Rojas y Rivadavia por Matilde Arias

 

Tranvía de 1913Primera Junta, así se llama a la estación de uno de los subterráneos más antiguos, se inauguró en 1913.

Corazón del Barrio de Caballito. Corazón, vamos a guardar esta palabra para luego retomarla.

Al igual que el frio, que nos azota que sea bienvenido ya que se había olvidado de los inviernos porteños, quiero recordarles que hace unos veinte y tantos años atrás, los fríos se hacían sentir y cuanto.

Con poco viento y sin niebla retorno a esta barriada, que el corazón no me permite olvidarla y es por eso que dije que guardaba esta palabra, para ahora, hace unos días (diez quizás) estuve por Caballito, y ¿quéBanchero, pizzería detuvo mi corazón? ¡Que Banchero no esta más!

Eso es terrible. Hay esquinas que llevan un nombre, que guardan una historia, en veinte metro de una cuadra se guardan las historias más fricciónales que la ficción misma.

Tal vez porque son tantas, ¿Qué hacemos con ellas? Las olvidamos, las tiramos, las perdemos. Entonces cuando todo esto pasa, salimos corriendo a lamentarnos y bla bla bla… la memoria no sólo esta para recordar los malos momentos sino también los buenos y en esos buenos encontramos momentos de felicidad.

¿Acaso, no merecemos ser felices?

pizza de BancheroBanchero, en los tiempos más duros fue un trozo de pizza con queso chorreante que caía sobre mi plato, fue mi cena de los viernes y la alegría de mi hija….

… Fue, avisarme que faltaba la mitad de mi camino para volver a mi casa, o que estaba a tiempo para llegar al centro, fue el cartel que alumbraba la entrada al túnel de ese subte, y el pensamiento: “ojala estés abierto: así  ceno, fueron sueños y novelas pensadas recitadas y jamás escritas. Fue la parada de trabajadores para acortar el camino a casa, los días, viernes, con la quincena que por lo menos alcazaba para llevar una pizza para la patrona y a los pibes… que era de Banchero.

Hoy Tiene un cartel con número de teléfono, que no quiero mirar, cruzo a la plazoleta y me mira silencioso el mercado Del Progreso, lindo nombre, sus restos de Art. Deco parecen preguntarme cuánto tiempo nos queda… Hace frio, es mejor que tome el subte y no me ausente tanto tiempo, así yo misma no me asusto… cuando regreso al barrio…

Matilde Arias
para www.barriada.com.ar

 

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1 COMENTARIO

  1. Estimada Matilde, casi en una cascada de acontecimientos llegue hasta su dirección de correo… La cosa, para decirlo de alguna manera, comenzó en una charla virtual con mi hijo a propósito de la Pizzería Banchero.

    Yo he nacido y actualmente también resido en la Provincia de Buenos Aires, en Luján puntualmente, pero entremedio he tenido el placer de vivir en la Ciudad de Buenos Aires, entre 1984 y 1997 aproximadamente. Y de ahí mi pasión y recuerdo por tantos barrios y lugares. De alguna manera he transmitido a mi hijo mayor el disfrute por recorrer pizzerías emblemáticas, obvio que no se trata de una mera experiencia gastronómica, hay un plus difícil de asir, de apalabrar… Y ahí llegamos a Banchero, él me cuenta que fue a una sucursal “nueva” de Corrientes más cerca de Callao, y me dice que no es lo mismo la calidad, el sabor, etc etc. Esto funcionó como disparador para que le cuente de las otras sucursales que tenía la firma, pero que guardaban igual estatus de calidad en todas ellas, y así le hablo de la que se encontraba en el barrio de “Once”, frente a la estación ferroviaria y después le cuento de “Banchero en el Oeste…”

    Sobre esta última en particular le narro una serie de anécdotas y luego “Googleo” y veo que prácticamente no me devuelve ningún resultado sobre lo que fue la existencia de ese establecimiento… Apenas alguna página que se limita a informarme que se encuentraba en Av. Rivadavia, 5401… pero poco más, casi como una fría lápida que evoca nombre y fechas pero que jamás podrán testimoniar lo que fue en vida lo que ella registra en sus caracteres.

    Pero, por suerte, para mi suerte mejor dicho, llego a su nota publicada en “Barriada” y titulada “Rojas y Rivadavia” y disfruto cual manjar toda la narrativa que despliega ahí, el estilo, las palabras, la evocación de una esquina, el valor icónico. Aquella luz que iluminaba su entrada al subte y que para mí referenciaba desde el asiento de “La Lujanera” con destino a mi ciudad que recién estaba saliendo de la Capital y que el tramo era mucho… Lo mismo qué en su caso era indicativo que estaba a mitad de camino…

    Me encantó la Postal que escribió, la sorpresa de encontrarse con un lugar conocido y al mismo tiempo y casi como un oxímoron, desconocido. La esquina de Rojas y Rivadavia no es la misma, aunque para el catastro municipal siga siéndolo.

    Disfruté cada palabra, convoco mi emoción y luego encuentro que hay otras tantas, tantísimas notas… me las deje para saborear después. Solo me adentré también en la de “San Juan y Boedo” porque fue básicamente el Barrio donde viví casi todos esos años. Ahí también, si bien Ud habla de una época anterior, alcance en el comienzo de la década del 80 a ver los vestigios de lo que ahí narra con la misma calidez que la nota anterior.

    Mas precisamente vivía en un edificio que aún se encontraba en terminación en la esquina de Sanchez de Loria y Carlos Calvo, frente a los galpones del Tata y El Rápido, antaño hangar de tranvías. Alquilando un modestísimo monoambiente de un edificio no menos económico aunque fuera de reciente terminación. Igual, para mi, con aquellos jóvenes 22 años de entonces, fue el hermoso e increíble pasaporte a un millón de vivencias que marcaron a fuego mi vida. Pero que sería imposible además de inoportuno narrar en este momento a la vez que haría demasiado extenso el ya largo desborde de palabras y emociones que realice hasta ahora…

    Finalmente comentarle que en más de una ocasión intente en la Web compartir estos recuerdos y buscar alguien que tuviera la vivencia para poder empatizar esos recuerdos, de alguna manera su relato hizo blanco sobre ello y quería hacerlo saber.

    Gracias por los recuerdos y su narrativa que me permitió mi propio viaje… No se si estas líneas llegarán a destino o sí tendré una respuesta, por momentos siento que es como una carta arrojada en una botella al mar… Pero como dijo alguien por ahí y a propósito de la Carta Robada de Alan Poe, “Toda carta siempre llega a su destino…”

    Saludos Cordiales.

    Eduardo.

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