Adolfo M. Vaccaro – www.adolfovaccaro.com.ar (coloco este email recibido en este barrio pese a que llegó para ser puesto en San Cristóbal, porque se considera que el barrio de Olmedo fue San Nicolás).
UN CAPITÁN PILUSO, QUE VIVIÓ EN SAN CRISTÓBAL
Transitando la cibérpolis neuronal de los recuerdos, destapo del fraude y de la depresión masificados, el paradigma del ser argentino.
El negro supo incorporar persona y personajes nutridos de aquella verdulería que le diera su primer trabajo, en el barrio de Pichincha de su Rosario natal, y de esos pasajes de vida, junto a su madre Matilde, que a veces suelen enriquecer la pobreza.
Su personaje nos permitió aceptarlo como el capitán del candor y la inocente travesura. El inepto conductor de un país bananero, carente de principios justos, de valentía, pero experto en aviesos despojos, huyendo con su cándida amante cuando se las ve fuleras. El laburante incesante que es aprovechado por su tiránico jefe y acosado por la mujer de éste. El chanta manosanta que utiliza dudosos dones para hacer valer su oportunismo y dar rienda suelta a su libido exacerbada. El que se hace pasar por entendido en temas que desconoce, pero que nunca calla ni acepta su ignorancia. El empleado cornudo que, ante la evidencia, trata de comprenderlo todo. El potencial paganini para conseguir sexo. El rana, casado o soltero, que pretende concretar, según él, sus conquistas seguras. El improvisado rucucu que transformó su pasada trascendencia en indiscutido éxito.
Su personalidad reafirmó nuestra idiosincrasia. El carácter taciturno; el temperamento hosco; la lealtad con sus amigos; el volcarse en mujeres, a modo de pasatiempo, cuando el dolor lo consumía. Las separaciones con Judith Jaroslavsky y Tita Russ que no siempre lo respaldaron. La traición amorosa que le infirió su mejor amigo. El reencuentro con su amor definitivo, en una noche dónde su acrobática libertad le puso aceite a sus ruedas de automóvil cansado y feliz, impidiéndole arrullar al último hijo que no vio nacer.
Un 18 de diciembre de 1987, Alberto Olmedo presentaba la obra “El negro no puede” en el teatro Neptuno de Mar del Plata. Durante el verano la obra bate el record histórico de asistencia de público a la sala, con 119.877 espectadores. Gana el premio Estrella del Mar de esa temporada.
Un año después sus alas no consiguieron alcanzar el motivo de sus callados sueños.
Solamente me queda una pregunta para hacer: ¿Quién alguna vez no fue el negro Olmedo?