Caminando por las calles de Buenos Aires, como decía Jorge Luis Borges, por el sólo placer de mirar y caminar sin rumbo, me detengo frente a la Iglesia de San Ignacio de Loyola.
Observo la estructura exterior soportada en caños, como en esqueleto que la mantiene todavía en pie a pesar de los años y del tránsito alocado de Buenos Aires.
Al entrar me transporto hacia el pasado, a una pobre aldea que era Buenos Aires en el siglo XVII, los materiales de construcción eran barro y paja, pero en 1686 un hermano jesuita enseñó a unos cuantos indios a fabricar ladrillos y cal, inaugurando el primer horno que se vio por estas tierras. En el año 1712 según los planos del jesuita Juan Krauss, comenzó a edificarse la actual iglesia que conservaba la torre sur y muro frontal, junto a un tramo de galería subterránea del desaparecido fuerte, todo levantado en adobe 30 años atrás por los aborígenes.
Fue inaugurada en 1722, aún sin terminar, en la manzana otorgada a los jesuitas por Juan de Garay, conocida un siglo después como la Manzana de las Luces y fue terminada y consagrada en 1734.
La fachada con pórtico es de estilo barroco de influencia germánica (bavaro), tuvo como modelo a la iglesia del Gesú de Vignola (siglo XVI) en Roma, aunque del edificio original sólo se conserva la torre izquierda.
La construcción fue dirigida por el mismo Krauss y los hermanos jesuitas; André Blanqui y Juan Bautista Prímoli (ambos arquitectos), Juan Wolff (carpintero) y Pedro Werner (herrero).
El altar mayor original del siglo XVII fue tallado en madera y dorado por Isidro Lorea.
Detrás del altar está uno de los misteriosos túneles jesuitas cuyos usos y recorrido total todavía desconocemos.
El ingeniero Felipe Senillosa la completó a mediados del siglo XIX agregándole la torre Norte, similar a la sur, donde le incorporó el reloj del cabildo, ambas rematadas por cupulines revestidos en azulejos Pas de Calais.
Es la Iglesia mas antigua que se conserva en Buenos Aires, para cuya defensa fue un bastión importante en las invasiones inglesas.
Trazada en planta de cruz latina, cúpula en crucero con tres naves, una nave central principal abovedada, dos laterales, cada una construida por cinco capillas y un ábside rectangular.
Está ubicada en Bolívar 225 esquina Alsina, en la manzana de los jesuitas, hoy “Casco Antiguo de la Ciudad de Buenos Aires”, declarado monumento histórico.
También se incluyen el antiguo Real Colegio de San Carlos, hoy Nacional Buenos Aires, la procuraduría de las misiones jesuíticas y los túneles del siglo XVII, un pedacito de nuestra historia que da gusto conservar y admirar.
foto: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
