Pasaje Lanin, un estallido de colores por Vigía

En los comienzos del siglo veinte se lo llamaba pasaje Silva; no hay antecedentes conocidos del porqué de esta nominación, se presume que tal nombre pertenecería a un vecino del lugar. Así fue que el día 28 de octubre del año 1904 según reza la ordenanza municipal de ese año, tal vez evocando al volcán ya apagado, existente en la provincia de Neuquén, es comenzó a llamarse pasaje Lanin.

por Vigía
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Una leyenda que es parte del folklore de la comunidad nativa de la zona neuquina, en su mayoría mapuche, señala que el volcán Lanin «No se deja ver por los turistas» así lo afirman los nativos. Los que conocemos el lugar convenimos que alguna certeza tiene esta fábula, puesto que la mayor parte del tiempo, la cumbre del volcán permanece cubierta por nubes. Visitantes del lago Hueschulafquen, desde donde la vista del volcán es espectacular, dan testimonio de este acontecer luego del intento fallido de observarlo en su totalidad. 
 
No es lo que ocurre en el pasaje Lanin. Sus apenas tres cuadras de longitud que tienen su origen en la calle Brandsen y se prolongan hasta el cruce de José Aarón Salmun Feijoo con la avenida Suarez, donde finalizan. El 19 de abril del año 2001, dejaron de ser componentes comunes de esta breve senda del populoso barrio de Barracas.
 
La obra pictórica de Marino Santa María expuesta en la mayoría de las fachadas del pasaje, genera un efecto opuesto a la creencia mapuche, puesto que a diferencia del volcán, esta obra artística se muestra en todo su esplendor a todo aquel visitante deseoso de admirarla, exhibiendo la explosión de colores con que el artista vistió los frentes de las viviendas. 
 
El cambio comenzó cuando el artífice dispuso utilizar su propia morada, asentada en el pasaje e identificada con el número 33; como si esta fuese un lienzo y la vistió con colores, decisión que resultó ser un acicate para varios de los vecinos que pronto solicitaron al creador que también lo hiciera en sus viviendas. 
 
Durante un año se trabajó preparando las superficies de cada frente para luego

Pasaje Lanín

 inundarlos con matices. Cuarenta fachadas fueron intervenidas por Marino Santa María con la colaboración de otros artistas, logrando una verdadera manifestación de «Arte urbano».
 
«El objetivo no es convertir esto en un museo al aire libre ni hacer peatonal la calle al estilo de Caminito. Lo mejor sería que no pierda el ritmo que tiene hoy para que el arte conviva realmente con la vida cotidiana. El arte público no tiene que tener funcionalidad, es simplemente para que esté al alcance de la gente que no va a los museos».
Palabras vertidas por Marino Santa María el día de la inauguración.
 
El inexorable paso del tiempo fue dañando la calidad de los colores; entonces el artista decidió inmortalizarlos aplicando la técnica llamada trecandís, una maestría que en algún momento utilizó el arquitecto catalán Gaudí, que consiste en revestir lo deteriorado con azulejo partido, mosaico veneciano y también con vidrio, esta intervención logra además de conservar el matiz, dotarlo del brillo que lo realza aún más.
 
En la actualidad el pasaje es visitado por mucha gente, se filman escenas de películas y también comerciales, además de ser un objetivo turístico. 
 
Quizá este acontecer motive a las autoridades y a los vecinos, a intentar el remplazo del nombre del pasaje por otro más acorde con la singularidad del mismo.
 
Existe un aforismo que dice «No hay dos sin tres». Si el pasaje en un tiempo se llamó Silva para luego ser Lanin, ¿No sería correcto además de justo, que se llamase Pasaje Santa María?

Vigía

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