Como un cuadro surgido de la paleta de Quinquela Martín, esta calle de cien metros de largo, bordeada por los típicos conventillos de la Boca, hoy es un centro dedicado a la exposición permanente de obras de artistas nacionales y extranjeros. Los peculiares colores de sus edificaciones se mezclan en tiempo y espacio tal como los tangos lo hacen con las canzzonetas genovesas de sus primeros ocupantes.
En este lugar se situaba un antiguo ramal del ferrocarril que dejó de funcionar en el año 1920 y se convirtió en un yuyal abandonado, hasta que un vecino del lugar propuso sanearlo y abrir un sendero para acortar distancias, al que llamó «la curva». Este fue el famoso «caminito» por el que transitaba a diario Juan de Dios Filiberto, quien puso música a la letra que escribiera Gabino Coria Peñaloza, un compositor y músico chileciteño, inspirado en un caminito del pueblo de Malanzan, La Rioja. La iniciativa de ponerle ese nombre a la calle surgió nada menos que de su amigo Benito Quinquela Martín, al ser nacionalizados los ferrocarriles y ese predio fue adquirido por la Municipalidad porteña.
Artistas plásticos, exponen sus obras mientras distintas parejas de bailarines de tangos entre cortes y quebradas, recuerdan un pasado de malevos, taconeando el viejo empedrado, gastado por esos primeros inmigrantes genoveses, marineros, trabajadores portuarios que no dejan morir la esencia del que fuera el primer puerto de la ciudad.
Transitar no solo esta calle sino también las que hacen al barrio es sentir la herencia de los primeros vecinos, trabajadores, de escasos recursos, que no pudiendo comprar elementos para restaurar los frentes de sus viviendas, solicitaban a los astilleros los sobrantes de pintura utilizada para las embarcaciones. De ahí el colorido de las casas de La Boca, que hoy constituyen verdaderos exponentes de la arquitectura popular.
Matilde Arias
para www.barriada.com.ar
Galería de Fotos
Las fotos son de www.barriada.com.ar