Jorge Micko: El cuarteador de Villa real

Prosiguiendo mi propuesta de aportar datos singulares del Barrio de Villa Real, y tal como he dicho, he vivido desde 1941, año de mi nacimiento.

Hacia finales de la década del 50, y principios de la del 60, aún muchas de las calles de la Villa eran de tierra. Lope de Vega y la Av. Francisco Beiró eran las principales calles adoquinadas. Paralelas a Lope de Vega, según recuerdo, la única asfaltada era Cortina y, paralelas a la Av. Beiró, sólo las adoquinadas eran Baigorria,  Pedro Lozano y Tinogasta (que conducía directamente a la que fuera estación ferroviaria Villa Real), la siguiente era José Pedro Varela (asfaltada) y, finalmente, Lacar (actual Jose Luis Cantilo).

De esta manera, las calles de tierra eran transitadas en su mayoría por carros tirados por caballos, especialmente en los días de lluvia y los días siguientes hasta que el barro se secaba y afirmaba. En tales ocasiones, los carros y chatas con cargas, sifoneros, panaderos, verduleros y especialmente los «basureros» recolectores de residuos domiciliarios, solían quedar encajados en las zanjas laterales  y resultaba infructuoso «desencajarlos» con los propios caballos. Para tal circunstancia se convocaba a los «cuarteadores».

El cuarteador era una figura admirada por nosotros los chiquilines pues se trataba de un personaje que representaba a un gaucho autentico, montado sobre un caballo percherón de extraordinaria contextura, con todos los atuendos camperos, inclusive bombacha y chambergo. También resultaba llamativa la montura ensillada con muchos accesorios, especialmente unos lazos prolijamente arrollados sobre uno de sus costados. Ni bien llegaba al sitio, por lo general no desmontaba y, desde su propio caballo, lanzaba la «cuarta» una soga gruesa que el carrero encajado anudaba a las varas del carro encajado.  Inmediatamente, el percherón parecía que se pegaba al barro, con una simple orden del jinete y sin castigo, lo desencajaba, casi siempre de un solo tirón. Concluida la maniobra, arriaba su cuarta, un breve saludo de despedida y se iba. Nunca pude saber cómo lo llamaban, de donde venía, ni tampoco si alguien le pagaba  por el servicio. Siempre resultó un episodio y espectáculo extraordinario en mi niñez, que por lo general ocurría de mañana, en horario de la escuela, de manera que sólo lo podíamos apreciarlo cuando acontecía cerca del mediodía a la salida del colegio.

En un remoto recuerdo infantil (posiblemente a fines de los años 40), también relacionado con las calles de tierra, es sabido que no existían aun líneas de colectivos para viajar hasta la estación Liniers desde Villa Real. Existió un servicio de «breaks» (así lo llamaban) que consistía en un carruaje de cuatro ruedas, con toldo al cual se ascendía por detrás, con asiento laterales (de costado) para seis personas, que iniciaba su recorrido en la Av. Francisco Beiró y la Av. Gral. Paz, pero no recuerdo el recorrido.  Creo que sólo había dos vehículos, uno de ida y otro de vuelta.

El actual colectivo 108, solo tenía un itinerario precisamente desde esa esquina (A. F. Beiró y Av. Gral. Paz) y finalizaba su recorrido en Chacarita.

Espero que algún otro vecino que haya conocido las «aventuras» relatadas puedan confirmarlas y agregar más detalles.

Me parecieron detalles pintorescos, dignos de ser recordados.
                      Jorge Micko      

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