Cristina Suárez – El mito de la constelación tanguera: Eduardo Arolas

Eduardo Arolas
Eduardo Arolas

Eduardo Arolas nació en el barrio de Barracas, el 25 de febrero de 1892, hijo de franceses analfabetos de Perpignan, vivió en la calle Vieytes 1048, frente a la placita Herrera.

Trabajó de dibujante, decorador y guitarrero junto a su amigo “Mochila” González en los bares de la zona. Su verdadero nombre era Lorenzo Arola, su amigo lo inició en los secretos del bandoneón sin imaginar lo que llegaría a ser Arolas con ese instrumento recién incorporado.

Con 17 años ya estaba sumergido en el tango, visitaba la casa de Rosita Quiroga su amiga intentando enseñarle a tocar el fueye a un medio hermano de la cantante.

Francisco Canaro en sus memorias, lo describe así… “Tanta pinta de compradito, llevaba sombrero gris claro con cinta y ribetes negros requintado sobre la frente y vestía traje de cuadritos trencillado de negro y pantalón con ancha franja del mismo color y en la bocamanga tres botoncitos de nácar; chaleco de fantasía ribeteado y corbata plastrón decorada con un vistoso alfiler”. Era buen mozo y atrayente, tenía pestañas largas y cejas tupidas, una hermosa dentadura, cutis trigueño y ojos negros grandes.

Comenzó a forjar su leyenda en el café “Una noche de garufa” de la calle Montes de Oca 1681 y a su primer tango le puso de título el nombre del café.

Lo acompañaron en su comienzo gente de su barrio Barracas, como Bernstein, Luciano Ríos, Eustaquio Urruzun y Luis Catalán, con todos ellos anduvo tocando serenatas, integrando rondallas y bautizándose en la bohemia de la época.

En poco tiempo lo llamaron “El Tigre del bandoneón” y compartió aplausos con Bardi, Orsi, Marcucci y otros. Formó su gran conjunto con  Julio De Caro y Rafael Tuegois (violines) Luis Bernstein (bajo) y Goyeneche (piano) y en bandoneón E. Arolas. Los tangos coreados por los integrantes de la orquesta fue otra de las festejadas innovaciones del director y tuvo plena vigencia con un tango suyo dedicado a su amigo de muchos años Rafael Tuegois.

No fue un ejecutante virtuoso, ni un estilista del bandoneón, aportó los fundamentos de un concepto bandoneonístico en la conformación sonora de las orquestas de tango.

Según Julio De Caro, le aterraban las estridencias instrumentales y la marcación machacona y monótona del ritmo cortante y acelerado, pero logró imponer el sonido ligado y los matices en sus mayores posibilidades de expresión, llegando a ser el artífice de la musicalidad interpretativa del tango.

 Se embarcó hacia Francia con su novia francesa, al regresar a Buenos Aires nunca pudo superar su fracaso amoroso y regresó definitivamente a Francia.

Para ingresar en la leyenda, se creyó que había muerto en una disputa entre machos en Francia. El poema de Cadícamo parecía certificarlo definitivamente: (En una cayeja sola/ y amasijao por sorpresa/fue que cayó Eduardo Arolas/por robarse una francesa…”). La realidad indica que murió de tuberculosis el lunes 21 de septiembre de 1924 en el hospital Richard de París. Contaba apenas 32 años en el momento de su partida. SADAIC repatrió sus restos el 19 de abril de 1954, y antes de depositarlo en el panteón de la sociedad de autores, lo pasearon por su viejo barrio de Barracas haciendo un alto en la Placita Herrera frente a su casa natal. El que nunca volvió fue su legendario bandoneón, pero la semilla ya había echado raíces y frutos fuertes.

Biografía de Eduardo Arolas/Boletín Argentino/José María Otero.

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