Unos cuantos años atrás, salvo los historiadores, muy pocos sabían que en julio de 1816 la Declaración de la Independencia no solo se imprimió en castellano sino también en lengua quechua y aymara. La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el marco de un acto que se interpretaría como «de reparación histórica a los pueblos originarios», mostró el ejemplar del Acta escrito en aymara que hoy guarda la Casa Histórica. Pero no queda ningún ejemplar en lengua quechua.
En realidad, como señalan algunos estudiosos, originariamente, también se tradujo al guaraní, pero no se mandaron las impresiones porque el litoral estaba en conflicto con Buenos Aires y no había congresales de esa región.
Las actas se redactaron a dos columnas, en castellano y en cada una de las lenguas indígenas mencionadas.
Se imprimieron 3 mil ejemplares, de los cuales mil quinientos se hicieron en castellano, mil en quechua y quinientos en aymara, y se publicaron por primera vez en dos periódicos porteños, la Gazeta de Buenos Aires, el 17 de agosto de 1816, y en El Redactor del Congreso, seis días después.
El antropólogo, escritor e investigador Carlos Sarasola, destacó que fue traducida al quechua, aymará y guaraní para divulgarla entre la población criolla y aborigen de la región y sumarlos a la lucha contra la corona española. Y no fue el primer caso en que se tradujo un acta o ley al idioma de un pueblo originario.
«Hay un antecedente de la Asamblea del Año XIII, que aprobó la Ley de Abolición de la esclavitud, la mita y el yanaconazgo, y esa ley se tradujo al quechua, como forma de difundirla a los pueblos indígenas del norte, teniendo en cuenta también que en el Virreinato del Perú había un gran asentamiento de la colonia y de criollos, y Buenos Aires tenía influencia en toda esta zona»
En vísperas de la celebración del Bicentenario de la Independencia, e investigando documentos históricos, este hecho salió a la luz, podemos ahora saber que retazos de la historia se habían ocultado.
El historiador argentino Bonifacio del Carril, quien investigó sobre esta temática, dice que «Gandarillas y Socios imprimió, en hoja suelta, en idioma castellano, el Acta y la Declaración de la Independencia».
«El mismo Gandarillas imprimió las ediciones bilingües en castellano y quichua, y castellano y aymara, ambas con la fórmula del juramento, también bilingüe, y notas explicativas. En los últimos días del mes de agosto».
Los ejemplares fueron inmediatamente remitidos al general Belgrano, para su distribución en las provincias del Norte». Dice el historiador «deben todas ser consideradas ediciones primigenias, verdaderos incunables del histórico documento».
El ejemplar aymara, que está expuesto en la Casa de Tucumán, se encontraba en el Museo de Luján, provincia de Buenos Aires, y fue hallado a través de un trabajo de relevamiento del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
En el momento de la Declaración de la Independencia la presencia de los llamados pueblos originarios era innegable. Las Provincias Unidas en el Sud, que menciona la Declaración de 1816, abarcaban un territorio muy distinto al de la actual República Argentina. El Alto Perú (hoy Bolivia) no solo era parte del Virreinato del Río de la Plata sino una parte muy importante. Esto explica por qué se eligió traducir al quechua y al aymara y no a otras lenguas más propias del actual territorio argentino como el diaguita, algún idioma mataco o incluso mapuche.
En ese marco, tiene sentido también que el general Manuel Belgrano, en sintonía con San Martín y con Güemes, llevara a Tucumán la propuesta de adoptar una monarquía parlamentaria como forma de gobierno de las Provincias Unidas. Esta monarquía tendría su capital en el Cuzco y su corona sería entregada a un príncipe inca.
Algunos pensaban en Juan Bautista Túpac Amaru, el anciano hermano menor del líder cuzqueño, José Gabriel Túpac Amaru, cuyo levantamiento de 1780 era un hito en la lucha contra la dominación española.
No interesa juzgar aquí lo acertado o no de la propuesta desde el punto de vista institucional o su viabilidad política, sino destacar su significación cultural y social.
Desde esa perspectiva resulta interesante conocer la composición étnica del Tucumán, en el que se realizó el Congreso, que concluyó con la Declaración de la Independencia.
Según los padrones de 1812, había 40% de blancos o españoles, 30% de indios o naturales, 30% de mestizos (pardos y mulatos) y negros esclavos.
¿Qué pasó a lo largo de estos casi 200 años transcurridos, con esa fuerte presencia de población indígena y de origen africano en nuestro país?
A la par de los grandes cambios demográficos sufridos como consecuencia de las distintas oleadas inmigratorias, básicamente, la población de los pueblos originarios fue marginada e invisibilizada, y en algunos casos hasta eliminada.
La Argentina que festeja el Centenario de la Independencia en 1916, es un país que se concibe como un «crisol de razas». Se sugería que todas las razas se habían fundido en una, pero al mismo tiempo se daba entender que había surgido una nueva raza, esencialmente, blanca-europea.
De ahí iban a surgir mitos como «los argentinos venimos de los barcos», «los argentinos somos los blancos de Sudamérica» o «los argentinos somos europeos exiliados en Sudamérica».
Estudios genéticos recientes, demuestran que más del 50 % de la población actual tiene sangre indígena en sus venas y cerca del 10 % cuenta con ancestros de origen africano.
Actualmente, en víspera del Bicentenario, es importante marcar un nuevo pensamiento, que recupera el reconocimiento a los pueblos originarios presentes en la Declaración de la Independencia, impresa en quechua y aymara y en la propuesta política de Belgrano.
El artículo 75 de la Ley fundamental de la Nación establece: «Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural, reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan».
Los argentinos, descendemos tanto de los toldos como de los barcos.
Somos mestizos, no sólo en el sentido étnico, sino en el sentido más amplio y rico, que es el cultural.
Pensar el Bicentenario hoy nos permite recuperar nuestra historia.
La Independencia de nuestra Argentina de la corona española, costo muchas vidas en las luchas revolucionarias.
Pero finalmente nos reencontrarnos con nuestro destino sudamericano.
Fuentes:
- Molina, F. Vicente Pazos Kanki «La aventura de la libertad». Ediciones Pazos Kanki. Bolivia, 2010.
- Romero J. L. y L. A. Romero «Buenos Aires, historia de cuatro siglos», Buenos Aires, Abril, 1983.
- Suriano J. » Nueva historia Argentina», varios tomos, Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
- Comunicación Tucumán.
- Apuntes de Historiadores.
- Felipe Pigna «El historiador»
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