida o muerte. El préstamo solicitado al jovato ricachón viene para triki. Carlos el gomía de los amigos se juega entero. No le podía fallar en el trance fulero y le pide de “choreo” al padre la mosca necesaria.
La barra no lo podía creer, pero se justificaba, pues Carlitos, hombre de códigos, era rrocho por un gomía. La cuestión que cuando nuestro Máximo va a consumar el atraco tira una jarrón que lo deschava. En cafuga por orden del Viejo. Desilusión en la barra, pues no podía permitir que nuestro ídolo estuviere entre rejas, claro que luego todo va a quedar en familia y sale de prisión, pero, mientras tanto “Carlitos en cana”.
Bueno este fue el primer 24 de junio que vimos la película y la cana de Carlitos que, por supuesto, no nos agradó un joraca. Quedamos con el marote hecho trizas, pero laburando. Nos juramentamos que nuestro Zorzal Criollo no volvería a pisar una taquería. Pero claro, el próximo aniversario no podíamos obviar de ir a ver las películas de nuestro ídolo, y si pasaban la del choreo iba a reincidir y como tal, la prisión aumentar. No obstante decidimos concurrir, previa planificación de la batalla.
Y el 24 de junio, ahí estaba la barra de Boedo en Boedo y aguantando a su ídolo en la gauchada fulería.
Y llegó el momento del mangazo del gomía, el rechazo del drepa, y el jugarse por el amigo en el afano. Y viene la parte del jarrón botón, y al unísono, escuchá la barra;
“Carlitos, cuidado con el jarrón”, y más fuerte “Carlitos, ojo que lo tirás”.
El griterío fue tal, que la película fue detenida justo en el momento crucial, cuando “El Mudo” va a tropezar con el maldito delator jarrón. Intento de reanudar la película, nuevo parate por nuevo escándalo. Sabiendo la trama de la película, se negoció con don Pepe, dueño del cine, que la película se reanude cuando, ya esté solucionado el entuerto y aparezca “El Morocho” de empilche funyi, lengue y viola cante con su mejor sonrisa y cejas levantadas el tango que lo haga inmortal.
Minga de cafuga y Carlitos, que cada día canta mejor, fue Gardel.
Ricardo Lopa
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Boedo 24 de junio de 2011